Los primeros servicios de transporte aéreo de pasajeros los suministró la empresa DELAG, en Alemania, con dirigibles fabricados por el conde Zeppelin. De 1910 a 1914 transportó unos 34 000 pasajeros, la mayoría en vuelos de demostración, pero más de 10 000 fueron clientes de pago. A lo largo de esos años los vuelos se realizaron sin que hubiera que lamentar la pérdida de ninguna vida humana. DELAG tuvo que interrumpir sus servicios cuando estalló la I Guerra Mundial y los reanudó después de la contienda hasta 1935, año en el que los canceló definitivamente, tras el accidente del dirigible Hindenburg.
Sin embargo, el transporte aéreo en aeronaves de ala fija tuvo sus orígenes en Estados Unidos, entre San Petersburgo y Tampa. Abram Pheil, ex alcalde de San Petersburgo, pagó 400 dólares en la subasta previa al vuelo, para convertirse en el primer pasajero de pago de las aerolíneas comerciales. El 1 de enero de 1914, el piloto Tony Jannus voló con Pheil en el pequeño hidroavión diseñado por Thomas Benoist a través de la bahía de Tampa. Tuvieron que amerizar porque se les paró el motor, pero volvió a arrancar enseguida. El vuelo inauguró los servicios de la línea aérea que había promocionado un vendedor de motores de barcos, apasionado por la aviación: Percival Elliot Fansler.
El 1 de enero de 1914, Fansler anunció en San Petersburgo, ante una multitud de más de 3000 personas, que el transporte de pasajeros en hidroavión, a través de la bahía de Tampa, sería el comienzo de una gran actividad en todo el mundo. No se equivocaba del todo, cien años después, en 2014, unos ocho mil millones de personas se subieron a unos cien mil aeroplanos, en nuestro planeta; pero, la línea de San Petersburgo tuvo que cerrarse cuatro meses después de su inauguración por falta de clientela.
El pequeño hidroavión que inauguró el transporte aéreo fue un Benoist modelo 14, construido en San Luis. Su diseñador y fabricante produjo más de 100 aeronaves de hasta 17 tipos diferentes entre 1910 y 1917 con un espíritu que lo siempre los distinguiría: “cada tuerca, tornillo, cable, madera, y pieza de tela, es examinada, verificada y probada, antes de que se incorpore a nuestras máquinas…”. Convencido de que “los cielos se llenarían de aerovías transportando pasajeros y carga”, Thomas W. Benoist fue un pionero de la seguridad aeronáutica.
El Benoist 14 pesaba 567 kilogramos, medía 8 metros de largo y tenía una envergadura de 13 metros. Llevaba un motor de 75 caballos, con 6 cilindros, refrigerado por agua con el que alcanzaba una velocidad de unos 103 kilómetros por hora. Los largueros y las costillas de las alas eran de madera de abeto y el casco estaba construido con tres planchas, también de la misma madera, separadas por capas de tela. Las alas se cubrían con tela. En la cabina cabía el piloto y un pasajero.
El piloto que transportó al alcalde sobre la bahía de Tampa, el 1 de enero de 1914, trabajaba para la empresa de Benoist y se llamaba Antony Habersack Jannus, otro pionero de la aviación. Había aprendido a manejar una avión hacía tan solo 3 años en 1911 y, en 1912, pilotó la aeronave desde la que, por primera vez en la historia de la aviación, un hombre se lanzó en paracaídas desde un biplano de Benoist. El paracaidista fue el capitán Albert Berry y el histórico salto tuvo lugar cerca de la ciudad de San Luis, en Estados Unidos, el 1 de marzo. Al año siguiente, Jannus, volvió a ocupar la primera página de los periódicos cuando voló con la actriz Julia Bruns y unos meses más tarde otra vez protagonizaría una gran noticia con su vuelo sobre la bahía de Tampa, llevando a bordo el primer pasajero de la St Petersburg-Tampa Airboat Line. De febrero a Abril de 1914, Jannus realizó para la línea aérea vuelos en la misma ruta, dos veces al día con la excepción de los domingos. Cuando la compañía de Florida cerró sus operaciones aéreas, Jannus empezó a trabajar para Glenn Curtiss, otro gran fabricante estadounidense de hidroaviones. El oficio de piloto de pruebas, en su nueva empresa, lo llevó a Rusia y allí falleció en 1916, en un accidente aéreo sobre el Mar Negro, cuando entrenaba a pilotos rusos a bordo de su aeronave: un Curtiss H-7.
La Cámara de Comercio de San Petersburgo financió el 50% de los gastos de la línea aérea durante los tres primeros meses. Los billetes se vendían a 5 dólares y la carga pagaba lo mismo por cada 100 libras de peso. Se extendieron los vuelos a otras poblaciones: Sarasota, Bradenton y Manatee. La empresa incorporó otro aeroplano y, Rogers, un hermano de Jannus se encargó de su pilotaje. Fansler dirigió la línea aérea con un gran entusiasmo, tratando de inspirar confianza al público: «no hay más riesgo de accidente en uno de estos aviones que en un automóvil, el hidroavión apenas se separa más de metro y medio del agua». Las alternativas al vuelo de San Petersburgo a Tampa, que duraba unos 24 minutos, eran 12 horas de tren o dos horas y media en barco, descontando el viaje en automóvil que, con las carreteras de la época, era impredecible. Sin embargo, el tráfico cayó cuando los residentes de invierno en Florida empezaron a moverse hacia el norte. En total transportaron 1205 pasajeros sin que ocurriera ningún percance significativo, antes de que en abril, por falta de rentabilidad, se cancelaran las operaciones.
Cien años después, en 2014, la IATA (Asociación Internacional de Líneas Aéreas) mandó construir una réplica del Benoist para conmemorar el primer vuelo de la historia del transporte aéreo. La asociación encargó al piloto acrobático Kermit Weeks que volara con la copia del Benoist la histórica ruta, pero al aviador le resultó imposible hacer que la réplica abandonase el agua. A última hora el avión se sustituyó por un Hoffman X-4, un anfibio similar al Benoist, con el que se emuló el famoso vuelo.
El primer avión de pasajeros y la primera línea aérea comercial, estaban destinados al fracaso, al igual que tantos primeros reducidos a las páginas del Guinness y estos recordatorios. Sin embargo, son forzosamente necesarios.
Asombrosa duración de este servicio, cría que había sido más efímero y es largo para la época y la tecnología en uso. Siempre al inicio de mi vida me causó más asombro el zepelín que el avión, y luego con la canción de los Beatles.. hasta cuando vi estallar aquella cosa en un documental y ahí se quemó mi asombro.