El mundo de la aviación y el vuelo son una fuente inagotable de historias; en este libro he recogido siete muy diferentes. De las siete, en una me he ajustado en todo lo posible a la realidad, en cinco he novelado lo que ocurrió y en la última, que quizá sea la más verosímil de todas, he dado mayor libertad a mi imaginación.
La historia verídica se corresponde con la vida de Santiago de Cárdenas ─un peruano de quien muchos han escrito, sin saber que sus ideas son desde el punto de vista aeronáutico tan originales como revolucionarias. Todos los interesados por la ciencia del vuelo de su época trataron de emular a los pájaros con máquinas que batían las alas, algo que don Santiago obvió. El gran descubrimiento del ilustre inventor fue que las aves como los cóndores, que él llamaba legítimas, «se bastaban con guardar la tensión y extensión de las alas». La idea de que para construir un artefacto volador más pesado que el aire, bastaba con un par de alas fijas, no tenía gran predicamento. Fue un aristócrata inglés quien, en 1799, grabó en un disco de plata este concepto de máquina de volar de alas fijas que, sin saberlo, compartía con Santiago de Cárdenas; su concepción sobre el modo en que deberían construirse las máquinas de volar le valió el título de inventor del aeroplano moderno; se llamaba: sir George Cayley. Nadie cayó en la cuenta de que un limeño desconocido se había anticipado en algunos años al baronet inglés. Sin desmerecer al aristócrata, a quién no le han faltado reconocimientos, no estaría de más apuntar algunos en la memoria del peruano desfavorecido por la suerte y los poderosos. En el relato de Santiago Cárdenas he procurado ajustarme a la realidad en todo lo posible; es una narración que he reconstruido a partir de la escasa documentación que ha sobrevivido al personaje.
Las líneas aéreas son responsables de transportar pasajeros que lleven consigo la documentación exigible para acceder a los países donde viajan. Es inevitable que, en algunas ocasiones, los pasajeros sean rechazados en su destino, porque la documentación que les acompaña no es correcta, o por otros motivos; y desgraciadamente, también ocurre que a estos pasajeros, de regreso al país de origen, se les niegue la entrada. Hoy, este problema tiene mejor solución en muchos países ya que de alguna forma se hacen cargo de la situación, pero hace algunos años la compañía aérea era la única responsable de estos individuos. Resolver estas situaciones desencadenaba sucesos tan rocambolescos como los que describo en Dos cajas de güisqui. Se trata de una historia basada en hechos reales que he deformado, cambiando nombres, personajes y partes de la trama, que viví muy de cerca.
Hasta que uno de los dos muera es una historia cuyo desarrollo gira en torno a una terrible confusión de los gestores de una aerolínea, que afecta gravemente a una pasajera y sus familiares. El error ocurrió tal y como lo describo, aunque los acontecimientos relacionados con el personaje central y sus familiares son pura invención. Esta es la otra historia, de la cual también tuve conocimiento directo.
Tío Daniel, el secuestrador es un relato basado en un hecho verídico que ocurrió fuera de España. Las motivaciones y la vida del protagonista así como las de su sobrina, las he novelado; sin embargo, casi todo lo relativo al secuestro se fundamenta en un episodio real. Para quién desee enlazar esta narración con el mundo de los hechos ciertos le sugiero que se fije en el nombre del protagonista: una clave que lo transportará a la realidad y sus incertidumbres. Esta es la narración más larga de todas, por eso la he utilizado para titular el libro.
En la historia de Lola García, la astronauta, todo es real menos Lola y su entorno próximo. A los demás personajes, protagonistas del inicio de la exploración espacial en Estados Unidos, no les he cambiado el nombre, ni a los acontecimientos las fechas, ni a las organizaciones las siglas. Es una historia breve, que cuenta las peripecias y la lucha de las mujeres que no se resistieron a la discriminación sexual con que la NASA inauguró la conquista tripulada del espacio.
De Rebelión en las nubes, poco tengo que decir porque el lector descubrirá con facilidad los hechos que la inspiran.
La última de las historias es una concesión a la fantasía, en la que he tratado de adecuar con precisión mis descripciones al método que siguen sus protagonistas para vencer la gravedad. Quiero decir que he procurado ajustar mis explicaciones al vuelo real de los pájaros. En Águila Perdicera el protagonista es un volador que, para que podamos entenderlo, se expresa como si fuera un ser humano instruido; no he encontrado otro modo de interpretar el mundo, visto a través de los ojos de un águila. Es una técnica que también utilizó Santiago de Cárdenas —el limeño que inventó el aeroplano— que hizo hablar a los cóndores para que explicaran con mayor propiedad lo que él no sabría decir mejor.
Tío Daniel el secuestrador y otras historias del aire