La Demoiselle de Santos Dumont

Demoiselle

La Demosielle y Santos Dumont, 1909

(Extracto de El secreto de los pájaros)

El éxito de los Wright sumiría a Alberto Santos Dumont en una profunda depresión. El brasileño se dio cuenta de que los norteamericanos le habían robado su puesto como líder mundial de la aeronáutica. Jamás, durante la estancia de los Wright en Europa, Santos Dumont sintió la necesidad de conocerlos, o establecer algún tipo de contacto con quienes, a todas luces, habían alcanzado un impresionante grado de maestría en el arte del vuelo. A principios de 1909, nadie se acordaba de Alberto Santos Dumont, el hombre que había sido recibido en la Casa Blanca por el Presidente de Estados Unidos y que durante años había mantenido en vilo a los parisinos, siempre atentos a sus aventuras aéreas sobre el cielo de la capital francesa. A todo ello había que añadir sus repetidos fracasos con los aeroplanos 15, 16, 17, 18, y 19. También cabía sumar que otros aeronautas franceses ganaban popularidad de manera creciente. A principios de 1908, Henri Farman había ganado el Gran Prix d’Aviation con un biplano fabricado por Voisin y Farman, Louis Blériot y Delagrange, a lo largo de todo ese año, peleaban por conseguir vuelos cada vez más largos, kilómetro a kilómetro.

Santos Dumont trataría de resurgir de su abatimiento con un nuevo aparato, el Número 20. Concebido, a partir de sus predecesores, con la idea de que se convirtiese en la máquina de volar más pequeña del mundo. Cambió la posición del motor, moviéndola de encima de la cabeza del piloto a debajo del asiento y el 6 de marzo de 1909, llevó su aeroplano a Issy-les-Moulineaux, donde Louis Blériot tenía su hangar. El francés aceptaría de buen grado a su amigo con quién mantenía una excelente relación. El 9 de marzo, Santos Dumont, a bordo de su Número 20 recorrió el campo a toda velocidad, despegando y teniendo que aterrizar rápidamente para evitar los obstáculos al final del aeródromo. La velocidad del aeroplano era extraordinaria y el brasileño no sabía realizar giros, por lo que el campo de vuelo en Issy-les Moulineaux se le quedaría muy pequeño. Así es como decidiría desplazarse a la pradera de St Cyr, entre París y Versalles, donde el 6 de abril de 1909 voló, en línea recta, a lo largo de unos 2000 metros. Al día siguiente haría otro vuelo de 1500 metros, a una altura de unos 30 metros. El aparato era elegante y ligero y muy pronto se le conocería con el nombre de Demoiselle o Dragonfly.

Durante el verano de 1909, Santos volaría con su Demoiselle, prácticamente todos los días, por placer o para visitar a sus amigos en los alrededores de París. De este modo descubriría la necesidad de volar a cierta altura, al menos a unos seiscientos cincuenta pies, para en caso de fallo del motor, poder elegir un sitio en el que aterrizar con seguridad.

Demoiselle alcanzaría una gran popularidad, especialmente cuando el fabricante de automóviles francés, Clement-Bayard, construyó trescientos aparatos equipados con uno de sus motores de 30 caballos, que se venderían en Europa a un precio de mil doscientos cincuenta dólares. En Estados Unidos, Tom Hamilton, vendería la Demoiselle, sin motor, a un precio de doscientos cincuenta dólares. La revista Popular Mechanics, años más tarde, publicaría los planos del aeroplano junto con instrucciones para su montaje. El problema principal de Demoiselle era que el piloto no podía pesar más de 120 libras, por lo que se popularizaría principalmente entre los estudiantes.

Sin embargo, el éxito relativo de Demoiselle quedaría oscurecido por el renacimiento de la aviación francesa, a partir de 1909. El nombre de Santos Dumont perdería notoriedad, dando paso a otros héroes que ocuparían, con merecido éxito, su lugar. Sin embargo, el brasileño acusaría a muchos de sus amigos anteriores de haberlo abandonado. Desde el regreso de Estados Unidos, Santos Dumont ya no se relacionaba con su anteriormente inseparable Aimé. Tampoco mantenía ningún contacto con la princesa Isabel ni con su querido SEM. Santos Dumont se quejaría de su físico, débil y enclenque, y de falta de dinero, algo en lo que nadie creía. Cuando le sugirieron sus allegados que, para resolver el problema económico, lo que tenía que hacer era patentar Demoiselle, Santos Dumont se opondría rotundamente diciendo que se trataba de un regalo que quería hacer a la Humanidad.

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