La duquesa Mary Russel

Mary Russel, condesa de Bedford, se interesó por la aviación cuando tenía 63 años. En 1929 compró un Fokker VII, al que bautizó con el nombre de Spider y organizó una expedición a la India de ocho días de duración. Acompañada de un antiguo piloto de la Royal Air Force (RAF), Charles Barnard, y un mecánico, despegó de Lympne y aterrizó en Karachi, desde donde regresó a Inglaterra. Fue un extraordinario viaje que duró ocho días. Barnard instruyó a la duquesa y al año siguiente voló sola por primera vez. El 10 de abril de 1930 partió de Lympne, con el Spider y la misma tripulación del año anterior, rumbo a la Ciudad del Cabo en Suráfrica. Tardaron diez días en alcanzar su destino, lo que los hizo acreedores de un nuevo récord. Durante 1934 y 1935, la condesa efectuó numerosos vuelos desde el Reino Unido al continente africano, acompañada de un copiloto, con un avión Havilland Push Moth.

Aquella pasión tardía por la aeronáutica fue la última de una vida que rompió con las estrictas normas victorianas y entregada al desempeño de labores poco habituales entre la mayoría de las mujeres de su época. Mary Russel se casó a principios de 1888, cuando tenía 22 años, con Lord Herband Russel que heredó pocos años después el ducado de Bedford al morir su hermano mayor. Su boda que se celebró en la India, donde estaban destinados sus padres y su futuro marido siete años mayor que ella y ayudante del virrey, la emparentó con la alta aristocracia inglesa. Los duques de Bedford poseían una espléndida casa solariega: Woburn Abbey. A los padres de su esposo les pareció que Mary no era la mujer adecuada para Herband dada su condición social. Los recién casados recorrieron la India, Egipto y parte de Europa en su viaje nupcial y al regresar al Reino Unido se fueron a vivir a Escocia. A finales de 1888 nació el que fue su único hijo. Su marido puso a disposición de la joven madre suficiente personal de servicio para que no tuviera que ocuparse en absoluto del pequeño. Su suegro Francis, el viejo conde, también cuidó de que Mary no ejerciera ninguna influencia en la educación de su nieto. Apartada de las tareas asociadas a la crianza de su hijo y del cuidado de la casa, rodeada de lujos y comodidades, Mary liberó su extraordinaria energía con la realización de actividades poco habituales entre las damas victorianas. Durante la Gran Guerra construyó varios hospitales en Woburn Abbey y trabajó como enfermera y radióloga. El resto de las muchas ocupaciones con que entretuvo su existencia fue más lúdico. Practicó el Jiu Jitsu, un arte marcial japonés de defensa que se inició en la India. Fue una excelente deportista. Practicó la caza y la pesca hasta el punto de convertirse en una de las primeras escopetas de Inglaterra. También se interesó por la fotografía y la ornitología: pasó largas temporadas en la isla escocesa de Fair observando las aves. Coleccionaba pájaros y le entusiasmaban los gatos hasta el punto de presidir una asociación nacional preocupada por estos animales. Aficiones curiosas, para una mujer capaz de matar doscientos faisanes en un día de caza.

La práctica del vuelo fue la última de las satisfacciones personales de la vida de Mary, ensombrecida por los problemas familiares entre su hijo y su marido, un hombre de temperamento difícil, empeñado en mantener la grandeza y el prestigio del condado de Bedford en unos tiempos cada vez más difíciles para la aristocracia. Tantos eran los empleados de servicio en Woburn Abbey que entre ellos organizaban pequeños campeonatos con sus equipos de cricket y fútbol. Conservar la numerosa plantilla, las instalaciones, cobrar las rentas y organizar el funcionamiento de la hacienda no era una tarea sencilla, ni siquiera para un militar disciplinado. Y al duque le dio muchos quebraderos de cabeza.

Dicen que su afición a la aeronáutica la impulsó la enfermedad. De mayor padecía de acúfenos: percibía sonidos que generaba su propio organismo. Con los años llegó a quedarse sorda y acudió a la aviación en busca de algún consuelo a sus últimos males, aunque nada pudo evitar que en su rostro se fuera dibujando una triste y amarga mueca que borró la resplandeciente sonrisa de su juventud. Su nieto la recordaba como una mujer triste y miserable.

Después de ocho años de aventuras aéreas y vuelos para desplazarse los fines de semana de Woburn Abbey a su residencia de Wispers, Mary estaba convencida de que su vista se había resentido y no podría renovar la licencia de vuelo. El 22 de marzo de 1937 la condesa despegó de Woburn Abbey con un DH.60GIII Moth Major para sobrevolar la zona de inundaciones del río Ouse. Llevaba combustible para tres horas. La tarde era oscura y las condiciones meteorológicas empeoraron rápidamente. Una hora después del despegue, el duque dio la voz de alarma a la policía y se inició su búsqueda. Tuvo que transcurrir un mes antes de que se supiera algo de Mary: el resto de un montante que el mar depositó en una playa y el fabricante reconoció que pertenecía al avión de la duquesa. Su cuerpo jamás apareció. La versión oficial entiende que Mary Russel se desorientó por falta de visibilidad, se adentró en el Mar del Norte y cayó al agua cuando se agotó el combustible. Hay quien opina que la duquesa se suicidó.