Antoine de Saint Exupéry nació con el siglo XX y cuando desapareció en el Mediterráneo, el 31 de julio de 1944, tenía 44 años. De su novela El principito se vendieron 140 millones de copias en 250 idiomas; después de la Biblia y el Corán, es uno de los libros que ha tenido mayor divulgación. Sus escritos filosóficos, recogidos en Tierra de hombres, se convertirían en el tema central de una de las exposiciones universales más importantes del siglo XX: la Expo 67 de Canadá.
Saint Exupéry fue escritor, poeta, filósofo y piloto de aviones. Nació en Lyon en el seno de una familia de aristócratas, pero debido a la muerte prematura de su padre, antes de que Antoine cumpliera los cuatro años, su familia tuvo que trasladarse a Le Mans en donde tuvo una infancia feliz. Después de un intento frustrado para ingresar en la Academia Naval y de estudiar algunos cursos en la Academia de Bellas Artes se incorporó al Ejército para realizar el servicio militar. Allí recibió clases como piloto y fue transferido a una base de la Fuerza Aérea en Casablanca, Marruecos. Antoine dejó la milicia para casarse con la novelista Louise Lévêque de Vilmorin y trabajó como oficinista en París. El matrimonio duró poco y en 1926 Saint Exupéry reanudó sus actividades como piloto trabajando para Aéropostale, en la línea Toulouse- Dakar. Poco después su empresa lo destacó al emplazamiento español de Cabo Juby y más tarde a su filial en Buenos Aires, Argentina.
En 1931 publicó su novela Vuelo de noche y a partir de ese momento Antoine se convirtió en un escritor famoso y de reconocido prestigio. En Buenos Aires se volvió a casar con la artista salvadoreña, Consuelo Suncín Sandoval, con la que mantuvo a lo largo de toda su vida una relación escabrosa que duró trece años. Entre encuentros y desencuentros con la artista vivió otras aventuras amorosas, pero del vínculo que mantuvo con ella surgiría uno de los personajes de su novela más conocida, la rosa de El principito. La aristocrática familia del escritor no aceptó de buen grado a su esposa, que era viuda y la consideraba “una mujerzuela” o “una condesa de película”.
En diciembre de 1935 Antoine y André Prévot se estrellaron en el desierto del Sahara cuando competían para ganar la carrera aérea entre Paris y Saigón dotada con un premio de 150000 francos. Sobrevivieron al accidente y pasaron tres días, sin apenas provisiones ni agua, en los que padecieron alucinaciones y estuvieron a punto de morir, antes de que los rescataran unos beduinos. La aventura en las arenas del desierto sirvió de fuente de inspiración para que Saint Exupéry escribiera dos de sus más importantes libros: Viento, arena y tierra y El principito.
Poco después del inicio de la segunda guerra mundial en Europa, Antoine se desplazó a Estados Unidos y se instaló en Nueva York con la intención de convencer al gobierno de aquél país para que entrase en guerra contra Hitler. También viajó a Canadá y después de permanecer durante más de dos años en Norteamérica solicitó su ingreso en la Fuerza Aérea aliada que operaba en el Mediterráneo. Saint Exupéry tenía 43 años y una salud algo quebrada cuando consiguió un permiso especial para volar aviones de reconocimiento. El último día de julio de 1944 despegó de Córcega, con su avión P-38 de observación, sin armamento, para realizar una misión de la que jamás regresaría.
La literatura de Saint Exupéry nos ofrece una visión del mundo desde el cielo. Y es un mundo que alcanza dimensiones muy diferentes a las que podemos observar desde la tierra. Para seguir una ruta aérea el piloto construye sus escenarios que describen la realidad en términos diferentes a como lo haría un geógrafo. En su libro Tierra de hombres, el francés describió del siguiente modo la forma de interpretar la tierra desde la cabina de su avión:
Pero ¡Cuán extraña fue aquella lección de geografía! Guillaumet no me enseñó España, convertía España en una amiga. No me hablaba de hidrografía, ni de poblaciones, ni de ganado. No me hablaba de Guadix, sino de tres naranjos que, cerca de Guadix, bordean un campo- no te fíes de ellos, márcalos en la carta. Y, a partir de ese momento, los tres naranjos cobraban más importancia que Sierra Nevada. No me hablaba de Lorca, sino de un sencillo caserío cerca de Lorca. De un caserío vivo. Y del agricultor que lo ocupaba. Y de su mujer. Y esta pareja adquiría, perdida en el espacio, a mil quinientos kilómetros de nosotros, una importancia desmesurada. Confortablemente instalados, en la ladera de su montaña, como guardianes de un faro, pestos, bajo la luz de sus estrellas, a socorrer a los hombres.
En El principito narra la historia de un niño que viene de un lejano y diminuto planeta que se encuentra con un aviador en la Tierra, abandonado en el desierto del Sahara. El jovencito le cuenta al aviador sus aventuras en los seis planetas que ha visitado antes de llegar hasta allí y que en el suyo cuida una rosa y tiene que luchar contra los boababs. El principito, después de otros encuentros en la Tierra, regresa a su planeta. Para muchos, Consuelo sería en El principito la rosa que cautivó al joven extraterrestre.
En el año 2000 cuando Francia preparaba los fastos del centenario del nacimiento de uno de sus grandes héroes se hizo público un manuscrito de Consuelo, la última esposa de Saint Exupéry, en la que relataba con amargura su vida junto al escritor: un hombre, egoísta, infantil, cruel, negligente, avaro, derrochador, que la hizo sufrir con sus ausencias y amantes. Consuelo había fallecido en 1979 y está enterrada en París junto a su segundo marido, Enrique Carrillo y dejó aquél manuscrito inédito. El hallazgo fue un jarro de agua fría para un público deseoso de rescatar uno de sus grandes héroes a quién deseaban aplaudir a rabiar durante las celebraciones.
En 2011, Marie-Hélène Carbonel profesora de Letras Hispánicas en el Centro Universitario Mediterráneo de Niza escribió una biografía de quien fue la segunda esposa del célebre escritor: Consuelo de Saint-Exupéry, una novia vestida de negro. Consuelo Suncín Sandoval atrajo a hombres como Saint-Exupéry, el ministro de Educación mexicano José Vasconcelos, el escritor guatemalteco Enrique Gómez Carrillo y al escritor y premio Nobel Maeterlinck, además de una larga colección de distinguidos amantes. Escritora, escultora, periodista y pintora, llevó una vida insólita para su época. Marie-Hélène defiende la tesis de que la rosa que tose y padece asma protegida por una campana de cristal en El principito, es Consuelo. Las otras cinco mil rosas serían mujeres que Saint-Exupéry conoció, pero que no valían nada para él. Según Marie-Hélène, la famosísima obra del escritor francés fue un acto de contrición y de arrepentimiento.
El escritor tenía un modo de ver el mundo muy particular, como si lo observase desde la cabina de un avión. Muchas veces, escribía mientras volaba. Los restos de su avión los encontró un buzo en las costas de Marsella, en el año 2000 y se recuperaron en 2003. Aunque un piloto alemán, Horst Rippert, declaró en 2008 que había derribado su avión, es un hecho sin confirmar, por lo que las causas que hicieron que su aparato cayera al mar no se conocen con certeza.
Muchas gracias. Esto me ha hecho mucho bien.
De nada, Guillermo
Yo trabajé en Air France – Barcelona en mis primeros años de trabajo. Entonces Consuelo parecía vivir en Barcelona ya que venía alguna vez a la agencia situada en el Pº de Gracia, 63 a reservar sus billetes. Yo pude verla en una ocasión, ya era una mujer anciana -a mi modo de ver puesto que yo estaba en los veinte y pocos- aunque no desprovista de un gran atractivo.
Gracias por tu anotación Griselda