
El jueves 19 de noviembre de 2022 Robert Weyrk fotografió la estela luminosa que dejaba un pequeño asteroide mientras caía cerca del lago Ontario, en Canadá. El objeto celeste mediría algo así como un metro de diámetro. La irrupción de un asteroide de estas características en nuestra atmósfera no es un hecho excepcional: suele ocurrir cada dos semanas. Quizá lo extraordinario fue que desde hacía un par de horas la comunidad de astrónomos, que sigue los asteroides que orbitan en las proximidades de la Tierra, sabía que impactaría nuestro planeta en un punto situado entre el lago Erie y el lago Ontario, en Canadá. Según la Agencia Europea del Espacio (ESA) este es el sexto asteroide para el que los astrónomos, después de la detección, han sido capaces de predecir el lugar del impacto.
Dos meses antes de la llegada a la Tierra del asteroide 2022 WJ1, que así se llama el que fotografió Weyrk, la NASA logró desviar la trayectoria de otro asteroide, Dimorfos, al hacer que una de sus naves espaciales (DART) impactara contra el cuerpo celeste.
Son dos buenas noticias, en esta época de malas noticias: saber que somos capaces de predecir y hasta modificar las órbitas de asteroides peligrosos para la vida en la Tierra.
Imagino que durante los próximos meses seguiremos recibiendo noticias de asteroides que han detectado nuestros astrónomos y el lugar en el que estimaban que iban a caer que esperamos que coincida con el sitio en que se han estrellado. Serán rocas de alrededor de un metro de diámetro, las más pequeñas no las van a ver y más grandes suponemos que ya las han detectado, están bajo control, y sabemos que pasarán lejos.
De los asteroides más grandecitos, que están bajo control, el que nos va a dar un poco la lata se llama Apofis, un asteroide bautizado con el nombre del dios de los egipcios que gobernaba el caos. Descubierto en 2004, se prevé que pasará a unos 36000 kilómetros de la Tierra el 13 de abril de 2029. Eso es muy cerca: la distancia a la que orbitan los satélites geoestacionarios. Las últimas previsiones de los expertos apuntan a que Apofis no colisionará con nuestro planeta en los próximos cien años, pero en otros cálculos que se hicieron antes esa posibilidad no parecía tan remota. Este asteroide tiene un diámetro de 350 metros por lo que un impacto con la Tierra sería localmente desastroso, pero distaría mucho de alcanzar la magnitud de una catástrofe global como la que acabó con los dinosaurios hace 65 millones de años; aquél asteroide medía alrededor de quince kilómetros. Apofis podría organizar un resplandor como el asteroide que alcanzó el río Tunguska en la meseta siberiana el 30 de junio de 1908: el cielo de Londres se iluminó de pronto en plena noche y el ruido se escuchó en toda Rusia. Asoló una zona boscosa de más de dos mil kilómetros cuadrados.
Así es que, aunque Stephen Hawking decía que lo más probable es que la humanidad desaparezca debido al choque de un asteroide con la Tierra, parece que no será así.