En el año 2016 ocurrieron muchas cosas en los cielos de nuestro universo; algunas que me llamaron la atención fueron: la progresiva irrupción de los aviones no tripulados (UAV) en el mundo aeronáutico, los avances de la empresa de Elon Musk, Space X, en el ámbito espacial, el fin de la época de los Boeing 747-400, el reinicio de los vuelos de aerolíneas estadounidenses a Cuba, una vuelta al mundo de un solitario en globo y otra de un avión propulsado exclusivamente con energía solar; también, en este año que nos precede, han ocurrido hechos muy singulares como el rescate en avión de dos enfermos que se encontraba en una base de la Antártida, en pleno invierno austral, el lanzamiento desde un aeroplano de un individuo que cayó sobre una red en tierra, o el fin de los servicios de acompañamiento de la agencia medioambiental estadounidense, en aviones ultraligeros, a grullas trompeteras en sus migraciones otoñales.
Uno de los primeros acontecimientos del año 2016 lo protagonizaron dos estadounidenses, enzarzados en una singular pelea por el uso de un dron.
En enero, John Boggs, de Kentucky, denunció a William Merideth por derribar de un disparo a su avión no tripulado cuando el aparato sobrevolaba terrenos que pertenecían al segundo. Boggs reclama 1800 dólares en compensación por la pérdida de su robot y asegura que el dron se encontraba en un espacio aéreo público. No estaba del todo claro, a qué altura sobre una propiedad privada empieza el espacio aéreo público. La defensa de Merideth se basa en que el UAV se encontraba en una zona privada, en misiones de espionaje a su familia, lo que suponía un atentado contra su intimidad.
Meses después de la denuncia de Boggs, en agosto de 2016, la administración de Obama hizo públicas ciertas regulaciones sobre el uso privado de estos vehículos (UAV). Las operaciones se tienen que efectuar únicamente durante el día, a no más de 122 metros de altura, el peso de los UAV no puede exceder 25 kilogramos, el operador debe mantenerlos a la vista y no está permitido sobrevolar propiedades de terceras personas. Además, el operador tiene que pasar un examen de aptitud emitido en un centro aprobado por la Federal Aviation Administration (FAA). En Estados Unidos se estima que en el año 2016 se vendieron del orden de seiscientos mil UAV de uso privado y que en 2020 la flota del país se acercará a los tres millones de unidades.
Los UAV también han originado serios problemas, durante 2016, en el aeropuerto de Dubai, que ha tenido que ser cerrado por este motivo en tres ocasiones: junio, septiembre y octubre.
Si bien el uso privado de los drones es motivo de preocupación, el empleo de aviones no tripulados en misiones de guerra se viene incrementando, año tras año, y los utilizan casi la totalidad de las fuerzas armadas de nuestro planeta. Estados Unidos ha hecho un uso sistemático de estos ingenios para matar terroristas. Tanto es así que la organización American Civil Liberties Union ha solicitado al Gobierno estadounidense información detallada sobre las misiones contra personas de los UAV militares. Sin embargo, los jueces han resuelto este año pasado que es razonable pensar que la publicación de este tipo de información pondría en riesgo la seguridad nacional y por tanto es lógico que su divulgación se restrinja.
Pero no todo fueron problemas con los UAV en 2016. El 14 de diciembre, Amazon.com en el Reino Unido hizo llegar a la vivienda de un cliente su primer envío con un avión no tripulado: un reproductor digital de televisión y un paquete con palomitas de maíz. El despacho se produjo trece minutos después de que la empresa recibiera pedido.
La empresa Space X, del multimillonario Elon Musk, pretende abaratar el transporte espacial con vehículos reutilizables y facilitar así el movimiento de millones de seres humanos al planeta Marte. A lo largo de 2016 su proyecto de recuperar partes de los cohetes que lanza al espacio ha cosechado importantes éxitos. Su primer logro ocurrió en diciembre de 2015, cuando la primera etapa de su cohete Falcon 9 logró posarse en tierra después de cumplir su misión. Sin embargo, los dos intentos que se hicieron aquel año para recuperar cohetes sobre plataformas en el mar fallaron. En 2016, tras dos fracasos —el 17 de enero porque volcó el cohete después de posarse en la plataforma y el 4 de marzo porque el aterrizaje fue muy duro— el 27 de mayo la empresa logró posar suavemente, sobre una plataforma en el océano Atlántico a 680 kilómetros de las costas de Florida, la primera etapa del cohete Falcon 9 que acababa de poner en órbita un satélite.
Si el Falcon 9 de Space X representa el futuro del modo de transporte aéreo más ambicioso que jamás se halla planteado la humanidad, el Boeing 747 es el símbolo de un tiempo de esplendor caduco. El 14 de enero de 2016, Air France retiró de su flota los legendarios jumbos para lo que organizó un vuelo alrededor de Francia desde el aeropuerto Charles de Gaulle en París. Los 380 pasajeros, a bordo del vuelo 744, pudieron contemplar el Mont Blanc, el Mont Saint Michel, las costas normandas y fantásticas vistas de la campiña gala, antes de regresar a la capital francesa. Aviones de la Fuerza Aérea y del equipo de vuelos acrobáticos francés acompañaron al 747-400 mientras prestaba su último servicio. Los 68 jumbos de Air France han transportado a unos 250 millones de pasajeros durante los últimos cuarenta y dos años. Es el fin de una época.
El año que marca el ocaso de los 747 coincide con el reinicio de los vuelos comerciales entre Estados Unidos y Cuba. Las negociaciones de ambos gobiernos hicieron posible que el 28 de noviembre de 2016 American Airlines se convirtiera en la primera línea aérea que restablecía los vuelos regulares entre Estados Unidos y Cuba, interrumpidos desde hace más de cincuenta años. Desafortunadamente, justo el mismo año en el que el aeropuerto José Martí de La Habana recupera el tráfico con Estados Unidos, muchas compañías aéreas han decidido abandonar sus conexiones con Venezuela debido a la crisis económica que afecta al país.
Fedor Konyukhov es un aventurero ruso que ha ascendido un par de veces al Everest y ha explorado los dos polos terrestres. Tenía 64 años cuando se embarcó el 12 de julio de 2016 en un globo de aire caliente para circunnavegar la Tierra en solitario. No es la primera vez que alguien lo había hecho. El estadounidense Steve Fossett empleó en 2002 un total de 13 días en llevar a cabo la misma hazaña. El ruso despegó de Northam, en el oeste de Australia y aterrizó 11 días después en Bonnie Rock, también en el oeste de Australia. En su viaje ascendió a 10 000 metros y recorrió una distancia, alrededor de la Antártida, de 34 820 kilómetros. Fedor consiguió su objetivo de arrebatarle el record al americano.
El avión propulsado por energía solar, Solar Impulse 2, que en 2015 se vio obligado a interrumpir su vuelta alrededor del mundo debido a problemas técnicos, reanudó los vuelos el 21 de abril en Kaleola, Hawái; cruzó el Pacífico y aterrizó en San Francisco, California. Aún le quedaban varias etapas antes de llegar a su destino. La aventura de Bertrand Piccard y André Borschberg finalizó en Abu Dabi, el 26 de julio, al completar la última etapa de su circunvalación a nuestro planeta. De esta aventura ya he escrito en el blog. Al final resultaría una curiosa mezcla de aventura y exhibicionismo mediático que viene a demostrar lo difícil que resulta el uso exclusivo de la energía solar para propulsar una aeronave. El viaje fue posible gracias al centro de control de Mónaco, desde el que se analizó con detalle la situación meteorológica y su evolución para diseñar la trayectoria que debía seguir el aeroplano en todo momento.
La estación Amundsen-Scott en el Polo Sur ha operado durante 60 años y solamente tres veces un aeroplano ha aterrizado allí en pleno invierno austral. Tras 10 horas de vuelo, un De Havilland DHC-6 que había despegado de una base en la Península Antártica, logró aterrizar el 21 de junio de 2016 en la estación Amundsen-Scott. Su misión consistió en rescatar a dos personas indispuestas. Al día siguiente, el aeroplano regresó al punto de partida con los enfermos, después de otras diez horas de vuelo.
Hasta el mes de julio de 2016 nadie había saltado de un avión a 7620 metros de altura, sin paracaídas, para caer sobre una red en el suelo. Luke Aikins, un profesional del paracaidismo, saltó desde una avioneta y después de unos dos minutos de caída libre, durante la que alcanzó una velocidad de unos 190 kilómetros por hora, lo detuvo una red cuadrada de 30 metros de lado preparada para recibirlo. El suceso tuvo lugar en el Simi Valley, California, y es la primera vez que alguien realiza semejante ejercicio.
Pero quizá, uno de los hechos aeronáuticos más curiosos de 2016 está relacionado con las grullas trompeteras. Estas aves, en peligro de extinción, emigran cada año desde Wisconsin a las orillas del Golfo de México en Florida. Para guiarlas en su largo viaje y evitar en lo posible la pérdida de individuos la agencia medioambiental estadounidense ponía a su disposición un avión ultraligero que les indicaba el camino a seguir. Sin embargo, los expertos han llegado a la conclusión de que estas ayudas pueden limitar las capacidades de las aves para efectuar sus vuelos migratorios y 2016 será el último año que dispondrán de semejante apoyo. A partir de ahora volarán solas.
Feliz 2017.