Tirar de un cabo era un signo de distinción

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Grupo de voluntarios elevando la catapulta del Flyer A en Pau

Extracto del libro El secreto de los pájaros:

Además de entrenar a sus pilotos, Wilbur atendería una procesión de hombres ilustres. El rey de España, don Alfonso XIII, después de presenciar el concurso de esquí en Eaux Bonnes, se alojó en el hotel Gassion los días 19 y 20 de febrero, para acudir a Pont-Long y ser testigo presencial de algunos vuelos. Hart O. Berg y Orville le explicarían los detalles del vuelo de Wilbur y después el rey se interesó en recibir las aclaraciones del piloto, sentado en el aeroplano pero sin perder contacto con la tierra (fig. 36-400). La reina, el protocolo, o ambos, recomendaron al rey que desistiera del propósito de volar. El rey de Inglaterra, Eduardo VII, se trasladó desde Biarritz con su séquito, para contemplar un par de vuelos, el 17 de marzo (fig. 36-500). En una de aquellas demostraciones, Katharine volaría por primera vez con su hermano Wilbur, ante los ojos del monarca que no mostró el mismo interés por el vuelo que el español. Otros ilustres voladores serían, el ministro francés Louis Barthou, el responsable de la Fuerza Aérea española, coronel Pedro Vives, y dos diputados franceses.

Durante aquellos días, en Pau, Wilbur estaba de un excelente humor. El contrapeso de su catapulta tenía una masa de 1 600 libras y había que levantarla tirando de unos cabos en cada vuelo. Wilbur participaba con sus mecánicos en estos ejercicios y durante su visita, el ex-primer ministro del Reino Unido, Lord Arthur Baldford, solicitó el honor de poder tirar del cabo. No sería el único que vería dignificada su persona con aquél noble ejercicio. Un día, Lord Northcliffe, amigo de Wilbur, le diría «¿Ves ese tipo allí?…es el duque de Northumberland. Por cierto, tiene una posición alta. Concretamente, tirar del cabo de esa catapulta, es probablemente la única cosa que ha hecho en su vida que vale la pena».

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