François Alabrune patentó en el año 1942 una ingeniosa modalidad de transportar carga entre dos aeronaves. La ventaja es que podrían despacharla en un punto, como si se tratara de un helicóptero, aunque la maniobra no es sencilla. A partir de esta idea, un misionero se las ingenió para entregar (y recoger) mercancías a los indios huaorani, en la década de 1950, en la Amazonía de Ecuador. De algún modo todo esto ha influido para que en su magnífico blog Great bustard’s flight Manolo publicara un post, El despegue eléctrico y los misioneros aviadores, y yo dedicara unas cuantas horas a enterarme de la vida de los indios que terminaron con la vida del pastor Nate Saint. Trataré de regresar a la primera frase en unos cuantos párrafos.
Los huaorani viven en el Yasuní. Es una zona protegida, en la que conviven los aborígenes con madereros, colonos y explotaciones petrolíferas. Desde hace ya tiempo, hay varios grupos de huaorani que decidieron mantenerse en contacto con el mundo exterior; sin embargo, unos 300 individuos que se denominan Tagaeri-Taromenane, viven voluntariamente aislados en la selva amazónica. Hoy, los que coexisten con los invasores de la selva, se agrupan en chozas a orilla de las carreteras que comunican las instalaciones petroleras, o pueblan pequeños núcleos, más apartados, en la selva tropical. Los huaorani son guerreros, cazadores, que no saben conservar la carne fresca y necesitan vastos espacios para capturar animales y recoger frutos silvestres. Los grupos contactados «quieren seguir viviendo su cultura en libertad, en sus tierras ancestrales y dejar ese territorio y su historia para sus hijos y sus nietos». Al menos, así es como lo expresan, cuando se quejan del progresivo achicamiento y deterioro de su espacio vital, el Yasuní, por culpa de las explotaciones petrolíferas, los madereros y los colonos. Sin embargo, nadie sabe mucho de los no contactados, los taromenane, que viven aislados y con quienes, los huaorani contactados han protagonizado algunos incidentes muy violentos durante los últimos años. En marzo de 2013 dos ancianos huaorani fueron asesinados por los taromenane y la represalia se saldó con una matanza en la que perdieron la vida unos 15 individuos de este último grupo.
En septiembre de 1955, el misionero evangélico Nate Saint y su esposa Marjorie, sobrevolando la selva tropical, descubrieron un poblado huaorani. Con el apoyo de otros hermanos, decidieron mantener en secreto el hallazgo y poner en marcha un plan para establecer contacto con los indígenas. Contaban con la ayuda de una muchacha huaorani, que se había escapado de su poblado después de que asesinaran a sus padres; hablaba el idioma de su pueblo y vivía con la hermana de Nate. Para ganarse la confianza de los huaorani Nate decidió volar sobre el poblado todos los jueves y lanzarles algunos regalos. Inventó una técnica que consistía en volar en círculos muy cerrados al tiempo que desde el avión hacía bajar un cubo sujeto a una cuerda que procuraba mantener en el mismo lugar. Era una maniobra difícil, para la que se requería una gran habilidad, pero Nate aprendió a ejecutarla con precisión. Durante tres meses les hicieron llegar, machetes y otros utensilios, y también recibieron regalos, que los huaorani dejaban en el cubo tras recoger los suyos: piezas de madera talladas, loros vivos, rabos de mono cocidos… El martes 3 de enero de 1956, lo misioneros decidieron aterrizar en una franja de arena, que orillaba el río, cercana al campamento huaorani para instalarse allí y contactar con los indígenas. Al parecer, consiguieron que una mujer, un hombre y una adolescente visitaran su campamento. Al domingo siguiente los huaorani mataron a los cinco misioneros de la expedición que fueron atacados por sorpresa. Más tarde, uno de los guerreros justificó el ataque porque en todas sus relaciones con los hombres blancos se habían producido muertes y lo lógico era que aquellos individuos pretendiesen engañarlos con sus regalos.
Dos años después de la muerte de los misioneros, la hermana de Nate, Rachel, y la viuda de otro misionero, Elisabeth Elliot, consiguieron autorización de los huaorani para irse a vivir con ellos. Los indios comprendieron que la matanza había sido un error al darse cuenta de que su ataque no fue repelido con violencia con las armas de fuego que portaban sus enemigos. Steve Saint, hijo de Nate, creció en contacto con las personas que acabaron con la vida de su padre. Misionero, como su progenitor, Steve, pasó en el Amazonas varios meses con su mujer y sus hijos y escuchó de la boca del jefe huaorani, en 1995, el relato de lo que había ocurrido en enero de 1956.
La habilidad de Nate Saint para manejar su aeronave y dejar un cubo sobre el suelo, en la selva amazónica, se inspira en la maniobra de François Alabrune. El francés la diseñó para que la ejecutaran dos aeronaves. En el gráfico puede verse una descripción de la misma y quizá se entienda mejor si observamos la secuencia al revés, empezando por la última figura (Fig. 8). Dos aviones llevan una carga sujeta con dos cabos, entran en una maniobra espiral y la bajan hasta situarla sobre un punto, inmóvil, mientras las aeronaves continúan girando; después, mediante otra maniobra espiral se sitúan, otra vez, una tras otra. Tampoco parece algo sencillo. Hay quién sugiere que podría efectuarse con aeronaves no tripuladas. Es muy posible que Nate Saint nunca hubiese oído hablar de los drones ni de Alabrune; a él le interesaba llevar a los hombres el mensaje de su Dios, algo aún más complicado que la peligrosa maniobra aérea que le permitiría entregarles regalos a los huaorani.
Muchas gracias Francisco. Una historia muy buena y una maniobra muy original la de Albrune. Te enlazo esta entrada al final de mi artículo para que la gente lea la historia completa.
Un cordial saludo
Manolo
Gracias, un saludo Manolo