Jackie Cochran y las aviadoras

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Cuando Estados Unidos decidió arrebatarle a la Unión Soviética el liderazgo espacial, la NASA seleccionó a 7 astronautas para su proyecto Mercury, en 1959. El presidente Einsenhower impuso como condición que los futuros astronautas tenían que ser pilotos de reactores con un mínimo de 1500 horas de vuelo lo que excluía forzosamente a las mujeres, ya que la Fuerza Aérea aún no las admitía en estas unidades. Los aspirantes además debían “poseer condiciones  físicas excepcionales, ser intelectualmente superdotados y ser capaces de trabajar en equipo y solos…”.

El doctor William Randolph Lovelace II trabajó en el diseño de las pruebas físicas y sicológicas a las que había que someter a los candidatos. Cuando finalizó el proceso de selección, en 1960, quiso averiguar si las mujeres serían capaces de soportar las mismas pruebas que habían pasado los 7 elegidos por la NASA. La agencia espacial no tenía ningún interés en el proyecto del médico y Lovelace buscó financiación privada.

Jackie Cochran estaba casada con Floyd Bostwick Odlum, abogado, financiero y dueño de una inmensa fortuna. Pero, Jackie, además de ser rica por su matrimonio con Odlum gozaba del reconocimiento público de ser la primera aviadora del país y una mujer que había luchado desde su juventud por la integración de la mujer en el mundo de la aviación. El doctor Lovelace la conocía personalmente y estaba seguro de que no había en Estados Unidos nadie que pudiera tener más interés que ella en financiar su proyecto en el que pretendía demostrar que las mujeres eran igual de aptas que los hombres para el trabajo de astronauta.

La vida de Cochran no había sido fácil. Su nombre de soltera fue Bessie Lee Pittman y se casó embarazada muy joven, a los catorce años, con Robert Cochran un mecánico de aviación. Cuatro años después se divorció y regresó a la casa de sus padres que vivían modestamente en una pequeña ciudad del noreste de Florida: DeFufniak Springs.  Su hijo murió en un trágico accidente. De su primer esposo le quedaría para el resto de su vida el apellido, Cochran.

Bessie empezó a trabajar en una peluquería en Pensacola y poco después se trasladó a Nueva York donde le ofrecieron un buen puesto en un elegante salón de belleza de la Quinta Avenida. Bessie cambió su nombre por el de Jackie y a partir de entonces inició una nueva vida en la que no guardó ningún sitio para un pasado que trató de ocultar hasta su muerte.

En 1930, cuando tenía 24 años,  voló por primera vez con un amigo. La experiencia la emocionó profundamente.  Jackie empezó a tomar lecciones de vuelo en el aeródromo Roosevelt. Durante aquella época conoció a Floyd Bostwick Odlum, catorce años mayor que ella, con quien contrajo matrimonio en 1936.

Desde una posición económica muy desahogada, Jackie Cochran se entusiasmó con la aviación y junto con Amelia Earhart peleó para que en la famosa competición aeronáutica Bendix se permitiera que participaran las mujeres.  Esta competición se celebraba anualmente, patrocinada por el fundador de la corporación que llevaba su nombre, Vincent Bendix, y su propósito era favorecer el desarrollo de aeroplanos más seguros, fiables y rápidos.  En 1938, Jackie fue la ganadora  a bordo de una aeronave Severksy P-35 haciendo la travesía de Los Angeles a Cleveland en 8 horas y 10 minutos.

En 1938, a los 32 años, Jackie había acumulado un número considerable de records y trofeos aeronáuticos y estaba considerada como una de las mejores pilotos femeninas de su país. Entre sus records figuraba el de ser la primera mujer que había volado a través del océano Atlántico pilotando un bombardero. Esta misión la llevó a cabo como miembro de la organización Wings for Britain que se dedicaba  transportar aviones fabricados en Estados Unidos al Reino Unido.

En septiembre de 1940 Cochran envió una carta a Eleanor Roosevelt para proponerle la creación una organización similar a la Air Transport Auxiliary (ATA), del Reino Unido. La ATA tenía como misión cubrir los servicios de transporte de los aviones militares entre los aeródromos operativos y los centros de mantenimiento, así como efectuar transportes urgentes de pasajeros o material y equipamiento. Eran tareas de soporte a las unidades que efectuaban misiones de combate en el frente. Los pilotos de la ATA permitían que la Royal Air Force (RAF) contara con más efectivos en el campo de batalla al no tener que distraer parte de su dotación humana en esos menesteres. Se trataba de una iniciativa civil, integrada, en un principio, en la línea aérea BOAC y en la que trabajaron pilotos que no poseían la cualificación para volar las misiones de la RAF, debido a su edad o a la falta de entrenamiento. A lo largo de la guerra, la ATA contó con 1245 pilotos, hombres y mujeres, de 25 países, que operaron 147 tipos distintos de aeronave. Las primeras 8 mujeres de la ATA se incorporaron el día de año nuevo de 1940 y empezaron a trabajar bajo las órdenes de Pauline Gower.  Su paga era un 20% inferior a la de los hombres. Sin embargo, Pauline luchó para que sus muchachas tuvieran los mismos emolumentos que los varones y en 1943 la ATA implantó un sistema de igualdad de oportunidades para todos  sus empleados. A lo largo de la segunda guerra mundial en la ATA se alistaría un total de 168 mujeres, entre las cuales estuvieron Amy Johnson y Jackie Cochran.  El principal papel de Jackie Cochran fue el de reclutar y preparar mujeres estadounidenses para la organización.

Jackie continuó ejerciendo presión para conseguir que las mujeres se integraran de algún modo como pilotos en la Fuerza Aérea. Había perdido a su mejor aliada, Patricia Earhart, cuando desapareció en el Pacífico en 1939, pero Cochran no se desanimó. El teniente general de la Fuerza Aérea de su país, Henry H. Arnold, Hap, tuvo en cuenta las recomendaciones de Cochran y le pidió que se desplazara a la ATA con un grupo de aviadoras estadounidense para estudiar con más detalle su funcionamiento. En marzo de 1942, la norteamericana se presentó en la organización británica con 25 paisanas suyas con licencia de piloto que habían pasado las pruebas que ella misma diseñó.

En agosto de 1943 el general Arnold autorizó la constitución del Women Airforce Service Pilots (WASP), compuesto por pilotos de sexo femenino,  al que se le asignaron funciones de entrenamiento y de transporte de aeronaves .  Jackie Cochran fue nombrada directora del WASP que estableció su base en Sweetwater, Tejas. Centenares de mujeres acudieron al centro tejano para recibir entrenamiento, bajo la supervisión de la famosa piloto.

Cuando finalizó la segunda guerra mundial, Jackie ingresó en la reserva de la Fuerza Aérea estadounidense.  En 1953 en el lago Rogers Dry, en California a bordo de un Sabre F-86 que pidió prestado a la Fuerza Aérea de Canadá traspasó la barrera del sonido. El comandante Chuck Yeager la había animado a hacerlo y, al igual que él fue el primer hombre que voló más rápido que el sonido, Jackie sería la primera mujer supersónica. Chuck y Jackie mantuvieron una estrecha amistad durante el resto de sus vidas. Siete años más tarde, el 6 de junio de 1960, la intrépida piloto voló en un A3J Vigilante a una velocidad de Mach 2 con lo que se convirtió en la primera mujer que viajó dos veces más deprisa que el sonido.

Durante los últimos veinte años, desde 1940 a 1960, Jackie había acumulado más trofeos, records de distancia, velocidad y altitud, títulos y honores aeronáuticos, que ninguna otra persona, mujer o varón, en todo el mundo. También había luchado por conseguir la igualdad de derechos de la mujer en el mundo aeronáutico. Sin embargo, en 1960, en Estados Unidos las mujeres no podían ingresar en la escuela militar de pilotos de combate ni ser astronautas de la NASA.

El perfil de Jackie encajaba a la perfección para convertirse en la patrocinadora del proyecto del doctor Lovelace, una iniciativa privada que únicamente pretendía demostrar que las mujeres podían llevara a cabo misiones espaciales, exactamente igual que los hombres. El médico tampoco quería ir mucho más allá y Cochran accedió a financiar la iniciativa.

Lovelace invitó primero a Jerrie Cobb, una experimentada piloto, para que participara en el proyecto. Jerrie consiguió pasar las tres fases de las pruebas. Después, con la ayuda de Jerrie, revisó más de 700 expedientes de voluntarias y seleccionaron a 19, de las que 12 pasaron las pruebas físicas que se habían hecho a los futuros astronautas durante la fase I.  Para realizar las pruebas de las fases II y III se necesitaba material, reactores y equipo militar, ubicado en la Naval School of Aviation Medicine, en Pensacola, Florida. Pocos días antes de la celebración de los test correspondientes a estas fases, la Marina denegó el permiso y exigió un requerimiento formal de la NASA para autorizar el uso de sus instalaciones.

Jerry Cobb y Jane Hart, otra de las participantes, escribieron al presidente Kennedy y fueron recibidas por el vicepresidente Johnson, pero no consiguieron que las pruebas se reanudasen. El 17 y 18 de julio de 1962 se celebraron audiencias públicas ante un subcomité del comité de Ciencia y Astronáutica en el que se investigó la posibilidad de discriminación de género, aunque dicha práctica en Estados Unidos no fue ilegal hasta la promulgación del Acta de Derechos Civiles de 1964. Cobb y Hart testificaron a favor de los beneficios del proyecto de Lovelace. Los representantes de la NASA, entre los que figuraban los astronautas John Glenn y Scott Carpenter,  afirmaron que según los criterios establecidos por la propia agencia espacial las mujeres no podían acceder al puesto de astronauta, lo cual era cierto porque tenían que ser pilotos de reactores  de combate. Quizá la nota más disonante en aquella disputa la aportaría la propia Jackie Cochran, que a pesar de haber contribuido económicamente a la financiación del estudio, manifestó su preocupación de que la puesta en marcha de un programa para seleccionar astronautas femeninos podría demorar el proyecto de la NASA. Sus declaraciones, en las que de algún modo apoyó la negativa a revisar la decisión que excluía a las mujeres como astronautas y poner en marcha un programa para incluirlas en el proyecto Mercury,  pudo estar condicionada por las presiones que recibió de los republicanos. Jackie militaba en el partido republicano, era amiga personal de Einsenhower y argumentó- no sin razón- que un retraso en el programa Mercury no era compatible con los intereses de la nación. Otros piensan que Cochran no quiso poner en peligro su condición de “primera aviadora” de su país, título que una astronauta le hubiera arrebatado inmediatamente.

Después de las audiencias el subcomité no tomó ninguna decisión. Las 13 mujeres de Lovelace pasarían a la historia como las del Mercury 13 para marcar el paralelismo con los 7 hombres del Mercury 7, aunque ellas, regresaron a sus puestos de trabajo y sus casas y no viajaron al espacio a pesar de que el doctor Lovelace demostró que podían hacerlo.

El asunto de las astronautas volvió a saltar a la opinión pública el 16 de junio de 1963, cuando una mujer rusa, Valentina Tereshkova  a bordo de la nave espacial Vostok IV,  comentaba con sus colegas de la agencia espacial soviética: “Veo el horizonte. Un azul pálido, una hermosa banda. Es la Tierra ¡qué hermosa! Todo va bien.”  Fue la primera mujer que viajó al espacio y la Unión Soviética volvía a demostrar su liderazgo y su capacidad para integrar a la mujer en el mundo aeronáutico. La NASA tuvo que aprender la lección, aunque le costó hacerlo porque la doctora Sally Ride, la primera astronauta estadounidense que viajó al espacio,  lo hizo en 1983 con veinte años de retraso.

Cochran murió en su rancho de California el 9 de agosto de 1980, cerca del aeropuerto que utilizó habitualmente y que hoy lleva su nombre: Jaqueline Cochran Regional Airport.

de Francisco Escarti Publicado en Aviadoras

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