Las blancas estelas de condensación (en inglés contrails) que, a veces, siguen a los aviones podrían ser la imagen de la inocencia pero les acompaña la controversia.
Por primera vez, en 1920, los pilotos se dieron cuenta de que, con la altura, tras los motores de sus aeronaves se formaban nubes blancas y alargadas. Durante la II Guerra Mundial llegaron a ser un motivo de preocupación seria, al impedir la visibilidad en las operaciones. Sin embargo, el auténtico quebradero de cabeza lo desencadenaron a finales del siglo pasado. A veces, las inocuas nubes blancas tardaban mucho tiempo en deshacerse, se ensanchaban y se convertían en cirros: nubes altas y finas que contienen cristales de hielo.
Las estelas de condensación que producen los motores de los aviones están compuestas de mucho vapor de agua, hollín, dióxido de carbono, óxidos de nitrógeno y óxidos de azufre. Son sustancias procedentes de la combustión del queroseno. Las partículas de la combustión a unos 8 000 metros de altura, húmedas y calientes, al entrar en contacto con la atmósfera, seca y fría (-40ºC), actúan como catalizadores y alrededor suyo se depositan moléculas de agua que forman cristales de hielo. El proceso tarda un tiempo, por eso las estelas aparecen a cierta distancia de los motores de la aeronave. El que se produzca o no este fenómeno, depende de la humedad y temperatura de la atmósfera. Los gases de la combustión se enfrían con lo que se pueden forman cristales de hielo y agua en estado líquido que vuelve a congelarse al bajar la temperatura; el hielo se sublima (pasa de estado sólido a gaseoso) al cabo del tiempo, o al aumentar de tamaño y peso se precipita.
La cuestión es que en 1972, Knollenberg, observó que, por cada metro de estela, la cantidad de agua que contenía oscilaba entre 20 700 y 41 200 gramos; sin embargo, la combustión únicamente podía aportar 1,7 gramos. Por lo tanto, las partículas de los gases de escape favorecían un proceso de acumulación de agua en la estela procedente casi en su totalidad de la atmósfera.
Pero… ¿qué ocurre con los cirros? Al parecer en casi todos los casos: de un lado reflejan la radiación que reciben directamente del Sol, sin embargo sucede que en mayor medida también devuelven a nuestro planeta la radiación infrarroja que emite la Tierra. Es lo que se conoce como efecto invernadero. Por lo tanto, la teoría más extendida es que los cirros contribuyen a un calentamiento neto de la Tierra. El Journal Climate del 15 de abril de 2005 publicó un estudio de la NASA, según el cual el número de cirros se ha incrementado con el tráfico aéreo.
En 2011, científicos de Instituto de Física Atmosférica alemán (perteneciente al DLR) calcularon que los cirros formados por las estelas de condensación de los aviones tienen una influencia mayor, en el calentamiento de nuestro planeta, que los efectos directos del dióxido de carbono que emiten sus motores. Si la aviación es responsable de un 5% del incremento de temperatura de la Tierra, un 1,6% se debe a las emisiones de gases y el 3,4% a la formación de cirros generados por las estelas de condensación. Dos años después, el profesor Andrew Carleton de la Universidad Estatal de Pennsylvania y otros, publicaron los resultados de un estudio en el que analizaron el impacto sobre el clima de las estelas de condensación en distintas áreas de Estados Unidos. La conclusión fue que la proliferación de estelas disminuía la temperatura máxima y aumentaba la mínima, reduciendo la diferencia entre ambas en unos 3,3 grados centígrados.
La idea de que las estelas de condensación de las aeronaves, al producir cirros, contribuyen al calentamiento del planeta en mayor medida que las emisiones de sus motores está muy extendida entre los estudiosos de la climatología. Además el calentamiento debido al efecto invernadero de los cirros se diferencia del que produce las emisiones porque si se eliminan las nubes el calor desaparece inmediatamente. Por el contrario, el dióxido de carbono (CO2) que se vierte en la atmósfera tiene una larga permanencia, y se estima que si se detuvieran las emisiones se tardaría unos 1000 años en volver a una situación igual a la que se tenía antes de que comenzara el proceso de contaminación atmosférico.
En cualquier caso, el estudio detallado sobre el impacto real en el calentamiento de la Tierra de los cirros no es una tarea sencilla, ya que implica conocer con detalle cómo se forman y deshacen dichas nubes, así como sus características cuando actúan como reflectores de energía en distintas bandas de frecuencia. Y además, todo ello depende de la humedad y temperatura de la troposfera en cada lugar, así como de las corrientes de viento que desplazan las nubes. Un dato que ha sorprendido a los expertos es que de 2006 a 2012 los niveles de estelas de condensación, en el Atlántico Norte, han disminuido. El profesor Schumann (DLR), en sus estudios publicados durante el año 2015 mostró la existencia de cirros cuyas características favorecen el enfriamiento de la Tierra; el vuelo en zonas atmosféricas en las que las estelas originasen cirros de este tipo, contribuiría de forma notable a disminuir el calentamiento del planeta. Cabría incluso, implantar una estrategia de generación de estelas que colaborase activamente en la reducción del calentamiento global. Sin embargo, los combustibles alternativos de aviación o biocombustibles ricos en hidrógeno, al producir más cantidad de vapor de agua podrían incrementar el proceso de formación de cirros.
La realidad es que todavía no conocemos con exactitud los efectos de las estelas de condensación (contrails), sobre el calentamiento del planeta, aunque es muy posible que sea más importante de lo que se pensaba hace algunos años. Hasta que no seamos capaces de simular con precisión el funcionamiento de este proceso, cualquier medida que pongamos en marcha puede conducirnos a cometer graves equivocaciones.
Si de las contrails no sabemos mucho, de las chemtrails casi nada. La historia de las estelas químicas (en inglés chemtrails) está cuajada de connotaciones pertenecientes a la más extendida de todas las teorías: la de la conspiración. Las chemtrails son estelas que contienen aerosoles u otros productos con los que se pretende modificar la climatología del planeta.
Quién sea capaz de controlar el clima, controlará el mundo. Lanzar rayos y granizo, lluvias, o poderosos ciclones, a voluntad y sobre los enemigos, ha sido la ambición de los ingenieros militares desde la época de Leonardo da Vinci. La palabra chemtrails en Google, puede llevarnos a más de un millón y medio de páginas, la mayoría repletas de ideas tan originales como absurdas. Tras muchas de ellas subyace la idea de que existe un poder oculto que esconde sus intenciones y permanece en el tiempo al margen de los vaivenes que zarandean a los políticos. Una hipótesis muy extendida entre los portavoces de las chemtrails es que el combustible de las aeronaves comerciales (Jet A-1) contiene substancias que podrían ser óxidos de aluminio o de torio, yoduro de bismuto, perclorato potásico u otras, introducidas secretamente para ser esparcidas por la atmósfera. Un compló entre gobiernos y organizaciones que los apoyan habría decidido sembrar con estos materiales la estratosfera ya que, al parecer, podrían absorber la energía radiada por la Tierra en la banda próxima al infrarrojo y emitir dicha energía al espacio, en frecuencias del espectro visible y el infrarrojo. El objetivo del gran plan sería propiciar un enfriamiento del planeta que compensara los efectos del dióxido de carbono, quizá para preservar los intereses económicos de grandes grupos financieros e industriales. Esta es una de las muchas hipótesis que rodean a las chemtrails.
La fantasía siempre mantiene nexos con la realidad. Desde que el 13 de noviembre de 1946, el doctor Vincent Schaefer, en colaboración con el Ejército de Estados Unidos, lanzó 1,4 kilogramos de bolas de hielo seco, en una nube y consiguió desencadenar una nevada cerca de Schenectady, Nueva York, los hombres no hemos dejado de manipular las nubes. En 1971 el periodista estadounidense Jack Anderson publicó la noticia de que Estados Unidos había puesto en marcha una misión que consistía en sembrar nubes, para extender la época de los monzones en una zona de Vietnam del Norte, con el objetivo de que las lluvias dificultaran los movimientos del enemigo. La opinión pública y las presiones de políticos hicieron que la denominada operación Popeye fuese cancelada el 5 de julio de 1972, tras cinco años de vuelos secretos desde Tailandia.
El yoduro de plata es el elemento que más se ha utilizado para sembrar las nubes, aunque también funciona el yoduro potásico, el hielo seco, el propano líquido o incluso la sal. En el interior de nubes frías (de -7 a -20 ºC) y húmedas, estos materiales actúan como catalizadores en la formación de cristales de hielo que absorben agua y se precipitan. Evitar el granizo y propiciar la lluvia o la nieve, para favorecer la agricultura o limpiar la atmósfera son las razones principales por las que se siembran las nubes en casi todo el mundo. China es un país en el que esta actividad ha tenido un gran desarrollo, pero también se practica en Australia y en Estados Unidos, en Rusia, en Latinoamérica, en países del sureste asiático y en Europa. Los efectos del ioduro de plata no parece que sean nocivos para la vida, en las dosis que esta actividad requiere.
En definitiva, sabemos poco todavía de hasta qué punto las contrails influyen en el calentamiento del planeta, aunque sospechamos que bastante. Es urgente, por lo tanto, desarrollar algún modelo fiable que simule la formación y evolución de cirros en la estratosfera que nos permita definir una gestión adecuada del tráfico aéreo para minimizar su contribución al calentamiento global del planeta. Me atrevería a decir que de las chemtrails casi todo lo que se cuenta en internet carece de fundamento. Y no cabe duda de que en el mundo entero se siembran nubes para producir lluvias o nevadas, aunque sea una actividad de la que muchos dudan que tenga éxito más allá del 30% de las veces. Si es posible o no, sembrar de sustancias inocuas la atmósfera para facilitar el enfriamiento de la Tierra de un modo efectivo, es algo que no sabemos, pero resulta muy poco creíble que alguna fuerza oculta haya puesto en marcha un programa para hacerlo. Mientras tanto, urge averiguar los secretos de la vida de los cirros para mover los aviones en el espacio del modo más conveniente.
Señor Francisco Escarti cuando menos resulta curioso que una persona como usted relacionada con la ingenieria climatica desde hace decadas la niege. la geoingenieria es ilegal pero se esta llevando a cabo, como bien sabra España fue elegida para estas experimentaciones y sus asociadas como las de biotecnologia,usted que formo parte de CECSA que luego se convirtio en INDRA una de las compañias clave mundialmente en en el mundo de las tecnologias de geoingenieria,su paso por empresas de geoingenieria militar como Hughes Aircraft y ahora como director general en Boeing investigacion, empresa que desarrolla armas,como satelites ,laseres, y tecnologias como la nueva joya de la corona de la geoingenieria militar ,»los drones»,usted tambien participa en el cambio del espacio aereo europeo para triplicarlo y adaptarlo a los vuelos de estos drones.Por si no la sabia en España la geoingenieria esta envenenando el agua ,los bosques y los cultivos agricolas ,estas sustancias que se utilizan en la gestion de la radiacion solar (ASR) aluminio,bario ,titanio ,estroncio,litio,manganeso…etc,estan sustancias no aparecen por arte de magia sino por las operaciones de geoingenieria militar y civil, parece que la sustancia usada son residuos llamados cenizas volantes de carbon,ideales para su uso por su granulometria nanometrica segun los geoingenieros, estas sustancias estan en los analisis efectuados en el agua y los suelos de este pais,la salud de los ciudadanos esta afectada por estas sustancias neurodegenerativas y cancerigenas .Una vez sabido esto por ustedes,
los ciudadanos esperamos que las personas relacionadas con estas operaciones cesen en su participacion en estos programas destructivos para el medio ambiente y la vida humana.
Usted podrá creerme o no, pero le aseguro que en mi larga carrera profesional jamás me he visto involucrado en ninguno de esos programas de geoingeniería a los que hace referencia, ni directa o indirectamente. Y tampoco conozco a nadie de quien sepa que trabaja en ellos.