En 1882 el ingeniero francés, Clément Ader, había ganado bastante dinero con los aparatos eléctricos de su invención y decidió dedicarse por completo a la aeronáutica. Nueve años después, había construido un aparato al que bautizó con el sugestivo nombre de Eole y consiguió permiso para probarlo en las instalaciones militares de Satory. Casi nadie pudo ver los resultados de las pruebas del Eole, porque la máquina sufrió un accidente y se dañó, pero con toda seguridad se sabe que apenas logró separarse de la tierra unos centímetros en un cortísimo y descontrolado vuelo. Sin embargo, Ader logró convencer al ministro de Guerra Freycinet y al general Mensier de que sería capaz de construir una máquina de volar si podía contar con 300 000 francos de su Gobierno. Las autoridades francesas creyeron en él y firmaron un convenio por el que Ader se comprometía, en un año, a suministrar una máquina de volar capaz de hacerlo durante seis horas, transportar carga de pago, y maniobrar a voluntad del piloto. A cambio recibiría el dinero que pedía, con independencia de los resultados, y más de un millón de francos si su invento cumplía con los requisitos impuestos. El convenio de Ader con el Gobierno se firmó en París, el 3 de febrero de 1892 y a mediados de 1894 el ingeniero había consumido los fondos, se había endeudado y los trabajos de construcción del aparato estaban retrasadísimos. Con muy poca fe, el 24 de julio de 1894 el general Mercier, que era el nuevo ministro del Aire, le concedería una ampliación de 250 000 francos para que terminara el trabajo. Cuando Clément Ader envió una carta al ministro de Guerra, general Billot, el 21 de julio de 1897- con cuatro años de retraso sobre el plan original- para decirle que el Avion 3 estaba listo para realizar las pruebas de vuelo, ya nadie creía en su proyecto. Por fin, el 14 de octubre de 1897, en presencia de los generales Mensier y Grillon en Satory, Ader en persona pilotaría el Avion 3. El comportamiento del Avion 3 no sería muy diferente al que ya había protagonizado el Eole, seis años antes y las pruebas finalizaron con un accidente del que el ingeniero salió ileso y la constatación de que la capacidad de vuelo del artefacto distaba mucho de las exigencias del convenio de 1892. A pesar de los intentos de Clément Ader por conseguir financiación adicional para reparar el aeroplano, el Gobierno de su país decidiría dar por concluido el asunto, después de dilapidar 600 000 francos.
Dic
27
2012
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