El primer mandatario de la Unión de las Repúblicas Soviéticas, Nikita Kruschev, quería que el 3 de noviembre de 1957 su agencia espacial sorprendiera al mundo con un gran lanzamiento espacial; deseaba celebrar así el cuadragésimo aniversario de la Revolución Soviética. Apenas habían transcurrido unos días desde que el brillante ingeniero de la agencia soviética, Serguéi Koroliov, había inaugurado la era espacial con la puesta en órbita del primer satélite construido por el hombre: el Sputnik 1. Estados Unidos se había quedado rezagada en la nueva competición que se abría entre las dos grandes potencias por la conquista del espacio.
La insistencia de Kruschev obligó a los ingenieros de Koroliov a improvisar un nuevo proyecto con el que no contaban. Y en cuestión de unas pocas semanas el Sputnik 2 tomó forma. Los soviéticos decidieron que pondrían en órbita, por primera vez en la historia espacial, un ser vivo: una perra de unos 6 kilogramos de peso. Diseñaron la cápsula del Sputnik 2, que tenía forma cónica con dos metros en la base y 4 de altura, para que alojase 3 compartimentos. En el superior colocarían los detectores de radiación, en el intermedio un transmisor para balizar la posición del satélite y en el inferior: a la perra.
Los rusos no eran los únicos que realizaban experimentos en el espacio con animales. Los primeros fueron los estadounidenses, especializados en preparar a monos para estos menesteres. El 11 de junio de 1948 un simio, Albert, murió a bordo del cohete V2 que alcanzó 63 kilómetros de altura en un vuelo suborbital. Fue el primer primer mono que viajó en un cohete. A continuación lo haría una saga de Albertos (hasta Albert V), que no sobrevivieron a los experimentos por diferentes causas, aunque cruzaron la altura que se considera la frontera en donde comienza el espacio (100 kilómetros), sin entrar en órbita. Pero los estadounidenses, desanimados, en 1957 no estaban muy convencidos de que valía la pena gastar más dinero con los ensayos del profesor Werner von Braun, el padre de las V2 alemanas al servicio del gobierno de aquél país, hasta que el Sputnik 1 conmocionó a la opinión pública del mundo entero.
A los soviéticos les resultaba más fácil entrenar perras que monos. Cuando decidieron poner en órbita uno de estos animales ya habían efectuado experimentos con ellos en vuelos suborbitales. Vladimir Yazdovsky y Oleg Gazenko eran los científicos encargados de entrenar a las perras. Seleccionaron a tres para la misión orbital: Laika, Albina y Mushka. Albina ya había volado antes. Laika era una perra callejera que capturaron en las calles de Moscú. Estos perros estaban acostumbrados a una existencia muy dura: sufrían las inclemencias del tiempo y pasaban hambre. A Laika (Ladradora), la llamaban también con otros nombres: Rizadita, Pequeño Insecto, o Limoncito. El entrenamiento empezaba acostumbrando a la perra a vivir en espacios muy reducidos, como el que tenía que soportar durante la misión espacial. También se las sometía a fuertes aceleraciones, en centrifugadoras, para comprobar que eran capaces de soportarlas.
Días antes del lanzamiento, las perras tuvieron que ser intervenidas quirúrgicamente para que les colocaran sensores debajo de la piel que capaces de captar, en todo momento, su presión arterial, el ritmo cardíaco y la frecuencia respiratoria.
Laika fue la seleccionada para el vuelo orbital. Era una misión de la que se sabía que no regresaría jamás. En la cápsula espacial dispondría de oxígeno, un sistema para eliminar el dióxido de carbono, equipamiento para mantener la temperatura a unos 15 grados, bolsas para los excrementos y la orina, comida abundante en estado gelatinoso y los dispositivos de captura de sus constantes vitales. El espacio físico era muy escaso, hasta el punto de que el animal no podría girar sobre sí mismo. El plan oficial consistía en que, transcurridos unos días, se le practicaría la eutanasia sirviéndole alimentos envenenados.
El 3 de noviembre de 1957 Laika despegó del cosmódromo de Baikonur. El ritmo respiratorio del animal se multiplicó por cuatro y su frecuencia cardíaca pasó de 103 pulsaciones por minuto a 240. Después de 3 horas en estado de ingravidez las pulsaciones de Laika retornaron a su valor inicial. Las variaciones de las constantes vitales y los tiempos de recuperación indicaron que la perra sufrió un nivel de estrés mayor del que acusaba cuando en los ensayos en tierra se veía sometida a las mismas aceleraciones. Las información recibida del satélite indicó que Laika había empezado a comer, pero al cabo de cinco o siete horas el animal dejó de transmitir señales de vida. Un problema de aislamiento térmico en la cápsula fue el responsable de la muerte anticipada de Laika.
Sin embargo, durante muchos años se especuló sobre lo que realmente le había ocurrido a la primera perra astronauta de la Historia. La Unión Soviética, al principio, no lo aclaró. Hasta que en el año 2002 Dimitri Malashenkov explicó, en un Congreso Internacional del Espacio en Houston (Texas), que Laika pereció en la cuarta órbita, debido a temperatura excesiva en el compartimento donde viajaba, ya que no pudieron resolver el problema de refrigeración desde tierra.
A lo largo de 5 meses el Sputnik 2 seguiría describiendo órbitas alrededor de la Tierra hasta el 14 de abril de 1958 día en que, después de la vuelta número 2570, entró en la atmósfera terrestre y se desintegró con los restos de quien fue su tripulante, Laika, a bordo.