Los hermanos Wright en Europa

Wilbur y Tissandier

Wilbur con Paul Tissandier en Pau, 1909

(De, El secreto de los pájaros)

Orville y Katharine zarparon de Nueva York rumbo a Europa el 5 de enero de 1909, para reunirse con Wilbur en París. Orville se reponía de sus heridas, aunque aún caminaba auxiliándose de un par de muletas. Katharine había pedido un año de permiso para poder cuidar de su hermano. A los dos les parecería una excelente idea pasar en Europa una temporada con Wilbur, mientras éste finalizaba los compromisos adquiridos con el Sindicato francés. El 12 de enero se encontrarían los tres hermanos en la estación de ferrocarril de París.

Katharine había comprado en Dayton dos trajes de fiesta, uno rosa y otro negro, un traje de viaje y un sombrero nuevos. La única joya con que llegó a París era el anillo de diamantes, regalo de graduación de Orville. En París, Katharine compraría otros dos trajes y una colección de sombreros que luciría a lo largo de su estancia en Europa. Los dos hermanos llegaron a Francia con la intención de distraerse y pasar el tiempo del modo más placentero posible. Orville quería recuperarse para afrontar las pruebas de vuelo, en Fort Myer, aplazadas hasta el verano de 1909 como consecuencia del accidente. Katharine no conocía Europa y además de atender a Orville deseaba aprovechar la oportunidad para hacer turismo. Los dos eran conscientes de que tendrían que afrontar un cúmulo de obligaciones sociales, lo que explicaba la preocupación de Katharine por disponer de la ropa adecuada.

De acuerdo con el contrato de los Wright con el Sindicato de Weiller, una vez superados los vuelos de prueba, el siguiente paso era entrenar a tres pilotos. El Sindicato había designado a Paul Tissandier, al capitán Lucas-Girardville y al conde Charles de Lambert como las tres personas a las que Wilbur tenía que adiestrar.

Un aerostero, amigo de Paul Tissandier, de nombre Henri Sallenave, sería el responsable de que Wilbur eligiera Pau para establecer allí el campamento de invierno.

Pau, en la región de Béarn, era el lugar ideal para efectuar los vuelos de preparación de pilotos, que tendrían que hacerse en invierno. Situada próxima a los Pirineos, tuvo un gran desarrollo gracias a la colonia anglosajona que se instaló después de que el duque de Wellington, en 1814, descubriera los encantos de la población, el entorno y su clima. El rey inglés, Eduardo VII, la utilizaría durante algún tiempo como lugar de descanso invernal, aunque últimamente su destino favorito en el sur de Francia ya no era Pau, sino Biarritz. El cambio en las preferencias del monarca se había hecho notar en la ciudad y sus autoridades buscaban otras formas para utilizar la infraestructura turística. Pau tenía una gran reputación como lugar para la práctica deportiva del montañismo, el esquí y la equitación. Durante el siglo XIX los aerosteros descubrirían Pau por su clima benigno y la ausencia de vientos duros, especialmente durante el invierno.

Las autoridades de Pau decidirían convertir a su ciudad en un centro aeronáutico en el que se realizaran experimentos, lo que, a su juicio, atraería una gran cantidad de gente. Su objetivo sería convencer a Wilbur Wright para que accediera a realizar los vuelos de entrenamiento de sus pilotos en Pau y para ello tenían la ventaja de que un aerostero, nacido en esta ciudad, era amigo de uno de los pilotos que Wright tenía previsto entrenar. Henri Sallenave, el aerostero local, haría llegar a su amigo Tissandier, el futuro piloto, un dosier completo con datos meteorológicos de la zona, que demostraba la idoneidad del clima para la práctica del vuelo, especialmente en invierno.

El 23 de diciembre de 1908, el Consejo Municipal de Pau decidió alquilar setenta y nueve hectáreas de terreno, en Pont-Long, una planicie a unos ocho kilómetros de la ciudad, libre de obstáculos, para ubicar el campo de vuelo experimental. Las autoridades locales pensaban atraer a los aeronautas y espectadores que habitualmente se congregaban en lugares como Issy-les-Moulineaux, Mans, Châlons y Buc, impracticables durante la mayor parte del invierno. En la planicie construyeron un hangar, con taller y acomodación para albergar a Wilbur, que no se separaba nunca de su aeroplano, y también instalaron una línea telefónica. Un cocinero se encargaría de prepararle todas las comidas al piloto.

Paul Tissandier recomendaría a Wilbur el ofrecimiento de las autoridades de Pau y el norteamericano lo aceptó después de estudiar detenidamente la meteorología del lugar.

Wilbur y Berg saldrían de París hacia Pau el 14 de enero y allí se reunirían con el alcalde, Alfred de Lassence, sus dos adjuntos, Sallenave y otras personalidades. Dos días más tarde llegarían Orville y Katharine, que se albergaron en una magnífica suite del lujoso hotel Gassion. Durante el viaje de París a Pau, el tren que los transportaba descarrilaría, produciéndole a Orville molestias adicionales a las que ya tenía y una terrible aversión hacia los trenes que le duraría toda la vida. Cuando Orville llegó a Pau necesitó ayuda para bajar del automóvil y su aspecto reflejaba el dolor que sentía en todo el cuerpo. El accidente ferroviario causaría la muerte a dos personas y heridas graves a media docena de pasajeros.

Nada más llegar, los Wright se convertirían en el blanco de todas las miradas y captarían la atención de la prensa y las principales revistas europeas. De Katharine circularían auténticas leyendas que la convertirían en una ingeniosa matemática que había descubierto las leyes que gobernaban el vuelo y con sus ahorros sostuvo a la familia mientras Orville y Wilbur mejoraban la máquina de volar. Además poseía una gran habilidad para curar a los enfermos de la que se había beneficiado su hermano Orville. Wilbur atraía a los periodistas porque tenía aspecto de hombre pájaro, por la forma de moverse y el modo de hablar, por la vestimenta, con unos pantalones, que desconocían que la plancha ya se había inventado, formando parte de su atractivo desaliño, y porque volaba trajeado a no ser que hiciese mucho frío, en cuyo caso se ponía una cazadora de cuero negro. Orville tenía menos tirón que Wilbur, parecía mayor, quizá debido todavía a los efectos del último accidente, y su compostura no tenía el mismo atractivo para las mujeres que la del enigmático y etéreo Wilbur. La prensa se deshacía en elogios acerca de la sencillez, la cordura, el sentido común, los conocimientos y la integridad de los Wright. Los tres constituían una familia especial, muy unidos entre sí, formando un grupo aparte de sus otros hermanos, ellos eran los «solteros», los otros los «casados».

El editor del Daily Mail, Alfred Harmsworth, que había ascendido a la categoría de Lord Northcliffe, se haría amigo de Wilbur a quién admiraba por su temple, conocimientos y sentido común. Rodeados de personajes importantes, ricos, poderosos, los Wright nunca se sentían incómodos, trataban a la gente con naturalidad y no perdían su forma peculiar de entender el mundo, ni su estilo de vestir, formal y victoriano. A Katharine apenas se le veía el rostro en las fotografías, debajo de unos inmensos sombreros, a veces protegida tras unas potentes gafas redondas. Eran las primeras grandes celebridades del siglo XX que ninguna revista podía ignorar. Se decía que la sartén que Wilbur había utilizado en Camp d’Avours, para hacerse la comida, iba a ser expuesta en el museo del Louvre.

Desde el momento de su llegada a Pau, Wilbur se puso a trabajar en el montaje de la torre con el contrapeso de 1600 libras, el raíl de despegue, y el montaje final del Flyer. El 3 de febrero pudo hacer su primer vuelo y desde entonces hasta el 20 marzo, en que efectuaría el último, llevaría a cabo un total de sesenta y cuatro vuelos, cuarenta con sus alumnos y el resto, acompañado en muchas ocasiones de ilustres visitantes.

El programa de adiestramiento de los aprendices a piloto se iniciaría volando como pasajeros, escuchando las puntualizaciones de Wilbur y observando sus movimientos. Después, Wilbur les permitía manejar, exclusivamente el mando de cabeceo, que controlaba el estabilizador horizontal del morro y cuando lo dominaban les enseñaba a controlar el alabeo, que se hacía con una palanca situada entre los dos pilotos.

Paul Tissandier fue el primero en iniciar la instrucción que en total duraría desde el 4 de febrero al 17 de marzo. Para el conde Charles de Lambert el entrenamiento empezaría el 18 de febrero y duraría hasta el 13 de marzo. En total volarían unas cuatro horas, al cabo de las cuales ambos pilotos adquirirían la suficiente soltura como para volar solos unos 15 o 20 minutos seguidos. Los resultados con estos pilotos contradecirían la teoría, divulgada por algunos aeronautas franceses, de que los aeroplanos de los Wright eran dificilísimos de manejar. Paul Tissandier declararía que el aprendizaje no le había resultado especialmente complicado, aunque la práctica habitual que hacía de otros deportes como la aerostación y el automovilismo le había sido de gran utilidad para el vuelo. Paul Tissandier tenía veintiocho años y contaba con una amplia experiencia como aerostero. El conde de Lambert con cuarenta y cuatro años, era más mayor, pero a los veinte años ya había pilotado un planeador y posteriormente tuvo la oportunidad de montarse en la máquina de Maxim y fue uno de los clientes de Lilienthal, a quién compró, en 1893, uno de los pocos planeadores que logró vender. Sin embargo, el capitán Lucas-Girardville, que rondaba la cincuentena, no lograría desarrollar la habilidad suficiente como para tomar el mando de un aeroplano en solitario.

Además de entrenar a sus pilotos, Wilbur atendería una procesión de hombres ilustres. El rey de España, don Alfonso XIII, después de presenciar el concurso de esquí en Eaux Bonnes, se alojó en el hotel Gassion los días 19 y 20 de febrero, para acudir a Pont-Long y ser testigo presencial de algunos vuelos. Hart O. Berg y Orville le explicarían los detalles del vuelo de Wilbur y después, el rey se interesaría en recibir las aclaraciones del piloto, sentado en el aeroplano, pero sin perder contacto con la tierra. La reina, el protocolo o ambos recomendaron al rey que desistiera del propósito de volar. El rey de Inglaterra, Eduardo VII, se trasladó desde Biarritz con su séquito, para contemplar un par de vuelos, el 17 de marzo. En una de aquellas demostraciones, Katharine volaría por primera vez con su hermano Wilbur, ante los ojos del monarca, que no mostró el mismo interés por el vuelo que el español. Otros ilustres voladores serían, el ministro francés Louis Barthou, el responsable de la Fuerza Aérea española, coronel Pedro Vives, y dos diputados franceses.

Durante aquellos días, en Pau, Wilbur estaba de un excelente humor. El contrapeso de su catapulta tenía una masa de 1600 libras y había que levantarla tirando de unos cabos en cada vuelo. Wilbur participaba con sus mecánicos en estos ejercicios y durante su visita, el ex-primer ministro del Reino Unido, Lord Arthur Baldford, solicitaría el honor de poder tirar del cabo. No sería el único que vería dignificada su persona con aquél noble ejercicio. Un día, Lord Northcliffe, amigo de Wilbur, le diría «¿Ves ese tipo allí?…es el duque de Northumberland. Por cierto, tiene una posición alta. Concretamente, tirar del cabo de esa catapulta, es probablemente la única cosa que ha hecho en su vida que vale la pena»

El 20 de marzo, Wilbur daría por finalizado el aprendizaje de sus pilotos. Dos de ellos, Tissandier y el conde de Lambert, se habían graduado, el tercero, Lucas-Girardville, no conseguiría volar. Wilbur cobró los doscientos cincuenta mil francos que le adeudaba el Sindicato de Weiller y se aprestó a cumplir con el siguiente cometido que se desarrollaría en Roma. Wilbur había aceptado la propuesta de la Sociedad Aeronáutica de Roma para adquirir un aparato y el entrenamiento de un piloto, por diez mil dólares. El Flyer que enviaría a Roma, no sería el mismo aparato con el que había volado en Pau. Lazare Weiller había comprado aquél histórico aeroplano con la intención de donarlo al Musée des Arts et Métiers. El avión de Roma se ensambló en Pau, con piezas procedentes de Dayton.

Cuando Wilbur abandonó Pau, el 24 de marzo, allí dejó otra escuela de pilotos de aeroplanos Wright, la tercera en Francia, junto con la de la CGNA en Juvisy que dirigiría el conde Charles de Lambert y la de Villacoublay que pertenecía a la sociedad Astra.

Wilbur y Hart O. Berg llegaron a Roma el 1 de abril, sábado, y el embajador de Estados Unidos les presentó al rey Víctor Emmanuel. Orville y Katharine estaban en París y Wilbur le escribiría a su hermana una carta contándole que los pies del rey italiano se quedaban a treinta centímetros del suelo cuando se sentaba. Una semana más tarde Katharine y Orville llegarían a la capital italiana para hospedarse en el hotel Britannia, mientras que Wilbur se alojaba en una casita próxima al campo del fuerte militar de Centocelle, donde en una amplia explanada y dentro de una tienda guardaba el Flyer.

Del 15 al 27 de abril, Wilbur voló en Centocelle todos los días, hasta trece veces, excepto los domingos, totalizando cuarenta y dos vuelos. Allí entrenó a un piloto de la Armada italiana, el teniente Mario Calderara, despegó varias veces sobre el raíl sin la ayuda del contrapeso y con los patines sobre la hierba aprovechando una suave pendiente, transportó por primera vez un cámara, que tomó videos desde el aire. Quizá su mayor proeza italiana, según comentaría el propio Wilbur, sería la de comerse unas cuarenta y siete millas de macarrones.

Cuando la exhibición y el entrenamiento de Mario Calderara finalizaron, los Wright se dirigirían a Le Mans, para ser los invitados de honor en un banquete de despedida organizado por el Aéro-Club de la Sarthe, en el que recibirían, una placa de oro con el escudo de la ciudad, una medalla de oro, regalo de los ciudadanos, y una estatua de bronce que les ofreció el Aéro-Club de la Sarthe.

El periplo europeo había llegado a su fin y los Wright tenían negocios pendientes en América. Fort Myer les esperaba para completar las pruebas de aceptación de su aeroplano. Embarcaron en el Kronprizessin Cecilie y después de navegar durante siete días, arribaron a Nueva York el 11 de mayo de 1909. Wilbur Wright pesaba 12 libras más que cuando había salido de Estados Unidos y Orville andaba sin la ayuda de un bastón.

El secreto de los pájaros (libro)

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