Sir Hiram Maxim (III)

sir hiram maxim

Sir Hiram Maxim

Los enredos de un héroe

En septiembre de 1898, Hiram Maxim llegaría a alcanzar la categoría de héroe nacional, cuando en Omdurman el general sir Herbert Kitchener tuvo que enfrentarse, con un ejército de veintiséis mil soldados, a los cuarenta y cinco mil rebeldes Madhist que defendían la ciudad. Las ametralladoras de Hiram Maxim causaron quince mil bajas enemigas, generando el pánico entre los adversarios de los británicos que huirían desordenadamente. Las bajas del Ejército imperial no pasarían de quinientas. La victoria de Omdurman permitiría a los ingleses recuperar el control de Sudán. Sir Edwin Arnold escribiría en el Daily Telegraph un artículo que decía: «En la mayoría de nuestras guerras, ha sido el brío, la habilidad y la bravura de nuestros oficiales y hombres los que ganaron, pero en este caso la batalla fue ganada por un silencioso caballero científico desde Kent.» Durante unos días, Maxim ocupó el centro de todas las atenciones en el Reino Unido.

Un mes después de haber alcanzado la cima de la gloria, Maxim viajaría a Estados Unidos. Allí se encontraría de nuevo con uno de los monstruos de su vida anterior. El 7 de octubre de 1898 un policía, acompañado de Helen Leighton, se presentó en la habitación del hotel Manhattan de Nueva York donde se hospedaba Hiram Maxim, para detenerlo, después de que la mujer lo identificara. A la mañana siguiente, Maxim, con su abogado Gordon Battle, el policía y Helen, tomarían el tren para trasladarse a Poughkeepsie, una pequeña ciudad junto al río Hudson, a unas 70 millas al norte de Nueva York, lugar en el que residía Helen Leighton, para presentarse ante el juez. A Hiram Maxim, Helen, asesorada por su abogado Charles Morschauser, le acusaba de bigamia y desasistencia. Helen afirmaba, bajo juramento, haber contraído matrimonio con Hiram en 1878, cuando Maxim estaba casado con Jane Budden de quién tenía tres hijos, y después de vivir con él unos años la abandonaría en 1881, trasladándose a París, y dejándola completamente desasistida. El juez, vistos los cargos, le impuso a Maxim una fianza de mil quinientos dólares y dejó el caso, para que se viera una semana más tarde, el 14 de octubre.

Durante los días que siguieron, Helen, aconsejada por Morschauser, haría declaraciones a la prensa, contando con detalle su historia. Según la versión que daría Helen de su relación con Maxim, se habían conocido en un carruaje de transporte público en Nueva York. Durante los días que siguieron Maxim la invitaría a salir y se presentó a sí mismo como un hombre soltero que buscaba una relación seria. Después de un mes, a lo largo del cual Helen no consentiría que la relación pasara de lo propio en un noviazgo comedido, Maxim le propuso el matrimonio. Helen tenía entonces quince años, aunque su apariencia fuera la de una mujer mucho mayor, y la cabeza llena de ilusiones, por lo que muy pronto se imaginaría viviendo con Maxim en una extraordinaria mansión, rodeada de joyas y comodidades, junto a un hombre poderoso, bien situado y físicamente muy agraciado. El 28 de enero de 1878 la llevó a un magistrado de la calle 41 en Nueva York y allí se celebraría la ceremonia. Después de haber contraído matrimonio se irían a vivir al hotel Astor House durante una semana y de allí volvería a la casa en donde había vivido para después alojarse en residencias de las calles Herny, Willoughby y Warren de Brooklyn. El 26 de abril de 1879 nacería la hija que tuvo con Maxim, Romaine, cuando vivían en la calle Warren. Hiram dijo que no quería niños, que los odiaba y que sus viajes y su vida no les permitirían cuidar de ellos y a causa de este motivo terminarían dando a la pequeña Romaine en adopción. Cuando vivían en Brooklyn, Helen se enteró de la existencia de Jane Maxim, la otra mujer de Hiram, que tenía su casa relativamente cerca y vivía con sus tres hijos, en la calle Union, también en Brooklyn. Pero Hiram insistiría en que ella, Helen, era su única y verdadera mujer, que Jane lo había traicionado ya que en realidad tenía otro marido. Helen preferiría creerle. Durante aquellos años Hiram le presentaría amigos y familiares, siempre como esposa y residieron en varias ciudades, Nueva York, Saratoga, Bridgeport, Filadelfia, y Trenton. Un día, cuando vivían en la calle 22 en Nueva York, se dio cuenta, al volver a casa, de que su baúl estaba abierto y alguien había hurgado en el interior llevándose el certificado de matrimonio y cartas que Hiram le había enviado en las que se dirigía a ella como «querida esposa». En su declaración, Helen diría que más tarde Maxim le confesó que había sido él quien, después de hacer un molde de cera de su llave del baúl y duplicarla, le robó el certificado de matrimonio y las cartas, para privarla de las únicas pruebas que podía tener de aquél enlace. El motivo por el que Maxim habría cambiado de comportamiento sería Sarah. En 1881, Maxim viajaría a Europa con la idea de regresar después de seis semanas, pero esto no ocurriría. Helen reunió el dinero necesario para trasladarse hasta París y allí pudo conocer a Sarah. Helen se vería obligada a regresar a Estados Unidos y de Maxim obtuvo doscientos dólares y promesas que no cumpliría nunca por lo que durante todos aquellos años había tenido que vivir completamente desasistida mientras Hiram y Sarah disfrutaban de todas las comodidades y lujos que la vida podía proporcionar a una pareja. Pero, esta vez Helen estaba dispuesta a resarcirse, a poner a Hiram Maxim en el lugar que le correspondía y a obtener de él una recompensa por todas las desgracias que, por su culpa, había tenido que vivir. Helen dijo tener pruebas, cartas que había recibido de Hiram a lo largo de los años, así como evidencias de que Hiram había contribuido económicamente al sustento de su hija Romaine pagando a la familia que la había adoptado parte de los gastos de su formación e incluso cuidando personalmente de ella cuando estuvo en Inglaterra. Allí le había dicho a Romaine que no era hija suya y eso a Helen le había dolido inmensamente. Helen dijo que también tenía testigos, personas que habían visto su certificado de matrimonio y familiares directos de Hiram Maxim que testificarían a favor suyo.

Las declaraciones de Helen y su abogado Charles Morschauser harían que la prensa, durante aquellos días, pusiera a prueba los nervios de Hiram Maxim y la habilidad de sus letrados. Estos últimos, desesperadamente buscarían en los lugares donde Helen había trabajado, indicios de que hubiera ejercido la prostitución, y aunque los sitios no tenían muy buena reputación, ella había desarrollado en todos labores de limpieza.

A Maxim le vendría a ayudar su primera mujer Jane, que preferiría ponerse de su parte, porque Percy el mayor de los tres hijos de ambos estaba a punto de casarse y no quería ver mezclada a la familia en un escándalo.

De 1878 a 1881 las relaciones entre Jane y Hiram Maxim podían haberse deteriorado y los trabajos de Maxim, harían que tuviera que ausentarse durante meses fuera de la ciudad supervisando las instalaciones de alumbrado que montaba para su compañía. Concretamente, Helen dijo que después de nacer Romaine, en 1879, se trasladaron a Saratoga y efectivamente Maxim durante ese tiempo estuvo seis meses allí. Más tarde escribiría un artículo en el Times sobre la curiosa historia de una dinamo que instaló en esa ciudad y producía unas extrañas vibraciones capaces de atraer a los mosquitos. Comprobó que todos eran mosquitos machos, porque con el microscopio pudo observarles la antena en la cabeza, y pronto llegó a la conclusión de que se acercaban a la dinamo porque la vibración que producía tenía una frecuencia de entre 200 y 500 ciclos por segundo, igual que la del batir de las alas de las mosquitos hembra. Ese episodio, según Hiram Maxim, había ocurrido en Saratoga, en 1879. También es cierto que Maxim estuvo en Bridgeport. Sin embargo, resulta un poco complicado que Maxim presentara a Helen como su esposa, a sus familiares y amigos, al tiempo que mantenía oficialmente su otra esposa y tres hijos. Claro que en aquella época, no existían los transportes ni las comunicaciones actuales. En cualquier caso, la boda con Helen lo más probable es que fuera un fraude, porque a su abogado, Charles Morschauser, le resultó completamente imposible encontrar un documento que la avalara. Un fraude, en el sentido de que la montara Hiram Maxim para engañar a Helen. Sin los papeles de una boda, le iba a ser muy difícil al abogado de Helen demostrar la bigamia.

La vista del día 15 de octubre se iniciaría con la petición de las partes de que se viera primero lo relacionado con el abandono, porque cabía la posibilidad de que la acusación de bigamia fuera retirada. A la semana siguiente, la acusación decidiría retirar los cargos de bigamia y abandono, porque si no podía probar la bigamia le iba a ser difícil demostrar el abandono. Morschauser decidiría cambiar la vía penal por la civil, anunciando ahora un pleito por incumplimiento de compromisos adquiridos. La reclamación pasaría a ser una cuestión de cantidad que, en principio se cifraría en veinticinco mil dólares. El abogado de Hiram Maxim, Barton Weeks, conseguiría, un mes más tarde alcanzar un acuerdo fuera de los tribunales que, sorpresivamente, se limitaría a unos mil dólares.

Si bien los periódicos norteamericanos se hicieron eco y siguieron la disputa entre Helen y Maxim, los británicos se mantendrían al margen. A la sociedad puritana de la reina Victoria aquél asunto no podía gustarle nada y al liberal y comprensivo Príncipe de Gales no le importaba en absoluto, de forma que la prensa británica preferiría ignorarlo, quizá por no deteriorar la imagen de un personaje que ayudaba a vender periódicos con tanta eficacia, gracias a sus inventos e ideas extravagantes. Cuando Maxim regresó al Reino Unido, a finales de 1899, cumpliría veinte años de residencia en aquél país y aquello le concedía el privilegio de convertirse en un «maldito británico», tal y como solía designar él a los súbditos de la reina. Maxim regresaría a vivir a la ciudad de Londres y se instaló en una lujosa residencia en Queens Gate Place, al sur de Kensington. En recompensa a los servicios prestados a la Corona por el importante papel que desempeñó la ametralladora en la resolución favorable a los intereses británicos de los conflictos del Sudán y los Boer, su nombre aparecería a finales de 1900 en la lista de quienes serían nombrados caballeros por la Reina. Sin embargo, la reina Victoria fallecería el 22 de enero de 1901 y fue su amigo, el rey Eduardo VII, quién puso la espada sobre el hombro de Hiram Maxim para transformarlo para siempre en sir Hiram Maxim.

Declaraciones de Maxim

El primer vuelo de los Wright no tuvo una gran difusión en el Reino Unido y Maxim no le daría mayor importancia, pero en 1906, el inventor de la ametralladora ya era consciente de que los Wright estaban realizando progresos importantes con sus aparatos porque en una reunión de la Aeronautical Society of the Great Britain, refiriéndose a los experimentos de los fabricantes de bicicletas de Dayton, dejaría bien claro que «nos guste o no nos guste, esto ha venido para quedarse. Esta máquina marca una nueva época que será distinta…»

Después de las pruebas con su aeronave Maxim no perdería el interés por la aeronáutica y consideraba que sus experimentos habían sido un éxito, interrumpido por cuestiones financieras y por la falta de un lugar adecuado para seguir haciendo ensayos. Su socio Albert Vickers estaba en contra de cualquier iniciativa en este campo y le había prohibido que invirtiera dinero suyo o de la empresa en el desarrollo de máquinas de volar. Hiram Maxim trataría de buscar algún modo de financiar nuevos experimentos y se le ocurrió construir un tiovivo, en el que unas naves con alas capaces de transportar siete u ocho pasajeros, se sujetaban al centro de giro mediante brazos con articulaciones que les permitían subir o bajar. El piloto podía variar el ángulo de ataque de las alas. Al girar, las naves alcanzaban suficiente velocidad como para que las alas generasen sustentación y el piloto tenía la capacidad de hacer que la nave ascendiera o bajase. Maxim patentaría el invento en 1904 y construyó una máquina para la exhibición de Earls Court de ese mismo año. Cuando tuvo que pasar la inspección de seguridad le obligaron a prescindir de la capacidad de maniobra del piloto, con lo que el invento había perdido toda su gracia, a juicio de Hiram Maxim. Sin embargo, en la exhibición resultaría ser un éxito generando unos beneficios próximos a las ocho mil libras esterlinas. Aquello animaría a Maxim a construir dos máquinas para Blackpool y Southport y otra más grande para el Crystal Palace. Para llevar a cabo estos proyectos Maxim haría un acuerdo con una empresa de Lancashire que muy pronto empezaría a tener problemas con los trabajadores. Las entregas se demorarían y los costes casi se duplicaron. Para complicar aún más los negocios, uno de los operadores de las máquinas iniciaría un pleito contra Maxim fingiendo haber inventado con anterioridad el sistema cuyas patentes se estaban tramitando, lo cual retrasaría el proceso de registro y hubo otros pleitos que harían que Maxim abandonara finalmente el proyecto cerrando la compañía, en noviembre de 1904, lo cual le originaría unas pérdidas de unas diez mil libras esterlinas. Así pues, lo que empezaría siendo un negocio para recaudar dinero para la realización de experimentos terminaría convirtiéndose en otro gasto adicional a sumar a la abultada cuenta de investigación aeronáutica que Maxim tenía abierta desde 1889.

Para el frustrado proyecto del tiovivo Hiram Maxim contrataría los servicios de un joven ingeniero, Albert Peter Thurston con quién, a partir de 1904 empezaría a trabajar en una versión a escala reducida de su primer aparato. El proyecto se desarrollaría en la fábrica Vickers, a regañadientes del empresario, que no tenía ninguna fe en el futuro del nuevo invento. Junto con la aeronave, cuya configuración no se diferenciaba mucho de la que había probado en Baldwyns Park, también iniciaría el proyecto de un motor de combustión interna extraordinariamente ligero.

A finales de 1908, Hiram Maxim, acompañado de su hijo y de su hermano, se entrevistó con Wilbur Wright en Francia y, por los comentarios que el norteamericano haría a Orville, el encuentro no sería muy gratificante. Wilbur dijo que Maxim trataba mal a sus familiares, que era un bocazas, gritón, y que dudaba de su buena fe. Por entonces Maxim, había perdido audición y su tono de voz, que de natural ya fue siempre elevado, resultaba atronador. Los modos de Maxim, su soberbia, petulancia, chauvinismo y acento americano, nunca se llevarían bien con las exquisitas clases acomodadas británicas a las que tuvo que tratar dado su prestigio social y las amistades y relaciones que el trabajo le facilitaría.

En 1908, el primer ministro Asquith resolvió nombrar un subcomité para que asesorara al gobierno en relación con el tema aeronáutico y su potencial uso en la guerra. El subcomité dependía del Comité de Defensa Imperial, presidido por Lord Esher y contaba con personajes como Richard Haldane, Secretario de Estado para la Defensa, políticos de la talla de David LLoyd George y Reginald MacKenna, primer Lord del Almirantazgo y responsable ante el Parlamento de la Armada y profesionales de la milicia como el general sir William Nicholson, Jefe del Estado Mayor Imperial, el general sir Charles Hadden, responsable de Armamento y Material, el capitán Reginald Bacon, Director de Armamento y Material Naval, y el general J Spencer Ewatt, Director de Operaciones Militares. El influyente Jefe de Estado Mayor, general Nicholson, no tenía ninguna fe en la aviación, como arma de futuro. Todos ellos constituían un grupo de influyentes, poderosos y encumbrados personajes que se confabularían para no contar con el asesoramiento de Hiram Maxim, cuyos modales, actitud y forma de pensar les desagradaba profundamente. Sin embargo, otro político influyente, que por entonces ejercía como Secretario de Comercio, Winston Churchill, poseía una gran fe en Hiram Maxim. Churchill que era miembro de la Aeronautical Society, al igual que Maxim, tenía una visión completamente distinta, sobre el papel que desempeñaría la aviación en los escenarios bélicos durante el futuro, de la del general Nicholson. Churchill consiguió romper la confabulación contra Maxim para que el subcomité le concediera una audiencia y contase con su opinión a la hora de emitir el informe. Para ello tuvo que enviar una carta al subcomité, diciendo que sería importante que escuchasen las opiniones de Maxim ya que, por lo que había hablado con él, se mostraba muy cauto con la máquina de Wright, considerando que era bastante imperfecta y que su excelente funcionamiento se debía a la pericia extraordinaria de su piloto: Wilbur. De otra parte, también informaría al subcomité, que Maxim le había dicho que él podría construir un aparato mejor que el de los Wright, en un plazo máximo de un año, capaz de volar a 55 millas por hora, por un importe total de unas dos mil libras. Lord Esher se vería en la obligación de incluir a sir Hiram Maxim como uno de los personajes a entrevistar, antes de redactar su informe, muy a pesar suyo y de casi todos los miembros del subcomité.

El 28 de enero de 1909 Maxim sería recibido por el subcomité. Lord Esher oficiaría como presidente y Hiram Maxim no se dejaría impresionar en ningún momento por las ilustres personalidades que lo someterían a un largo interrogatorio. Cuando Lord Esher le preguntó si estaba familiarizado con la máquina de los Wright, respondería que:
…los Wright eran una pareja de jóvenes inteligentes, sin ninguna experiencia, que habían aprendido a reparar bicicletas y que después de que yo hiciera mis experimentos y les mostrara lo que podía hacerse, en la forma de elevarse…los hermanos Wright construyeron planeadores sin motor, se subieron a una colina y bajaron.
Maxim también apuntaría que los Wright habían hecho algo que estaba bien, pero que cualquiera que hubiera visto su aparato sabía que era muy burdo y que sin un motor francés no irían a ninguna parte. Maxim justificaría su escasa actividad aeronáutica, en aquél momento, por el excesivo gasto en el que ya había incurrido, tanto él como sus socios. Declararía que, solamente él a título individual ya había gastado más de treinta mil libras en experimentos aeronáuticos. Sin embargo, si el Gobierno le prestaba ayuda financiera, tanto él como la Vickers Sons y Maxim podrían abordar el proyecto, aunque tendría que consultarlo con Albert Vickers. Al subcomité le interesó conocer la opinión de Maxim sobre la utilización de aquellos aparatos en el campo de batalla. Hiram Maxim disertaría sobre la posibilidad de emplear las aeronaves para bombardear objetivos enemigos terrestres o en el mar, explicando que las bombas debían colocarse en el centro de gravedad de las aeronaves para no alterar su equilibrio después del lanzamiento. Para el inventor, los bombardeos sobre ciudades serían muy efectivos con bombas de gran tamaño y con la concurrencia simultánea de muchos aparatos. Los miembros del subcomité se interesarían por el coste, los plazos de entrega, y otras cuestiones. A lo largo de su intervención Maxim no defraudaría a sus interlocutores en cuanto a la falta de modestia, altivez y soberbia de sus respuestas, pero no consiguió convencerlos de las ventajas que la aviación reportaría a los ejércitos en tiempos de guerra. El subcomité recomendaría al Gobierno no gastar dinero con aquellas máquinas, de momento, porque aunque era cierto que últimamente se habían conseguido notables progresos con vuelos de hasta dos horas de duración con la máquina de los hermanos Wright, todavía estaba por demostrar que los aeroplanos fueran suficientemente fiables para poder ser empleados bajo cualquier condición meteorológica. Sin embargo, el comité recomendaría una inversión de treinta y cinco mil libras para la construcción de un dirigible de cuerpo rígido para la Armada y otra de diez mil para otro de cuerpo elástico para el Ejército. El subcomité se vio influenciado por los progresos alemanes del conde Zeppelin en el campo de los dirigibles de cuerpo rígido, unos monstruos capaces de proyectar una amenazadora sombra sobre el suelo del Reino Unido. Hiram Maxim opinaba todo lo contrario y así lo había expresado en una entrevista que le concedió a The Times en julio de 1908 y en la que dijo que el futuro estaba en los aeroplanos y no en los dirigibles y que Inglaterra no tenía por qué temer a los dirigibles alemanes.

Las previsiones de Maxim se harían realidad años más tarde, pero sus proyectos aeronáuticos no seguirían adelante.

Sir Hiram Maxim murió en Londres el 24 de noviembre de 1916, a la edad de 76 años, en plena guerra mundial cuando sus ametralladoras hacían que los europeos se mataran despiadadamente en las trincheras.

Extracto de El secreto de los pájaros.

http://www.elsecretodelospajaros.com

Sir Hiram Maxim (III)

Un comentario el “Sir Hiram Maxim (III)

  1. Pingback: Hiram Maxim (II), el aeronauta | elsecretodelospajaros

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s