En 1918, William Christmas trató de convencer al ejército estadounidense de que era capaz de construir un avión que podía volar hasta la residencia del káiser Guillermo II. Con semejante invento, estaría al alcance de una fuerza especial organizar una misión para raptarlo. El doctor Christmas ya se había ganado el apoyo financiero de dos brókeres de Nueva York, los hermanos Henry y Alfred McCorey, para sufragar el coste de la construcción del aeroplano y también consiguió el apoyo de un político: el senador James Wolcott Wadsworth de Nueva York. Con la ayuda del senador logró que el Ejército le prestara un motor Liberty de 185 HP para equipar el avión que se construiría en las instalaciones de la empresa Continental Aircraft Company of Amityville, en Long Island.
El doctor William Wallace Whitney Christmas era oriundo de Warrenton, Carolina del Norte, donde nació el año 1866, y se había educado en la Academia Militar de St John y en la Universidad de Virginia; el título de doctor en medicina lo obtuvo en la Universidad George Washington en 1905. Su obsesión por los ingenios voladores lo llevó a publicar un artículo en el New York Times, el 5 de diciembre de 1915, en el que aseguraba que “sus aviones serían las máquinas de volar más grandes que jamás se habrían construido, con un motor de 1600 HP, y capaces de transportar bombas y otras municiones, además de una tripulación de seis personas”. En el escrito comentaba que los Aliados, en Europa, habían encargado 11 de sus “cruceros de guerra”. No eran más que fantasías, aunque parece ser cierto que Christmas, en 1909, voló con un aparato de su invención, el Red Bird, y que desde entonces había dejado la práctica de la medicina y se dedicaba a la aviación.
El avión concebido por William Christmas tenía una peculiaridad y es que sus alas eran flexibles, como la de los pájaros. Era un sesquiplano (biplano con el ala inferior más corta), que no contaba con los montantes y braceado típico de las aeronaves de su época. Los ingenieros de la empresa de Long Island no estaban muy convencidos de que las ideas del doctor fuesen acertadas, pero no tuvieron otra opción distinta a la de seguir al pie de la letra las directrices de su cliente. El avión se terminó en otoño de 1918 y la Primera Guerra Mundial concluyó antes de que ningún piloto pudiera realizar el primer vuelo de prueba con el biplano de Christmas al que bautizarían con el nombre de Bullet (bala). En enero de 1919, Cuthbert Mills, un piloto del Ejército que acababa de regresar a Estados Unidos del frente europeo, fue contratado por Christmas para volar el Bullet. En el primer ensayo de vuelo las alas se desprendieron del fuselaje y el avión se estrelló; el piloto perdió la vida. El pequeño círculo de interesados, próximo a Christmas, mantuvo aquel fracaso lo más oculto que les resultó posible y en marzo de 1919, en la Feria Aérea de Nueva York, una segunda versión del Bullet se exhibió con el anuncio de que se trataba “del avión más seguro del mundo”. Sin embargo, este aeroplano tampoco corrió mejor suerte porque poco después el teniente Allington Jolly se mató volando con el aparato. Otra vez, las endebles superficies sustentadoras del avión se rompieron. Pero, los hermanos McCorey y Christmas no perdieron la compostura y continuaron manteniendo la apariencia de que el Bullet era un avión extraordinariamente seguro.
Quizá lo más insólito de la historia es que en 1923, según el propio Christmas, el inventor vendió su patente de 1921, el Bullet con las alas rediseñadas, al Ejército de su país que pagó por ello la nada despreciable cantidad de 100◦000 dólares.
Al parecer, después de cerrar el trato con el Ejército, Christmas abandonó sus proyectos aeronáuticos para dedicarse a otros negocios, algunos relacionados con los plásticos. Murió el 14 de abril de 1960, a los 94 años, en un hospital de Nueva York, de neumonía.
Para muchos, el único mérito aeronáutico de William Christmas fue el de construir uno de los aeroplanos más feos e inseguros de la historia de la aviación. No deja de ser poco.