Alexander Graham Bell, el inventor del teléfono, creo la Aerial Experiment Association (AEA) el 30 de septiembre de 1907, con el objetivo de desarrollar una máquina de volar, en la que participaron dos jóvenes ingenieros, Casey Baldwin y John McCurdy, un fabricante de motores de Hammondsport, Glenn Curtiss, y el teniente Thomas Selfridge del ejército de Estados Unidos. La esposa de Bell, Mabel, aportó los fondos para el proyecto. Los Wright aún no lo habían volado en público y tardarían en hacerlo. En un tiempo récord, de menos de seis meses, el equipo de Bell tenía un avión listo para volar: el Red Wing
La AEA no tuvo ningún reparo en anunciar el día, el lugar y la hora, en la que el Red Wing tenía previsto volar sobre el lago Keuka. El 12 de marzo de 1908, a pesar del frio, una multitud se congregó en las orillas del lago, en Hammondsport, y los más atrevidos se acercaron al Red Wing, apoyado en sus patines sobre el hielo. El equipo de Glenn sujetó el aparato por las alas mientras arrancaban el motor y la hélice ganaba vueltas; luego, al escuchar la señal convenida lo soltaron y el aparato se deslizó sobre el hielo con rapidez. Después de una carrera de unos 200 pies levantó el morro y empezó a volar, al tiempo que la muchedumbre lanzaba una exclamación. Voló a una altura de unos 15 pies, nivelado y estable, durante un tiempo en el que los asistentes contendrían la respiración, hasta que un ala tocó con la punta el hielo y el aparato giró violentamente sobre sí mismo doblándose el ala y la cola. Casi inmediatamente, Casey salió, ileso, de la estructura que había quedado deformada por completo. Curtiss y McCurdy midieron la distancia recorrida por el aparato en vuelo: 318 pies y 11 pulgadas. El vuelo del Red Wing pasaría a ser el primero hecho en público en el cielo de Estados Unidos y también se declararía como la trayectoria más larga jamás volada por un aeroplano, en su primera prueba.
Dos días más tarde, el Aero Club of America, homenajearía a los héroes de la AEA en un banquete en Nueva York, con la asistencia de unas doscientas cincuenta personas. Alexander Graham Bell acapararía la atención de los asistentes y, aunque no pensaba intervenir, se levantó para aclarar que el éxito del vuelo pertenecía a sus compañeros de la AEA, sentados con él en la misma mesa y también hizo una referencia a su esposa, Mabel, ya que «era la primera vez que una mujer tomaba una participación activa en un experimento aeronáutico de éxito».
Genial iniciativa rescatar la Historia y hacerla entretenida y accesible. Bravo!
Gracias-Thanks, Jimmy