Ramón Franco fue uno de los españoles más famosos de todos los tiempos. Idolatrado por el pueblo, vitoreado y zarandeado por las masas, tras su legendario viaje con el Plus Ultra, se convirtió en una estrella mediática de primera magnitud.
En 1926, con los capitanes Julio Ruíz de Alda y Juan Manuel Durán y el mecánico Pablo Rada, efectuó un vuelo de Huelva a Buenos Aires a través del Atlántico Sur. Hizo escala en Las Palmas, Porto Praia y Fernando de Noronha; de allí voló a Recife ya en el continente americano y después siguió por la costa hasta Buenos Aires haciendo escalas en Río y Montevideo. Franco había salido de Huelva el 22 de enero y llegó a Buenos Aires el 10 de febrero. Su vuelo a través del Atlántico Sur fue el primero de los grandes raids de los pilotos españoles y el más celebrado y popular de todos ellos.
La historia ha maltratado la figura de Ramón Franco, que siempre se ha visto distorsionada por ser hermano del dictador que gobernó España durante casi cuarenta años. Muchos de sus biógrafos han utilizado a Ramón para afear la figura del general. Su primera esposa contó su vida con el aviador para desmentir las falsedades que Pilar, hermana de Ramón, divulgó sobre ella y sus relaciones con el piloto. Alguien allegado a la familia Franco, y después de haber fallecido Ramón, encargó la elaboración de un dossier que se recrea en la descripción de la supuesta vida sórdida y libertina que llevó durante su primera juventud la segunda esposa de Ramón. De su muerte han circulado maledicencias que van desde el asesinato por orden de su hermano a la ejecución, por venganza, organizada por la masonería. De su vida se ha insinuado, sin la menor prueba, la paternidad de la que fue hija de su hermano Francisco. Se le ha responsabilizado de los bombardeos, en la Guerra Civil Española, sobre Barcelona, cuando existen pruebas de que estas misiones las realizó la aviación italiana en cumplimiento de órdenes recibidas de Mussolini. Fascista para unos, rojo y comunista para otros, malquerido por casi todos los políticos republicanos y monárquicos de su época, Ramón Franco, uno de los españoles más aclamados y famosos de la historia, finalizó sus días aislado en el estrecho círculo familiar de su segunda esposa y su hija. Y después de su muerte se convirtió en un recuerdo incómodo para casi todos.
En mi biografía, Ramón Franco el aviador, he procurado recuperar la figura del militar, del célebre piloto, del revolucionario, del político y del aviador, tal y como fue, al margen de cualquier otra consideración. He tratado de reconstruir su vida con precisión, a partir de centenares de artículos de prensa, sus propios escritos, lo que de él dijeron sus contemporáneos y otros documentos. Y en ese largo descubrimiento de su figura me he encontrado con un militar que peleó en África cuerpo a cuerpo con los moros en las arenas del desierto, un piloto de hidroaviones, un famosísimo aeronauta, un temerario revolucionario, un político arrinconado y, al final de su vida, un simple aviador. Todo eso fue Ramón Franco, en una época convulsa de la historia española, recién nacida la aviación en el mundo.
Aquí voy a limitarme a comentar brevemente su condición de aeronauta y la pregunta que me hago es ¿qué hizo Ramón para alcanzar su merecida fama? En realidad hizo lo mismo que Louis Blériot, o Charles Lindbergh: volar por primera vez entre dos lugares emblemáticos. Ramón atravesó el Atlántico Sur. Aunque los portugueses Sacadura Cabral y Gago Coutinho ya lo habían hecho antes, su vuelo fue diferente al de Ramón, porque tuvieron que efectuar largas paradas y emplearon varios aviones. Sin embargo, a diferencia de Ramón los portugueses utilizaron la navegación astronómica para orientarse durante su viaje. Gago Coutinho empleó un sextante de precisión, inventado por él. Ramón nunca supo manejar bien las técnicas de navegación astronómica. En el viaje a Buenos Aires utilizó un radiogoniómetro para situarse en las recaladas, después de horas de navegación a estima. Durante ese viaje se hubiese perdido un par de veces, de no ser por el radiogoniómetro que llevaba a bordo. Cuando trató de volar alrededor del mundo, confiado, no montó en el avión un gonio y en la primera etapa se despistó y terminó con su hidro en el mar. No llegó ni a las Azores. No es aventurado decir que su desmesurada fama pudo alcanzarla gracias a la suerte.
Pero no hay muchas diferencias entre Ramón Franco, Louis Blériot y Charles Lindbergh. Cuando el francés despegó de Francia para cruzar el Canal nadie de su equipo había reparado en montarle una brújula y el famoso piloto preguntó a su ayudante en tierra: ¿dónde está Dover? Por allá, le respondió el desconcertado jefe de campo, a la vez que señalaba con la mano en dirección oeste. Antes de avistar la costa inglesa, Blériot voló completamente desorientado en la bruma, hasta que localizó sobre el mar unos barcos cuyas estelas le marcaron la dirección a seguir. Y desde luego fue una casualidad que Lindbergh se topara con la costa francesa después de volar más de 30 horas, con niebla, tormentas y a veces rozando las crestas de las olas del océano. Llevaba brújulas, cronómetros, derivómetros y en los tramos en los que podía ver el cielo trataba de orientarse con las estrellas. Lindbergh no hizo uso de la navegación astronómica, que en aquella época ya utilizaban muchos aviadores. Después de su travesía sobre el Atlántico Norte, Lindbergh estudió las técnicas de navegación astronómica y no volvió repetir un vuelo con poca visibilidad y de larga duración sin hacer uso de ellas.
Y saco a colación este asunto porque hay quien desmerece a Ramón Franco, el aeronauta, por estas cuestiones de la navegación, sin saber que, puestos a hacer de menos, también deberían cuestionarse las figuras de Lindbergh y Blériot.
Ramón Franco el aviador (Libro)