Volar con pequeños globos de helio

Matt Silver-Vallance Balloonbloke

Matt Silver-Vallance

El pasado mes de abril, Matt Silver-Vallance tardó una hora en volar desde la isla de Robben a Ciudad del Cabo, unos 6 kilómetros, colgado de 160 pequeños globos de helio. Es un travesía sobre un mar cuyas aguas están infestadas de tiburones.

Durante el vuelo la dirección del viento debía mantenerse entre 230 y 310 grados y no soplar con una fuerza superior a 5 metros por segundo (18 km/h); estas condiciones suelen darse después del paso de un frente de baja presión. Su equipo de apoyo contaba con 6 estaciones meteorológicas en la costa para determinar el momento idóneo en el que se tenía que iniciar el vuelo. Sin embargo, el viento no siguió la secuencia que los organizadores imaginaron y Matt voló una trayectora distinta a la que esperaba, que lo llevó más al norte. Se posó sobre una lancha de salvamento poco antes de llegar a la costa, en vez de hacerlo en la playa como había previsto.

Matt nació en Ciudad del Cabo en 1976. Empezó a trabajar en Australia como vendedor de material médico y después se trasladó al Reino Unido donde continuó sus actividades comerciales en el sector hospitalario. Hace cuatro años decidió emprender la aventura de cruzar el mar con unos globos con el objetivo de recaudar fondos para la construcción del Hospital de niños de la fundación Nelson Mandela en Johannesburgo. En África hay 4 hospitales que atienden una población de 450 millones de niños. La fundación pretende construir un hospital con 200 camas, en el que ningún niño sea rechazado por no poder pagar el tratamiento.

Nelson Mandela estuvo durante muchos años en la prisión de la isla Robben, el lugar desde donde Matt voló hasta Ciudad del Cabo. Casualmente, poco después de que el intrépido aerostero llegara a su destino, Nelson Mandela- a sus 94 años- salió del hospital en donde había recibido tratamiento para curarse una neumonía.

Matt no es el único en haber utilizado pequeños globos para volar. El jueves de la semana pasada, 12 de septiembre, Jonathan Trappe despegó de Caribou, Maine, sujeto por 370 globos de helio. Su objetivo era, ni más ni menos, que cruzar el océano Atlántico. Una travesía de 4000 kilómetros, que tardaría en recorrer de tres a cinco días, y que en función del viento podía aterrizar prácticamente en cualquier lugar entre Noruega y Marruecos, aunque las predicciones meteorológicas aventuraban que lo más probable es que aterrizara en Europa occidental. Trappe y su equipo llevaban unos cien días esperando que la meteorología le resultara favorable.

No es la primera vez que Jonathan vuela suspendido de pequeños globos de helio, ya cruzó el Canal de la Mancha en 2010 y ha volado sobre los Alpes. Tampoco es la primera vez que alguien atraviesa el Atlántico Norte en globo, el primero y último que lo hizo en solitario fue Joe Kittinger un oficial de la Fuerza Aérea estadounidense, en 1984, pero con un aeróstato más convencional. Ni siquiera así es una aventura fácil ya que cinco personas han perdido la vida en viajes similares, quizá por eso Joe Kittinger se desplazó hasta Caribou para despedir a Trappe.

Las veces anteriores Trappe había volado en una silla de oficina, sujeta a los globos, pero para cruzar el Atlántico se colocó sobre una pequeña balsa salvavidas de color amarillo. Llevaba lastre para liberarlo y ganar altura y para descender tenía que soltar globos o reventarlos. El plan de vuelo contemplaba alcanzar alturas de hasta unos 7,6 km.

El jueves pasado, unas 12 horas después del despegue, Jonhatan mandó un mensaje…hmm esto no parece Francia… Acababa de aterrizar en Newfoundland, Canadá. Parece que Trappe no pudo estabilizar la altitud del vuelo. El conjunto de globos ascendía a unos 7000 metros para después bajar hasta la superficie del océano, sin que su piloto fuera capaz de mantenerlo a nivel. Después de recorrer 350 millas su equipo y él decidieron abortar la misión a las 06:30 de la tarde.

Trappe pasó la noche en su inhóspito lugar de aterrizaje, a unas 5 millas de la carretera más cercana. El viernes, una periodista de la cadena CBC Newfoundland-Labrador, Lindsay Bird, acudió a rescatarlo en un helicóptero. Nunca me he sentido tan contento de ver a la prensa, le dijo Trappe; también le comentaría que se estaba quedando sin lastre demasiado pronto, por lo que tuvo que elegir entre aterrizar el jueves en aquellos bosques solitarios o caer en el océano el viernes.

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