El insólito viaje de von Lettow-Vorbeck al corazón de África en el dirigible LZ-104 (1917)

Lettow-VorbeckPaulvon

General Paul von Lettow-Vorbeck

Karen Blixen (conocida también como Isak Dinesen), la autora de Memorias de África, conoció a Paul von Lettow-Vorbeck, en abril de 1914, cuando viajaban en el mismo barco al este de África. Ella se dirigía a Kenia y él a Tanzania, para incorporarse al nuevo destino que le había asignado el Ejército Imperial Alemán. En la plenitud de su vida, a los 44 años, Lettow-Vorbeck impresionó a la escritora danesa y entre los dos surgió una amistad que duraría el resto de sus vidas. Karen Blixen diría, años después, que nunca había conocido a nadie que representara, mejor que él, lo que fue la Alemania Imperial.

Cuando estalló la I Guerra Mundial, en agosto de 1914, las instrucciones que recibió el gobernador de las colonias alemanas del África Oriental fueron las de tratar de mantener la neutralidad, pero los británicos decidieron atacar la ciudad de Tanga en noviembre de 1914. Lettow-Vorbeck organizó la defensa con sus escasos recursos y la inesperada ayuda de enjambres de abejas salvajes, que atacaron a los soldados indios del ejército británico, cuando marchaban hacia la ciudad, después del desembarco. Fue su primera victoria y le proporcionó la moral y los fusiles, ametralladoras y municiones que necesitaba su maltrecho ejército de askaris para sobrevivir. A partir de aquel momento, el militar alemán sabía que su misión principal sería la de obligar a que los británicos mantuvieran un importante contingente militar, alejado del frente europeo, para defender sus colonias en África Oriental.

Su ejército, conocido como Schuztruppe, estaba compuesto por varias docenas de oficiales alemanes y llegó a contar con 14 000 guerreros nativos (askaris), disciplinados y fuertemente motivados. Lettow-Vorbeck hablaba la lengua de la región, el suajili, y solía decir a sus soldados que allí todos eran africanos; desde el principio supo ganarse el respeto y la admiración de sus hombres. Los objetivos militares de la Schuztruppe eran las líneas de comunicaciones y el ferrocarril, algunos fuertes, y conseguir del enemigo el armamento y las provisiones que necesitaba para operar; era un ejército de guerrilleros. A pesar de la superioridad de las fuerzas enemigas, el militar alemán consiguió hostigar a sus adversarios y obligarles a mantener un importante contingente bélico, de unos 50 000 soldados, en sus territorios coloniales africanos del Este hasta finales de 1917. El resto de las colonias africanas de Alemania cayeron muy pronto en manos de los aliados.

En octubre de 1917 Lettow-Vorbeck ganó la batalla de Mahiwa, en la que sus fuerzas perdieron 519 hombres y las de los británicos 2700. El éxito le valió el ascenso al generalato, pero las consecuencias de aquella victoria serían desastrosas para su ejército que se quedó sin municiones y perdió una tercera parte de sus efectivos. El general necesitaba con urgencia, balas y ametralladoras, porque no podría resistir otro ataque británico.

La decisión que se tomó en Berlín para auxiliar a las tropas africanas no tenía precedentes. El plan consistía en enviar al corazón de África, uno de aquellos gigantescos zepelines de la Armada Imperial, cargado de provisiones, en un viaje sin retorno. La idea de enviar ayuda a Lettow-Vorbeck había surgido de la mente de un alemán, prisionero de guerra en África y repatriado por la Cruz Roja, el doctor Zupitza, que venía insistiendo en los círculos políticos, desde hacía tiempo, acerca de la necesidad de socorrer a las tropas alemanas que aún luchaban en África. Los militares llegaron a la conclusión de que el único modo de abastecer al ejército de Lettow-Vorbeck era enviando un gran dirigible. La empresa Zeppelin recibió el encargo de construir dos nuevos dirigibles, especialmente concebidos para esta misión; sin embargo, la operación exigía que el káiser la aprobara y eso no sucedió hasta el 30 de octubre de 1917.

El zepelín LZ-104, que para la Armada Imperial sería el L-59, había sido diseñado para realizar vuelos de largo recorrido (16 000 kilómetros). Era el segundo de la nueva clase de zepelines (Afrika), de la que se construyeron únicamente dos ejemplares. El primero, LZ-102 (L-57), salió de la fábrica de Friedrichshafen el 9 de septiembre de 1917 y, al mes siguiente, el 7 de octubre se incendió durante la maniobra de entrada en el hangar; afortunadamente no hubo víctimas, pero el dirigible no sobrevivió al accidente. El segundo, LZ-104 (L-59), se construyó en la fábrica de Staaken y voló por primera vez el 19 de octubre de 1917. Eran los dos dirigibles más grandes que jamás se habían construido, su longitud alcanzaba los 226,5 metros, el diámetro del cuerpo era de 23,9 metros, pesaban en vacío 27 400 kilogramos y podían transportar una carga de 52 100 kilogramos; en los depósitos cabían 21 700 kilogramos de combustible; su velocidad máxima superaba los 100 kilómetros por hora y en régimen de crucero volaban a 80 kilómetros por hora. Sin embargo, los cinco motores Maybach de 240 HP suministraban, con sus hélices, un empuje insuficiente para las dimensiones de aquellos gigantescos aparatos que controlaban a bordo, con dificultad, 22 tripulantes.

El LZ-104 se cargó con fusiles, ametralladoras, cartuchos, medicinas, equipamiento médico y de comunicaciones, material de repuesto, ropa, víveres y agua potable, a lo que hubo que añadir el peso del lubricante y combustible para el viaje que ascendía a unas 23 toneladas y otras 9 toneladas de agua. Como el dirigible no regresaría a Alemania, la envoltura del zepelín se emplearía para hacer tiendas de campaña y prendas de abrigo, con las bolsas que almacenaban el hidrógeno se podrían confeccionar sacos de dormir, los motores servirían para alimentar los generadores eléctricos y la estructura de duraluminio para construir edificaciones: un hospital y barracas. Todo podría ser de utilidad para las tropas de aquel general que luchaban en solitario,
El LZ-104 se desplazó de Staaken a Yambol, en Bulgaria, que era la base que tenía la Armada más próxima a su destino y en la que se disponía de los recursos necesarios para hacer los preparativos del largo viaje. Allí se hizo cargo del zepelín el capitán Ludwig Bockholt, un oficial con experiencia en el mando de dirigibles que para esta misión contaría con una tripulación de 22 voluntarios. De acuerdo con el insólito plan, el LZ-104 tendría que volar hasta una planicie en la meseta del Makonda, sin hacer ninguna escala (6700 kilómetros).

Después de un intento frustrado debido al mal tiempo, el dirigible despegó de Yambol el 16 de noviembre, pero otra vez la meteorología adversa y, lo que fue peor, el fuego de la fusilería turca que creyó que se trataba de un dirigible enemigo, le obligó a regresar después de haber recorrido unos 1500 kilómetros. Por fin, el 21 de noviembre, a las cinco de la madrugada, el LZ-104 inició su histórico vuelo. Sobrevoló Esmirna, Éfeso y Rodas, cruzó el Mediterráneo hacia el sur, en medio de una tormenta eléctrica, y avistó la costa africana en el golfo de Sollum. Después navegó sobre el Sahara para alcanzar el valle del Nilo en Wadi Halfa. Desde allí siguió el curso del gran río hasta situarse a unos 200 kilómetros al oeste de Jartún. Los dirigibles jamás habían sobrevolado el desierto. Durante el día la temperatura aumentaba la presión de las celdas de hidrógeno, se dilataban, y era difícil mantener al dirigible a su altura de crucero que era de 800 metros; a lo largo de la noche ocurría lo contrario. Las térmicas que producían corrientes de aire ascendentes, la luz cegadora, el frío, los trabajos de mantenimiento de los motores, el control de la altura del dirigible y el manejo del lastre, harían que la vida de la tripulación a bordo fuese muy dura. Siempre había un motor parado, porque cada dos horas había que engrasarlo, con lo que el zepelín volaba normalmente con cuatro motores. Así fue hasta que se averió uno de ellos y el dirigible se impulsaba con tres.

Ludwig Bockholt y su tripulación habían recorrido la mitad del camino, aunque pensaban que lo peor había pasado, y tenían a la vista la confluencia del Nilo Blanco y el Nilo Azul, cuando el 23 de noviembre, el LZ-104 recibió un mensaje cifrado: “El último punto de resistencia de Lettow-Vorbeck, en Revala, se ha perdido. Toda la meseta del Makonda está en manos de los ingleses. Una parte de las tropas de Lettow ha sido hecha prisionera. El resto es perseguido hacia el Norte. Regresen inmediatamente”. La radio de a bordo podía recibir mensajes, pero el transmisor se había averiado y el LZ-104 no tenía la posibilidad de llamar a Berlín. La tripulación le pidió al capitán que no hiciera caso de la orden y que continuara con los planes iniciales, pero Bockholt se impuso y obligó a sus hombres a cumplir con las instrucciones que acababan de recibir por lo que dieron la vuelta y pusieron rumbo a Yambol. El vuelo de regreso resultó bastante más incómodo que la ida porque el dirigible, con menos combustible y lastre, pesaba menos y era más vulnerable a los cambios de temperatura entre el día y la noche, muy bruscos cuando sobrevolaron el desierto. En dos ocasiones, la tripulación se vio obligada a desprenderse de parte de la carga.

El 25 de noviembre, a las 8 de la mañana, el LZ-104 aterrizó en Yambol donde nadie lo esperaba. Tuvo que mantenerse sobre el campo de vuelo más de dos horas hasta que en tierra se prepararon para el aterrizaje. Fue el fin de un viaje aéreo, hasta entonces el más largo de la Historia, que había durado 95 horas, y en el que el dirigible recorrió 6757 kilómetros y cuando aterrizó aún le quedaba combustible para volar 64 horas más. Sin embargo, poca gente supo de él porque el vuelo se había mantenido en secreto, desde el principio. Aunque el viaje organizado por la Armada Imperial fue inútil, al menos sirvió para demostrar que los dirigibles podían efectuar vuelos de un recorrido tal que, tomando otro rumbo, la ciudad de Nueva York estaba al alcance de sus zepelines.

El viaje del LZ-104 pasó desapercibido ante la opinión pública hasta que finalizó la guerra. Entonces, un oficial del servicio de inteligencia británico, Richard Meinertzhagen, que había prestado sus servicios en El Cairo, dijo que el mensaje que hizo abortar la misión del zepelín alemán fue un “engaño”, enviado por los aliados, que habían descubierto el sistema de cifrado alemán. De otra parte, es cierto que entre los soldados británicos que luchaban en África circulaban rumores de que los alemanes tenían previsto enviar dirigibles para ayudar a Lettow-Vorbeck. Estas habladurías también se encargaron de difundirlas algunos prisioneros alemanes que hicieron los aliados y que luchaban con el general. La leyenda de que Alemania enviaría centenares de dirigibles con infantería suficiente como para liberar a los nativos de la opresión británica africana en sus colonias, prendió en algunos sectores de la población indígena y los aliados estaban al corriente de ello. También es posible que los británicos hubieran detectado la presencia del gran dirigible en el cielo africano y que trataran de evitar, con todos los medios a su alcance, que el zepelín llegara a su destino. Incluso, hubo prisioneros alemanes que confirmaron que los británicos estaban preparados para recibir al dirigible y vieron cómo tenían varios aviones listos para derribarlo cuando lo avistasen.

Por lo tanto, la revelación de Richard Meinertzhagen tiene sentido, y cabe la posibilidad de que el LZ-104 recibiera un falso mensaje enviado por la inteligencia británica. Pero, también es cierto que la misión del dirigible se retrasó, según estimaría el propio Lettow-Vorbeck, unas cuatro semanas y que en el frente alemán africano ocurrirían otros acontecimientos que terminarían por cambiar allí el escenario de la guerra.

Después de ganar la batalla de Mahiwa, la situación de la Schuztruppe era realmente crítica. Sin armamento ni municiones, con pocos oficiales y soldados y con las líneas de abastecimiento cortadas por el enemigo, Lettow-Vorbeck sabía que no vencería a los británicos en otro combate. Tampoco podía esperar más tiempo la llegada del dirigible y tomó la decisión de retirarse hacia el sur, abandonar Tanzania, cruzar el río Rovuma y entrar en la colonia portuguesa de Mozambique, peor defendida. Para aquella aventura no podía llevarse a los heridos ni a los enfermos, a los que tampoco sabían sus médicos cómo atender por falta de medicamentos. Los doctores examinaron a los soldados y seleccionaron a los que estaban en condiciones de soportar una marcha larga y difícil; el resto se rendiría a los británicos. Con 278 alemanes y 1600 askaris, el general emprendió la marcha hacia los territorios portugueses. Allí, en Negomano (Mozambique), el 25 de noviembre, consiguió apoderarse de una considerable cantidad de armamento munición y provisiones que le permitirían continuar con su actividad guerrillera.

La situación en el frente africano había cambiado y las tropas del general alemán no controlaban las llanuras en las que el LZ-104 tenía previsto aterrizar; de hecho allí, al parecer, ya lo esperaban los británicos. Lettow-Vorbeck transmitió esta información a sus superiores en Alemania. Era muy improbable que el dirigible pudiera hacer la entrega de su alijo a la Schuztruppe y, en Berlín, la Armada decidió frustrar la operación. El mensaje del mando alemán para que el LZ-104 abandonara su misión, enviado por radio desde la estación de Nauen, también figura en los archivos de guerra alemanes.

Ese día, el 25 de noviembre de 1917, los alemanes y los británicos parece ser que coincidirían en la conveniencia de que el LZ-104 regresara a casa. Fuera cual fuese el origen del mensaje que recibió el capitán Bockholt, todos, menos su tripulación, estuvieron de acuerdo en que debía volver a Yambol.

Después de la victoria de Lettow-Vorbeck en Negomano, contra los portugueses, las tropas del general apresaron un buque de vapor en un río, cargado de medicamentos. El general continuaría luchando, imbatido, casi durante otro año más. Cuando se firmó el armisticio no había perdido ninguna batalla y disponía de tropas y municiones para seguir combatiendo. Se entregó voluntariamente a los aliados el 25 de noviembre de 1918 en Mbala, una ciudad al norte de Zambia, con sus 155 oficiales alemanes, 1168 askaris y 3500 porteadores. En 1919, los soldados africanos alemanes, con su general, fueron aclamados por la población en un desfile que recorrió las calles de Berlín.

El LZ-104 corrió peor suerte, como todos los grandes zepelines alemanes. El 7 de abril de 1918 un submarino alemán informó a la Armada que el dirigible había caído envuelto en llamas en el mar Mediterráneo. Ludwig Bockholt y toda su tripulación perecieron en el accidente, provocado por un incendio cuando el zepelín se disponía a bombardear Malta.

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