Para los pasajeros aéreos clientes de la llamada “clase económica”, la experiencia del vuelo dista mucho de transcurrir en un ambiente como el que publicita Air New Zealand en el programa 777-300 (“clase de negocio”). Por el contrario, el abaratamiento de las tarifas ha dado origen a espacios de cabina muy hacinados. El pitch (distancia entre asientos), suele expresarse en pulgadas y es de 31 pulgadas en las cabinas de vuelo de clase económica, en casi todas las líneas aéreas. Los pasajeros europeos, sin saber cuántos centímetros son 31 pulgadas, descubren que son muy pocos para guardar las piernas. Hay aerolíneas que han reducido el pitch a 28 pulgadas: una distancia harto incómoda hasta para personas de baja estatura. Para dotar de confort a los pasajeros debería rondar las 37 pulgadas, pero eso ya pertenece a la época de las aerolíneas de bandera o a las cabinas de las clases superiores, con tarifas mucho más caras, como la que publicita New Zealand.
Los tubos de los aviones comerciales se han convertido en lugares abarrotados de gente, sitios en donde las personas han empezado a dar muestras de que no disponen del espacio vital necesario. Hace once años Ira Goldman inventó un artilugio, el Knee Defender (Defensor de Rodillas), que se coloca en los soportes de la mesa plegable ─situada en el respaldo del asiento delantero─ y lo bloquea, impidiendo que se pueda reclinar. Fue, quizá, el primer invento para dotar a los pasajeros con un arma protectora de su intimidad, que impide que el asiento delantero se le venga encima, ocupando parte del escaso espacio que le concede la línea aérea durante el vuelo. El invento se vende con una nota de cortesía para el pasajero de delante en la que se le advierte de que el de detrás va a utilizar el sistema de blocaje, explicaciones de por qué lo hace, y una recomendación de que cualquier reclamación la dirija a la compañía aérea directamente; es la línea aérea la responsable de suministrar el espacio necesario para que los asientos puedan reclinarse sin invadir a otros pasajeros. El precio del engendro es de 21,95 dólares y, hasta hace muy poco, se ha venido utilizando por algunos viajeros sin que se originase ningún escándalo.
Hasta ahora, las inevitables peleas en las cabinas por el espacio disponible no han causado mayores trastornos a los viajeros. Sin embargo, del 24 de agosto al 2 de septiembre, de este año, en tres ocasiones, la disputas entre pasajeros por el espacio de a bordo, han causado trastornos importantes en tres vuelos en los que sus comandantes se han visto obligados a desviarse de la ruta y hacer una escala que no estaba programada.
Todo empezó un domingo, el 24 agosto de 2014, cuando en un vuelo de United de Newark a Denver, una señora intentó reclinar su asiento y descubrió que estaba bloqueado por su vecino de atrás. Los dos viajeros se embroncaron y la señora llamó a la azafata que trató de convencer al dueño del dispositivo que permitiera que la dama hiciese uso del mecanismo reclinatorio. El testarudo caballero se opuso a concederle el privilegio a la señora. En un momento, en el que la discusión se había calentado bastante, la pasajera le arrojó un vaso de agua al dueño del Knee Defender. La pelea continuó a bordo hasta que el comandante decidió aterrizar en Chicago y dejar en tierra a los dos pasajeros sin denunciarlos, porque consideró que se trataba de un asunto relacionado con la atención a sus clientes.
Tres días después, Edmund Alexandre, un pasajero del vuelo de American Airlines de Miami a París, mantuvo otro episodio violento a bordo cuando la señora del asiento delantero trató de reclinarlo. Una azafata acudió con la intención de tranquilizarlo y cuando se fue, Alexandre la siguió para asirla del brazo. Dos agentes federales, que viajaban de incógnito, lo esposaron. El avión aterrizó en Boston para dejar en tierra al pasajero, que fue arrestado por la policía.
El 1 de septiembre, en un vuelo de Delta Air Lines de La Guardia (Nueva York) a West Palm Beach (Florida), una de los pasajeros ─Amy Fine, de 32 años─ se había apoyado en la mesa plegable para dormir cuando la señora de delante reclinó el asiento. Al hacerlo golpeó a Amy en la cabeza y la joven protestó desairada. La discusión subió de tono y las azafatas consideraron que Amy se comportó con excesiva agresividad. La joven exigió que el avión la dejara en tierra inmediatamente y el comandante aterrizó en Jacksonville para entregar a la pasajera a la policía. Amy se excusaría diciendo que acababa de perder a dos perros y estaba muy sensible.
Que en tan poco tiempo se hayan producido tres incidentes graves relacionados con la inclinación de los asientos en los aviones ha hecho que saltaran las alarmas de las líneas aéreas. Muchas compañías han prohibido el uso del Knee Defender, pero esto no resuelve el problema. Los comentaristas ironizan con las soluciones que tienen previstas las aerolíneas para aumentar el espacio en las cabinas de clase económica: contratar personal de vuelo más pequeñito, agrandar las bolsas de mareo y adelgazar los asientos; así la cabina parecerá más grande.
Según una encuesta, llevada a cabo por FiveThirtyEight del 29 al 30 de agosto de este año a 874 pasajeros, las tres principales causas de incomodidad a bordo son: presencia de niños maleducados (82%), que te despierte el vecino para salir del asiento a estirar las piernas (73%) y que el pasajero de delante recline el asiento (41%). A pesar de todo, el 70% de los encuestados no eliminarían esta opción de los aviones y el 64% afirma que no debe reclinarse sin consentimiento del pasajero de atrás.
En la encuesta, los viajeros también muestran su preocupación por el dominio de los brazos de los asientos. La mayoría piensan que hay que compartirlos, aunque un 10% de encuestados opina que pertenecen al pasajero que los ocupe antes y un 14% cree que, en filas de 3 asientos, los brazos del central debe disfrutarlos el pasajero que ocupa esa posición. Hasta el control de la cortina de la ventanilla es motivo de debate: el 58% opina que todos los pasajeros de la fila tienen derecho a decidir cómo hay que colocarla.
El profesor Ronald Oldfield, de la Case Western Reserve University, publicó un estudio en 2011 en el que concluía que los peces que viven en peceras de tamaño reducido, como la mayoría de las que hay en las casas particulares, se vuelven agresivos. Una conclusión que impresionó a los estadounidenses amantes de los peces ya que en su país hay más de 180 millones de estos animales encerrados en pequeñas vasijas domésticas. En 2013 más de tres mil millones de pasajeros utilizaron el avión en todo el mundo. Pudiera ser que haya llegado el momento en que las autoridades aeronáuticas, que otorgan los certificados de aeronavegabilidad y las licencias a los operadores, se ocupen también de este asunto para evitar que, como los peces, los pasajeros se vuelvan agresivos.
Esta cotidianidad en los vuelos, estos aconteceres me son tan atractivos como aquellas historias de los grandes viajes. Gracias por darnos este mundo entre las nubes.
Gracias por tu comentario, Guiller