A finales del pasado mes de agosto una noticia publicada en el South China Morning Post activó las alarmas de los observadores militares occidentales y reavivó la curiosidad de los técnicos por un asunto del que, desde hacía tiempo, ya casi no se hablaba; para el público en general las declaraciones de los científicos chinos pasarían desapercibidas. Sin embargo, se trata de una tecnología que puede cambiar por completo el transporte aéreo de largo recorrido que, en vez de efectuarse a 10°000 metros de altura, se llevaría a cabo debajo del agua.
Los profesores Wang Guoyu y Li Fengchen, del Instituto Harbin, hicieron declaraciones a la prensa y dijeron que la tecnología que estaban desarrollando no tenía aplicaciones exclusivamente militares sino que podía emplearse para construir submarinos para transportar pasajeros a muy alta velocidad e incluso para fabricar chaquetas especiales para nadadores. El Insituto Harbin trabaja en el desarrollo de tecnologías para controlar el uso de un fenómeno que se llama ̕supercavitación̕.
Según el teorema del famoso científico suizo, Gabriel Bernoulli, en una corriente de un fluido existe una relación entre la presión y la velocidad, de forma que al aumentar la velocidad disminuye la presión. Cuando un sólido se mueve con rapidez dentro del agua, puede ocurrir que ─al aumentar tanto la velocidad en algunos puntos─ la presión del fluido disminuya hasta el punto de que el líquido se evapore en ese lugar. Este fenómeno se denomina cavitación. Es algo bien conocido y que ocurre con frecuencia en las hélices marinas con un efecto poco deseable para el material que se desgasta, sobre todo debido a las ondas de choque que se producen cuando el vapor vuelve a condensarse. Durante la época de la Guerra Fría (1960-70), la Unión Soviética diseñó una clase de torpedos, los Shkval, que estrenarían el uso beneficioso de la cavitación. Estos torpedos eran capaces de producir una burbuja de vapor de agua que los envolvía por completo; en estas condiciones, los Shkval viajaban en el interior de un gas, el rozamiento disminuía drásticamente y el torpedo podía alcanzar velocidades de unos 360 km/h (kilómetros por hora), o incluso más. En esas condiciones no era fácil controlarlo y su recorrido estaba limitado a unos 10 km (kilómetros). Las últimas versiones de los Shkval lograron alcances de más de 100 km y velocidades muy elevadas, aunque los datos reales no se conocen con mucha exactitud ya que los experimentos eran secretos. Los problemas que plantea esta tecnología para el desarrollo de su uso práctico son, en primer lugar, el control y en segundo, la propulsión. Es difícil lograr una burbuja uniforme y la falta de homogeneidad, en el fluido que rodea el cuerpo del móvil, hace que las variaciones de la fuerza de rozamiento provoquen movimientos indeseables en el vehículo. De otra parte, cualquier timón de control que salga de la burbuja para adentrarse en la corriente del fluido, está sometido a unas fuerzas de fricción muy elevadas. En cuanto a la propulsión, se necesitan motores cohete de larga duración.
Los científicos del Instituto Harbin hicieron público, el pasado mes de agosto, que en sus experimentos habían combinado con éxito las tecnologías de membrana líquida con la supercavitación. Al parecer, durante la fase inicial, utilizan líquidos especiales para bañar la superficie del móvil, disminuir la resistencia y aumentar así la velocidad hasta alcanzar unos 75 km/h y conseguir que se produzca el fenómeno de la cavitación.
Muchos observadores occidentales son bastante escépticos con respecto a las declaraciones de los técnicos chinos y más todavía por el hecho de haberse tomado la libertad de evacuarlas. En el contexto de un proyecto avanzado y secreto que estuviera produciendo resultados aplicables a corto plazo, no parece que pudieran tener lugar. Los chinos no son los únicos que trabajan en este campo de la ciencia, la Universidad de Minnesota DARPA (Defense Advanced Research Projects Agency) y otros centros en Estados Unidos, así como los de otros países (Irán, Alemania y Rusia) cuentan con equipos trabajando en este asunto.
El Instituto de Tecnología de California realizó un estudio en 2001, según el cual, con esta tecnología, un submarino podría moverse más rápido que el sonido debajo del agua, que es de 1482 metros por segundo (5335 km/h), con lo que sería capaz de viajar de Shangai a San Francisco en unos 100 minutos.
Imagino que alguien se habrá hecho una sencilla pregunta: ¿y por qué hay que meterse debajo del agua para rodearse de aire y correr más? Los aviones ya vuelan rodeados de aire. Así es, pero los aviones no flotan en el aire, para equilibrar su peso hay que generar una fuerza aerodinámica que tiene una componente hacia atrás, que se opone al movimiento de la aeronave.
Quizá no ocurra tan pronto como anticipan los técnicos chinos, pero da la impresión de que las futuras aeronaves transoceánicas viajarán por debajo del agua y serán mucho más rápidas, grandes y confortables, que los aviones que hoy realizan esas rutas.
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