Quizá fue Dorothy Rice Sims, neoyorquina, liberada, rica y famosa, quién experimentó por primera vez el placer sexual en un vuelo, a bordo de un pequeño hidroavión. Su pareja, Lawrence Sperry, era el inventor del autopiloto y pensó que —mientras su ingenio controlaba el aparato— ambos podían dar rienda suelta a sus pasiones. Tuvieron que realizar un amerizaje de emergencia, aunque Sperry le restó importancia al asunto. A Dorothy le gustaba la aviación y aprendió a pilotar aviones el mismo año de 1916, cuando se supone que tuvo su famosa aventura aérea con el inventor. Sea cierto o falso este episodio, Dorothy se divorció de su marido, Waldo Peirce, al año siguiente del frustrado vuelo, y con el tiempo se ha llegado a considerar que, ella y Lawrence, inauguraron la nómina del famoso Hi-Mile Club (HMC). Un club, que en español se conoce como Club de las Alturas, y del que son titulares de pleno derecho quienes hayan practicado sexo a bordo de un aeroplano a más de 5280 pies de altura, es decir: una milla o 1609,34 metros; aunque, este requisito de elevación no lo comparten todos los expertos que tratan del asunto.
La idea de fornicar en un ingenio volador es casi tan antigua como los globos, ya que dos años después de que se inventaran, en 1785, en el libro de apuestas del club londinense Brooks’s, hay una entrada en la que se ofrece un premio de 500 guineas al lord que practique sexo con una mujer en un aeróstato, a más de 1000 yardas (914 metros) del suelo. De lo que ya no se tiene noticia, es si alguna de sus señorías lo hizo.
Personajes famosos como los actores Johnny Depp, Paul Bettany, Ralph Fiennes y Gwyneth Paltrow o el hombre de negocios Richard Branson, han admitido su pertenencia al HMC. De las veces que estas prácticas se han llevado a bordo de aeronaves comerciales entre pasajeros, tripulantes o mezcla de ambos, no creo que exista ninguna estadística, pero no han sido pocas. En la mayoría de los casos, si se han descubierto, las consecuencias para los protagonistas han sido bastante negativas. Hay casos de fornicaciones, en primera clase, que les ha costado la pérdida del puesto de trabajo a sus actores y de azafatas que fueron despedidas por practicar el sexo, con pasajeros, en los lavabos. Por lo general, la tripulación a bordo, trata de impedir que los clientes se entretengan con este tipo de actividades, aunque se dan excepciones. Hace apenas unos meses, una azafata noruega informó a los pasajeros de un vuelo entre París y Estocolmo, a través de la megafonía del avión: «Nos gustaría ofrecerle nuestros mejores deseos de feliz reproducción a la pareja que se aventuró en los servicios hace ya un rato…». La empleada de la línea aérea no descubrió a los practicantes. Aunque, por lo general, la política de las compañías aéreas es la de mantener el decoro y recato a bordo. Incluso Singapore Airlines, que cuenta con 12 habitaciones de lujo en sus modernos Airbus A-380, recomienda a sus ocupantes que practiquen la abstinencia, dado que el aislamiento de las cabinas no está calculado para filtrar la sonoridad que acompaña a la práctica.
Para facilitar el ejercicio sexual aéreo, sin temor a perder el empleo, la empresa Flamingo Air, comercializa vuelos románticos; en los que, por 425 dólares, la pareja dispone de 60 minutos en el aire con champán, chocolate y “un piloto muy discreto”. Love Cloud, en Las Vegas, Mile High Flights en Inglaterra y Erotic Airways en Australia, ofrecen o han ofrecido, servicios similares a los de Flamingo Air.
Pero quizá el episodio más llamativo, relacionado con estas actividades a bordo, lo ha protagonizado una azafata de una compañía aérea del Oriente Próximo. Según publicó el Daily Mail, el pasado mes de septiembre, la mujer cobraba unos dos mil euros por prestar servicios sexuales a los pasajeros, en los lavabos. En algo así como un par de años la prostituta aérea ingresó más de 800 000 euros, se supone que libres de impuestos; pero, la sorprendieron cuando ejercía el meretricio y la línea aérea la despidió. La noticia que publica el periódico no parece haber sido confirmada, por lo que es posible que el suceso solo haya ocurrido en la mente del informador.
De este enredo lo más atractivo es la personalidad de la primera dama en la supuesta nómina del Mile-High Club: Dorothy Rice Sims. Fue una extraordinaria mujer de principios del siglo pasado. A los 22 años, en 1911, ganó el campeonato femenino de carreras en motocicleta de su país, a los 27 obtuvo una licencia de vuelo, practicó la escultura, la pintura y es muy conocida por sus libros sobre el juego de bridge; en uno de ellos, Psychic Bidding, trata de las apuestas psicológicas, en las que el jugador simula un juego que no tiene; una apuesta que en español se conoce como farol. Farolero es el que presume sin motivos y echarse un farol: atribuirse falsas proezas para suscitar admiración. Y hasta es posible que en la nómina del Mile-High Club abunde el faroleo.