Ya nadie se cree el histórico viaje de Domingo González a la Luna, a remolque de unos gansos, según nos contó el señor obispo de Hereford hace casi cuatrocientos años. Sin embargo, poco después de que finalizara la Guerra Civil en Estados Unidos el presidente del Gun-Club de Baltimore, Impey Barbicane, expuso a sus colegas que de acuerdo con sus cálculos era posible viajar a la Luna con un proyectil disparado por un cañón desde la Tierra. Un grupo reducido de expertos del club se puso a trabajar para determinar la dimensión exacta del cañón así como el tamaño del proyectil y el tipo de materiales y pólvora que había que emplear. Al mismo tiempo solicitaron fondos a los gobiernos de distintos países. Estados Unidos aportó 4 millones de dólares y el Reino Unido absolutamente nada. Al final consiguieron juntar los cinco millones y medio de dólares necesarios para realizar el proyecto.
Decidieron que el punto desde el que había que lanzar la cápsula espacial- a la que bautizaron con el nombre de Columbiad– estaba en Tampa, Florida, que viajaría una tripulación de tres astronautas, Ardan, Barbicane y Nicholl y que la nave espacial se haría en aluminio y pesaría 19 250 libras.
Para el lanzamiento del vehículo espacial había que construir un cañón de 274 metros con un calibre de 2,74 metros. Harían falta unas 122 toneladas de pólvora que ocuparían 61 metros en el alma del cañón. El cañón se construiría horadando la tierra. La cápsula estaría dotada de amortiguadores para absorber parte de la aceleración a la que estarían sometidos los astronautas durante el disparo.
Según los cálculos de los expertos, para llegar a la Luna hacía falta abandonar la Tierra con una velocidad de 11 kilómetros por segundo. Con el cañón se conseguiría alcanzar una velocidad de unos 12 kilómetros por segundo que considerarían suficiente para vencer la resistencia de la atmósfera cuyo efecto supusieron que era despreciable.
El Gun-Club consiguió llevar adelante sus planes y la nave se lanzó en el mes de diciembre. Después de un viaje de 242 horas y 31 minutos, en el que estuvo 48 horas en la órbita lunar, regresó a la Tierra, amerizando en el océano Pacífico en donde la recuperó el buque Susquehanna de la Marina de Estados Unidos.
Este viaje lo inventó el novelista francés Julio Verne y se publicó en dos libros, el primero de ellos De la Tierra a la Luna, en 1865, y el segundo Alrededor de la Luna, cinco años más tarde. El fotógrafo, aerostero, dibujante y aventurero francés, Gaspard-Félix Tournachon, conocido con el seudónimo de Nadar, fue quién contagió a Julio Verne su entusiasmo por la navegación aérea. Uno de los astronautas de la imaginaria nave del novelista, el Columbiad, Michel Ardan, lleva encriptado en su apellido el nombre del fotógrafo. Verne hizo un ejercicio técnico muy meritorio, aunque la presión y temperatura a que se sometería el obús lo hubieran convertido en una masa incandescente y en cualquier caso, los astronautas jamás podrían soportar aceleraciones del orden de unos 30 000 g.
Tuvieron que transcurrir unos cien años para que el hombre organizara otro viaje alrededor de la Luna y resulta que, al igual que en el Columbiad, también fueron tres los astronautas del Apolo 8: Anders, Borman y Lovell. El Apolo 8 fue el vehículo espacial que por primera vez orbitó alrededor de la Luna, como la nave de Julio Verne. Pero, las coincidencias no se acaban aquí porque el costo de la expedición del Gun-Club fue de unos 5 millones de dólares del año 1865 que trasladados a 1969 son unos 12 mil millones de dólares, una cifra similar a los 14 mil millones que costó el programa lunar norteamericano hasta el Apolo 8. La NASA lanzó el Apolo 8 desde un emplazamiento situado a unos 213 kilómetros del lugar que utilizaron los astronautas de Julio Verne y el vehículo espacial, hecho también en gran parte de aluminio, pesaba 26 275 libras, un poco más que el Columbiad. La agencia espacial estadounidense eligió el mes de diciembre para lanzar la tripulación del Apolo 8, que después de un viaje de 147 horas con 20 horas en la órbita lunar, regresó a la Tierra y fue recogida en el océano Pacífico por el buque Hornet de la Marina de Estados Unidos. Las coincidencias entre las dos misiones, separadas en el tiempo un siglo, son muchas.
El Apolo 8 fue la primera misión de la NASA en la que un vehículo espacial abandonó la órbita terrestre, viajó a la Luna, la circunnavegó diez veces y regresó a la Tierra. Fue una de las misiones preparatorias a la del Apolo 11, que alunizó el 20 de julio de 1969 para que Armstrong y Aldrin pudieran darse un paseo por la Luna delante de seiscientos millones de espectadores, una quinta parte de los habitantes que entonces tenía el planeta Tierra, que los estaba viendo en sus televisores. La nave del Apolo 11, el Columbia, tenía un nombre similar a la de los astronautas del Gun-Club (Columbiad). Pero, tampoco se acaban aquí las coincidencias.
Si bien es cierto que el viaje a la Luna de Michel Ardan es producto de la imaginación de Julio Verne, desde mediados de los años 1970 se ha desarrollado de forma insistente la “teoría de la conspiración”, según la cual los alunizajes tripulados a la Luna de la NASA son una gran farsa inventada por la agencia espacial. El promotor de esta teoría fue Bill Kaysing, un antiguo empleado de Rocketdyne, la empresa que construyó los motores del cohete Saturno V. Kaysing publicó un libro, en 1976, en el que explica que los astronautas de la NASA jamás pisaron la Luna porque las probabilidades de que la misión tuviera éxito se habían estimado en un 0,0017%.
Según Kaysing los motores de Rocketdyne F-1 no eran fiables y la primera etapa de combustión del Saturno V se montó con propulsores tipo B-1, más seguros, que se habían instalado en secreto, en el interior de las carcasas de los F-1. Los cinco propulsores únicamente podían suministrar la mitad de la fuerza de un solo F-1. La televisión transmitió la entrada de los astronautas en el Apolo, pero poco después, aprovechando “una pérdida de señal accidental”, abandonaron la nave y se instalaron en otra idéntica. El lanzamiento resultó, en apariencia normal, aunque el peso que levantaron los cohetes fue una veinteava parte del que se había anunciado. La nave espacial se situó en una órbita de “aparcamiento” y los astronautas fueron trasladados a unas instalaciones lunares en Nevada, a 80 millas de Las Vegas. Allí simularon el alunizaje y el paseo por la superficie lunar. Después los astronautas volaron a Hawaii para introducirse en el módulo de mando que se embarcó en un avión de transporte Lockheed C-5 Galaxy para ser lanzado en un lugar próximo al sitio en el que se encontraba el buque de rescate.
La teoría de la conspiración ha tenido un gran éxito y en algunas partes del mundo posee una gran credibilidad. Incluso en Estados Unidos, las últimas encuestas que se han hecho al respecto muestran que un 6% de la población cree en la “teoría de la conspiración”. Sin embargo, no parece muy probable que la NASA haya podido confabular a unas 400 000 personas que son las que de algún modo habrían tenido que convertirse en cómplices de la agencia para mantener la farsa. Además, hoy existen fotografías tomadas con posterioridad por organizaciones distintas a la NASA que muestran las huellas de la misión lunar del Apolo 11.
En cualquier caso, nuestro satélite la Luna, siempre ha tenido fama de mentirosilla y no estar en sus cabales, cuando decrece nos enseña una “c” y cuando crece una “d”, por lo que no debe extrañarnos que le acompañe la controversia.