El sistema de defensa europeo; lecciones de Ucrania

Radar 3D -Advanced Radar Technologies

Los europeos nos caracterizamos por nuestra arrogante displicencia con lo relacionado con la defensa y el gasto militar. Un asunto que hemos ignorado a propósito, aún en cuestiones que nos atañen directamente como fue la gestión, desde la perspectiva de la defensa europea, del desmembramiento de la Unión Soviética y el avance progresivo de la NATO en los países orientales que orbitaban alrededor de Moscú. Quizá no estaría mal que hiciéramos algunas reflexiones acerca del mundo real en el que vivimos, que dista bastante del mundo en el que nos gustaría vivir, y en el que un matón fuerte se puede limpiar el trasero con todos nuestros derechos y esclavizarnos, como hacían las poderosas civilizaciones de la antigüedad con sus enemigos. Para evitarlo, la defensa debería de ocupar un lugar mejor ponderado en el santuario que contiene los asuntos que más nos preocupan. En este artículo me adentraré en un tema de actualidad, la nueva defensa aérea europea, con el único ánimo de suscitar el interés de mis paisanos por cuestiones que nos conciernen. 

Ahora, la guerra de Ucrania suscita en Europa una creciente preocupación por la obsolescencia de nuestros sistemas de defensa aérea cuya pieza más emblemática, el avión de caza, parece desempeñar un papel secundario en ese conflicto.

El avión de caza estadounidenses F-35 de Lockheed, el francés Rafale de Dassault el Eurofighter Typhoon o el Sukhoi SU-57 ruso, cuestan alrededor de 80 millones de dólares. A eso hay que añadir repuestos, simuladores, armamento y entrenamiento del personal. El caza más avanzado de Lockheed, el F-22, que únicamente posee la Fuerza Aérea de Estados Unidos, tiene un precio que ronda los 180 millones de dólares.

En vuelo rasante o a baja altura, un soldado con un misil portátil, tierra-aire, como el Sting de la compañía Raytheon, cuyo coste no llega a 60000 dólares, puede derribar estos aparatos tan sofisticados. Misiles un poco más caros, como el RBS-70 de Saab, el Startreak de Thales o el Mistral de MBDA, cuyos precios oscilan entre 200000 y 300000 dólares, auxiliados de sistemas de guiado complejos, están diseñados para detectar aviones y destruirlos a distancias mayores. Con un coste superior, de uno a dos millones de dólares, los misiles Patriot, estadounidenses, tienen una extraordinaria capacidad para interceptar aviones y misiles a gran velocidad, que se encuentran aún muy alejados de su objetivo.

Rusia no suele emplear aviones para atacar las instalaciones militares en Ucrania cerca de su territorio. Este papel lo han asumido drones, vehículos no tripulados de bajo coste en comparación con el de los aviones y varias clases de misiles. Rusia utiliza con mucha frecuencia drones Shahed 136 —de origen iraní, capaces de volar entre 1000 y más de 2000 kilómetros— que, con unos 200 kilogramos de carga explosiva pueden formar enjambres de kamikazes; el sonido de sus motores causa pánico a la población. En Rusia se han empezado a fabricar con licencia los Shahed, allí se conocen como Geran-2; comenzaron con una producción de 100 unidades diarias, aunque el objetivo es alcanzar los 1000 a final de este año. Estos aparatos tienen un coste de menos de 50000 dólares.

La efectividad de las defensas aéreas de Ucrania frente a las incursiones de los Shahed es un dato poco fiable, depende de muchos factores y puede oscilar entre el 95% y el 18%. Para defenderse de los drones kamikaze, Ucrania usa sistemas móviles como los vehículos Gepard, alemanes, dotados con artillería ligera muy efectiva para derribar blancos que se mueven despacio o el sistema británico Raven y en algunas ocasiones aviones F16 con misiles aire-aire. Además de estos sistemas tradicionales, Ucrania ha desarrollado drones del tipo first-person-view (FPV) diseñados especialmente para interceptar los Shahed, vuelan más alto, detectan a los incursores con cámaras infrarrojas, son más rápidos y los destruyen; en ocasiones los FPV se lanzan desde globos de observación. Ucrania también recurre al uso de la guerra electrónica para interferir las señales de control de los drones enemigos y abatirlos; ha desarrollado sus propios equipos de guerra electrónica, aunque también emplea material que le proporcionan sus aliados.

La protección contra ataques de drones kamikaze, que suelen formar enjambres para saturar la capacidad defensiva del oponente, es una faceta relativamente novedosa de la defensa aérea, que ha obligado a Ucrania a desarrollar con gran rapidez armamento específico. Con la aparición de estas novedades, el agresor introduce continuamente cambios en sus drones que a su vez obligan a la defensa a modificar sus estrategias. El empleo de las últimas tecnologías y la rapidez en las respuestas son clave para aventajar a la parte contraria en una lucha extraordinariamente dinámica.

Pero además de los drones del tipo Shahed, Ucrania también se ha visto obligada durante la guerra a defenderse a diario de ataques de avanzados misiles rusos como los balísticos (Iskander), aéreo balísticos (Kinzhal) y los hipersónicos (Zircon). Estas tres clases de misil tienen un alcance de unos 500 kilómetros y son capaces de maniobrar para dificultar la interceptación. El Iskander se lanza desde plataformas terrestres, normalmente móviles, y el Kinzhal desde un avión; ambos son balísticos. Los lanzamientos del Zircon se hacen desde buques de la Armada rusa y se mueven a velocidades superiores a seis veces la del sonido; son difíciles de detectar e interceptar.

Para defenderse de los ataques de misiles, Ucrania utilizó en primer lugar, los sistemas tradicionales, de la época de la Unión Soviética (S-300) y después ha incorporado otros de procedencia extranjera. Entre estos últimos cabe destacar el IRIS-T SLM alemán y el Patriot, estadounidense, sin duda, el más efectivo. A pesar de que Rusia había tildado a sus nuevos misiles como indetectables, los interceptores del Patriot han conseguido derribar muchos de ellos.

Con respecto al despliegue del sistema de defensa aéreo de Ucrania, en un principio, se diseñaron distintas capas de defensa alrededor de objetos que se consideraban prioritarios en cuanto a su protección, aunque en la actualidad estudia la implantación de una red interconectada que cubra la totalidad del territorio.

El mejor sistema de defensa aérea termina siendo vulnerable si el agredido no debilita las capacidades del invasor mediante la destrucción de sus infraestructuras de lanzamiento de misiles, en tierra, aéreas o desde el mar.

Ucrania ataca a Rusia con misiles Storm Shadow, de procedencia británica y SCALP, franceses, que alcanzan unos 250 kilómetros, así como misiles ATACMS, estadounidenses de 300 kilómetros de alcance y otros de fabricación propia, también de corto alcance. Apenas hace unos meses, ha probado con éxito un misil de largo alcance (3000 kilómetros), el Flamingo FP-5, que ya se fabrica en serie en el país. Ucrania ha intentado adquirir, sin éxito, misiles Tomahawk de largo alcance, estadounidenses.

Además de atacar las infraestructuras rusas con misiles, Ucrania también lo hace con drones nacionales kamikaze, como los FP-1, de los que produce en su país un centenar al día y trata de emular con ellos a los Shahed iraníes. Con el mismo fin dispone, desde este año, de otro dron nacional, con el ala en delta, el Seth y en cooperación con empresas americanas ha desarrollado el Artemis ALM-20, asistido por inteligencia artificial y con un alcance de hasta 1500 kilómetros. Ucrania ha modificado pequeños aviones para convertirlos en drones kamikaze, capaces de volar mil kilómetros con una pesada carga explosiva.

Por lo que leemos todos los días en las noticias, parece deducirse que Ucrania precisa con urgencia ayuda para dotarse de sistemas de bajo coste con capacidad para destruir enjambres de drones (armas de energía dirigida, láser o microondas) así como necesita mejorar su capacidad de interceptar los modernos misiles rusos (con más sistemas Patriot norteamericanos) y para golpear las infraestructuras enemigas (misiles Tomahawk).

A la vista de lo que ocurre en Ucrania, la Unión Europea se plantea incrementar progresivamente los presupuestos de defensa de sus miembros hasta un 5% para aumentar sus capacidades según un plan establecido por la NATO. Otra idea que baraja la Unión Europea es la implantación de un muro de drones. No sé hasta que punto los autores de la idea contemplan que dicho muro se oponga también al paso de misiles hipersónicos y balísticos, lo que es bastante complejo y requiere actuaciones que afectan a los actuales centros y radares de los sistemas de defensa, así como a equipamiento de uso militar aéreo y en el espacio.

La defensa aérea es un asunto militar. Israel cuenta con un sistema, Cúpula de Hierro, que ha demostrado una alta eficacia de interceptación. Combina radares avanzados con misiles de bajo coste y se apoya en la inteligencia artificial. Por encima de esta capa ha implantado el sistema Honda de David y Arrow para interceptar misiles de última generación. Estados Unidos posee el Terminal High Altitude Area Defense (THAAD) que, junto con el sistema de la Marina, Aegis, está diseñado para interceptar misiles balísticos intercontinentales. Rusia opera los sistemas S-400 y S-500 que ofrecen cobertura frente a aviones, misiles de crucero y armas hipersónicas, mediante radares de largo alcance y misiles de alta velocidad.

Mientras que Israel, Estados Unidos o Rusia cuentan con sistemas de defensa aérea, organizados en capas, muy bien integrados y bajo un mando único, el caso europeo es distinto: cada Estado tiene la máxima autoridad sobre su propio sistema, hay acuerdos de cooperación entre estados y los recursos de las naciones que pertenecen a NATO, cuyo principal miembro es Estados Unidos, forman parte del NATO Integrated Air and Missile Defence System (IAMDS). En este complejo escenario, la guerra de Ucrania ha incentivado la firma de nuevos acuerdos y el lanzamiento de iniciativas como la European Sky Shield Initiative (ESSI) que impulsaron 22 países en 2022 para crear un sistema de defensa aéreo europeo, por capas e interoperable, conectado con el IAMDS de NATO.

En el panorama de la defensa aérea europea cabe destacar el sistema franco-italiano SAMP/T con misiles Aster del consorcio europeo MBDA capaces de interceptar misiles balísticos. Alemania también cuenta con un sistema de defensa con una amplia gama de interceptadores de diseño propio; Noruega ha desarrollado el sistema NASAMS que han adquirido 15 países, principalmente en el área del Báltico, con radares e interceptadores de la empresa norteamericana Raytheon. España cuenta con avanzada tecnología propia en cuanto a centros de control y avanzados sistemas radar de empresas nacionales como INDRA y Advanced Radar Technologies (ART). Muchas naciones europeas han incorporado a sus sistemas los misiles Patriot.

Para la interceptación de misiles balísticos o hipersónicos, la NATO ha integrado recursos de todos sus aliados en el NATO Ballistic Missile Defence (NATO BMD). A las capacidades de los sistemas europeos añade otras estadounidenses lo que le aporta una extraordinaria eficacia.

Las conclusiones de la guerra de Ucrania, desde el punto de vista de la defensa aérea, parecen bastante obvias. Basta con extrapolar las deficiencias del sistema de defensa de Ucrania al resto de naciones europeas y cada una sacará sus conclusiones para establecer necesidades, costearlas y definir prioridades. Lo que ya no resulta tan inmediato es la forma de optimizar el sistema de defensa europeo en un entorno organizativamente tan complejo. La colaboración con Estados Unidos es imprescindible, sobre todo en lo referente a la interceptación de misiles balísticos cuyo poder destructivo es terrorífico. La defensa aérea es una cuestión militar y es necesario dejar que los expertos definan las capacidades y prioridades. Los políticos deberían hacer más énfasis en procurar que los ciudadanos comprendan que, en las actuales circunstancias, no incrementar el gasto público europeo en defensa no es de progresistas ni conservadores, ni de izquierdas ni de derechas, es simplemente una temeridad que compromete nuestra civilización