Treintra y tres millones de vuelos, veintiún accidentes y novecientos noventa muertos. Estas son las cifras con que Aviation Safety Network cerró las estadísticas de accidentes aéreos (incluyendo sabotajes, secuestros y derribos) del año 2014. La organización viene recopilando datos de accidentes, de modelos de aeronaves certificadas para transportar más de 14 pasajeros, desde 1946. En 1970, primer año en el que sus tablas consignan el número de vuelos, se produjeron 1557 víctimas mortales en los 80 accidentes de los lo casi nueve millones y medio de vuelos que operaron las líneas aéreas ese año. Desde entonces los accidentes se han dividido por cuatro y los vuelos se han multiplicado por tres y medio. El número global de accidentes tiende a disminuir a la vez que los vuelos aumentan. La seguridad del transporte aéreo, año tras año, ha mejorado.
De la lista de accidentes del año 2014 concluimos que África y Asia son los continentes con mayor índice de siniestralidad, y que solamente una tercera parte de los vuelos accidentados transportaban pasajeros en vuelos regulares. La mayoría de los aviones que se perdieron eran cargueros.
Las estadísticas demuestran que las líneas aéreas europeas y estadounidenses de transporte regular de pasajeros, tienen un índice extraordinariamente bajo de accidentes, cuya singularidad provoca ─cuando se producen─ una gran conmoción y verdaderos aluviones informativos. Este ha sido el caso del vuelo de Germanwings cuyo segundo piloto, Andreas Lubitz, al parecer estrelló deliberadamente su avión contra las montañas de los Alpes franceses.
No es la primera vez que un piloto se suicida, o lo intenta, arrastrando con su acción a la muerte a todos o parte de los pasajeros y tripulantes de su avión. En 1982, el comandante Seigi Katagiri de Japan Airlines conectó la reversa de dos de los cuatro motores de su DC-8 cuando se aproximaba al aeropuerto de Haneda, en Tokio. El segundo piloto y el mecánico trataron de recomponer la situación, pero la aeronave cayó al agua varios centenares de metros antes de alcanzar la cabecera de la pista de aterrizaje. El accidente se saldó con 24 víctimas mortales y Seigi Katagiri declaró a la policía que pretendía suicidarse. El tribunal que lo juzgó decidió declararlo no culpable; Katagiri era un enfermo mental que necesitaba tratamiento. En 1994 un comandante de la Royal Air Maroc desconectó el autopiloto para lanzar su ATR-42 contra las montañas; los 44 personas a bordo fallecieron en el accidente. En 1997, los 97 pasajeros y 7 tripulantes del vuelo de Silk Air 185 también perdieron la vida cuando el avión se estrelló en el río Musi, al sur de Sumatra. La investigación del accidente que llevó a cabo la National Transportation Safety Board (NTSB) de Estados Unidos determinó que el avión fue derribado intencionadamente por el piloto. Las 217 personas a bordo del vuelo de Egypt Air 990, en 1999, cuyo comandante decidió quitarse la vida precipitando su aeronave en el océano Atlántico, también fueron víctimas de otro suicidio. Hace tan solo un par de años, un avión Embraer E-90, de la Mozambique Airlines, se estrelló en Namibia; los resultados de la investigación dieron a entender que la causa más probable del accidente, que costó la vida a todos sus ocupantes, fueron las actuaciones deliberadas del comandante.
Sabotajes, secuestros y suicidios de pilotos, son causa de accidentes en la aviación comercial (3,5%), desde hace muchos años. De los datos recopilados por la Aviation Safety Network puede deducirse que los accidentes aéreos y el número de víctimas mortales debidos a esta causa, acumulados durante los últimos diez años, también sigue una tendencia descendente desde el año 1992. De 1988 a 1992 alcanzaron un valor máximo en la historia de la aviación comercial, por encima de 2000 víctimas (diez últimos años); en el presente siglo, la mayor cifra es la del año pasado, con 313 víctimas.
Desde un punto de vista objetivo no hay ninguna razón para alarmarse: la estadística demuestra que los métodos y procedimientos que utiliza la aviación para mejorar la seguridad de las operaciones son eficientes. Que al desafortunado accidente de los Alpes le otorguen los medios una amplia cobertura puede tener sentido desde un punto de vista humanitario. Sin embargo, las muchas opiniones de tertulianos y aficionados o representantes de grupos con intereses propios, en materia de seguridad aérea, generan confusión y desinforman a la opinión pública. No es posible garantizar la seguridad al cien por cien, únicamente podemos fabricar máquinas, desarrollar procedimientos y seleccionar, formar y controlar al personal aeronáutico, de modo que cada vez la probabilidad de que se produzca un accidente sea menor. El análisis objetivo y exhaustivo de cada incidente y accidente forma parte de los procedimientos que la aviación aplica para mejorar la seguridad. Las medidas a tomar las recomendará la comisión investigadora. Es un sistema que funciona y lo avala la estadística.