Clara Campoamor y los aviones

Es el rostro de Clara Campoamor pintado en el timón de dirección del avión de la aerolínea Norwegian. Al igual que más de ochenta personajes como el explorador Amundsen, la actriz Greta Garbo o la escritora Karen Blixen, la imagen de la sufragista española viaja por toda Europa en la cola de los aviones de la compañía aérea sueca. Y no es la primera vez que esta defensora de los derechos de la mujer se ve implicada en asuntos relacionados con la aviación.

Ocurrió en 1933, a bordo de un avión de Líneas Aéreas Postales Españolas (LAPE). Ese año, el 21 de noviembre, las españolas votarían por primera vez en unas elecciones generales, gracias en buena medida, a Clara Campoamor que en 1931 había sido elegida diputada. Sus dos únicas compañeras en el Parlamento, Victoria Kent y Margarita Nelken, habían mostrado muchas reticencias para apoyar el voto femenino ya que consideraban que favorecería a las derechas. El uno de octubre de 1931, Clara se enfrentó en la sede parlamentaria a una de sus compañeras:

«Señores diputados: lejos yo de censurar ni de atacar las manifestaciones de mi colega, señorita Kent, comprendo, por el contrario, la tortura de su espíritu al haberse visto hoy en trance de negar la capacidad inicial de la mujer. Creo que por su pensamiento ha debido de pasar, en alguna forma, la amarga frase de Anatole France cuando nos habla de aquellos socialistas que, forzados por la necesidad, iban al Parlamento a legislar contra los suyos».

La votación parlamentaria acerca del sufragio femenino se resolvió con 161 votos a favor y 121 en contra. Eso había sucedido en 1931, pero estamos en 1933, a bordo de un avión de LAPE con seis pasajeros a bordo a punto de despegar del aeropuerto de Lisboa (Alverca). Uno de ellos es Clara Campoamor. Su estado anímico no parece muy bueno, quizá debido a discusiones y problemas internos con su partido, el Partido Radical de Lerroux.

El avión es un trimotor Fokker FVIIb/3m, con tres motores. Un aparato de madera que ha quedado obsoleto desde el accidente que tuvo en Bazaar (Kansas), en el que falleció el famosísimo entrenador de fútbol americano Knute Rockne, hace ya dos años. En la cabina el comandante Pedro Tonda prepara el despegue mientras el mecánico, Yagüe, efectúa otras comprobaciones.

Nada más despegar, Tonda nota cómo el avión se inclina con fuerza hacia la derecha y tiene que estabilizarlo. Yagüe puede ver que durante el ascenso han perdido la rueda izquierda del tren de aterrizaje que se ha salido de su eje. El comandante decide que va a continuar el vuelo hasta Madrid, porque prefiere efectuar la toma de emergencia con menos combustible y además la pista del aeródromo de Getafe es más larga que la de Alverca. No llevan radio a bordo y no puede informar a su compañía de que aterrizará en Madrid con una rueda de menos, así que decide dar la vuelta y sobrevolar el aeródromo de Lisboa para que el delegado de LAPE vea en qué situación se encuentra y telegrafíe la novedad a la central. Eso es lo que hace.

Ni Clara ni el resto de los pasajeros advierten lo que está pasando. Quizá les extrañe la maniobra del piloto, pero han volado pocas o ninguna vez. Las sensaciones dentro de aquella cabina ruidosa, en la que penetra el olor de los gases de escape del aparato y se perciben las vibraciones de su estructura, es lo bastante cautivadora como para preocuparse poco por otras cosas.

La velocidad de crucero del Fokker es de 180 kilómetros por hora por lo que el viaje a Getafe dura unas tres horas, o algo menos por el viento en cola dominante, y transcurre sin mayores percances. Cerca ya del aeródromo de Getafe, Yagüe se presenta en la cabina de pasajeros para asegurarse de que todos se pongan el cinturón de seguridad. Clara se rebela:

—Señorita, haga el favor, debe abrocharse el cinturón.

—No creo que sea necesario. Tengo una absoluta confianza en los pilotos de esta compañía.

—No lo dudo, pero debe hacerlo, es obligatorio.

—Ya le he dicho que no.

—Mire, insisto, son normas y aquí soy la autoridad.

—¿Autoridad? ¿Eso se lo dice a una representante del pueblo español…?

A Yagüe se le acaba la paciencia y sujeta a la pasajera para abrocharle el cinturón a la fuerza.

Tonda aterriza con suavidad, hace que el avión apoye la rueda derecha y lo mantiene en equilibrio hasta que ya, casi sin velocidad, se desploma sin que los pasajeros sean conscientes de lo que ha ocurrido. Abandonan el avión. Clara está furiosa.

El director de LAPE, Cesar Gómez de Lucía, se había enterado de lo que pasaba y está en Getafe. Sale al encuentro de Clara Campoamor, que protesta airadamente. Después, con las explicaciones, los ánimos se serenan.

Aquel fue un mal año para la defensora de los derechos de la mujer. Campoamor no salió elegida en las votaciones de noviembre de 1933, a pesar de su decisiva contribución para que las mujeres pudieran votar por primera vez en España.

Tras la guerra civil española, en 1939 los aviones de LAPE pasaron a Iberia y de algún modo esta empresa sucedió a la primera. Muchos años después las aerolíneas de este país tuvieron la oportunidad de hacer un pequeño gesto en memoria de la extraordinaria mujer que fue Clara Campoamor: un avión A340 fue bautizado con su nombre.

2 comentarios el “Clara Campoamor y los aviones

  1. Buen post sobre anécdotas aeronáuticas y, creo, que bien traído para recordar el carácter de autoridad que da la Ley a los comandantes… no hay que olvidarlo.

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