El pájaro que vuela más alto

Foto: Wang-LiQiang

La mayoría de las aves, con excepción de las planeadoras, en condiciones normales vuelan, como mucho, a una altura que no excede unos cuantos centenares de metros sobre el suelo. En multitud de artículos he leído que el récord de altura lo ostenta un buitre de Ruppell, que también se le conoce como buitre moteado, que ingirió el motor de un reactor comercial, el 29 de noviembre de 1973 cerca de Abidjan, en la Costa de Marfil, a 11 300 metros de altura. Al parecer esta reseña se publicó en la Smithsonian Magazine, pero yo no lo he podido comprobar. Desde entonces, el buitre de Ruppell figura como el campeón en casi todos los artículos que se han escrito sobre la altura máxima a la que son capaces de volar las aves. El segundo lugar en estos artículos, y a veces el primero, lo suele ocupar el ánsar indio: un ave oriunda de la meseta Tibetana-Qinghai, a la que se ha visto cruzar las cadenas montañosas del Himalaya a más de ocho mil metros de altura.

A estas dos aves, una subsahariana y la otra asiática, también puede vérselas por España, aunque la primera está en grave peligro de extinción y se confunde fácilmente con el buitre leonado.

A 8000 metros de altura la temperatura es del orden de -50 grados centígrados y la presión y densidad se han reducido como un 60% con respecto a la que tienen al nivel del mar. Unas condiciones ambientales muy duras para cualquier ser vivo. Pero, lo que más me llama la atención de estos campeones es que el buitre y el ánsar son dos máquinas de volar completamente distintas y es imposible que realicen vuelos con perfiles similares, aunque eso no quiere decir que en un momento determinado las dos sean capaces de trepar a impresionantes alturas.

Empezaré con el ánsar indio. Es un ganso, de color gris claro con manchas oscuras en la cabeza y el cuello. Pesa de dos a tres kilogramos y la envergadura de sus alas alcanza 1,6 metros. No tengo datos exactos, pero pertenece a la orden de las anseriformes, como los ánsares careto, común y campestre, de los que sí poseo más información. Por analogía con estos, la carga alar del ánsar indio (peso por unidad de superficie que soportan sus alas) debe ser del orden de 120 newtons por metro cuadrado y la relación de aspecto de sus alas (envergadura/cuerda) 9,8. Los ánsares no están diseñados para planear. Son magníficos voladores batiendo unas alas concebidas para realizar este ejercicio. Debido a su elevada carga alar se caracterizan por la rapidez del vuelo, con aleteos frecuentes y un ángulo de ataque considerable, que puede apreciarse en la magnífica foto superior. Un vuelo de crucero largo, durante las migraciones, conlleva para ellos un esfuerzo considerable para el que tienen que haber acumulado suficientes reservas de grasa en el cuerpo.

En cuanto al buitre de Ruppell, se trata de un gran planeador, con características de vuelo muy diferentes. Pesa de 6 a 9 kilogramos y sus alas despliegan una considerable envergadura de unos 2,4 metros. La carga alar es mucho más pequeña que la del ánsar, del orden de la mitad, y sus alas son mas cuadradas, con una relación de aspecto de 6 o menos. No soporta el vuelo batiendo las alas durante mucho rato y el modo natural de transportarse consiste en ascender en las térmicas y planear hasta la siguiente térmica, sin apenas mover las alas. Su reducida carga alar y apéndices voladores, menos alargados, le permiten realizar planeos a muy poca velocidad, necesarios para escrudiñar con detalle el terreno en busca de carroña.

Del ánsar indio se han registrado alturas de más de 8000 metros durante sus migraciones cuando cruza la cordillera del Himalaya, aunque hay que tener en cuenta que la altura media de la meseta Tibetana-Qinghai es de unos 4500 metros, y también que en casi todos los estudios se ha observado que las aves procuran cruzar las cadenas montañosas a través de rutas que no les obliguen a subir más de 6500 metros.

Los motivos que suele aducirse para justificar que las aves eleven la altura de vuelo durante las migraciones, son: evitar los depredadores, buscar corrientes de viento favorables y sortear las cadenas montañosas. En el caso del ánsar indio, el último motivo es el único válido, en ausencia de depredadores y teniendo en cuenta que suele volar por la noche, para evitar el viento desfavorable y beneficiarse de un aire más denso, aunque esté más frío.

Así pues, es fácil explicar que el ánsar indio trepe hasta esas alturas porque tiene que pasar montañas muy altas, que se levantan sobre un terreno elevado, pero este no es el caso del buitre Ruppel, cuya geometría alar y constitución física le impedirían seguir al ánsar en una migración sobre el Himalaya. El buitre remonta térmicas, asciende y luego planea hasta encontrar la siguiente térmica. Es incapaz de batir las alas durante ocho o diez horas para volar más de 500 kilómetros cada día, ni puede subir batiendo las alas, como el ánsar, a miles de metros. Cuando llega al mar, como no hay térmicas sobre el agua, se detiene. Por eso todos los buitres africanos, en sus migraciones, se aglutinan en el estrecho de Gibraltar para pasar al otro continente cuando el tiempo lo permite.

El pobre buitre de Ruppel que ingirió el motor de un avión en la Costa de Marfil, no pudo ascender a 11 300 metros de altura sin la ayuda de una térmica, algo excepcional, pero posible. Y yo creo que el último tramo de su ascenso no fue voluntario, sino que lo arrastró la corriente de la térmica y con casi toda seguridad cuando se lo tragó el avión, el buitre se encontraría muerto o en estado de semi inconsciencia, debido al frío y la falta de oxígeno.

Así que, al menos yo, no le concedo al buitre, el título de campeón de las alturas, más bien de víctima, un título que debería otorgarse al ánsar indio con todos los honores, aunque ni siquiera a él le guste encaramarse a más de 8000 metros para sortear el Himalaya.