El vuelo del águila blanca

Foto: Bernd Hildebrandt Pixabay

No está calva, tiene el plumaje de la cabeza y la cola blanco. Es el símbolo nacional de Estados Unidos porque representa el poder, la audacia, la libertad y la independencia.

Este volador suele pasar muchas horas escrutando hasta el más pequeño detalle del inmenso paisaje que su extraordinaria visión abarca, desde el aire mientras planea, sujeto con sus poderosas garras a una percha o inmóvil sobre una roca. Siempre que puede elige peces para alimentarse por lo que desde su observatorio suele contemplar grandes extensiones de agua, aunque su dieta también incluye a pequeños roedores, ratones, conejos y otros animales terrestres. En ocasiones, en vez de atrapar animales en libertad se abalanza sobre otras aves, como las águilas pescadoras, para robarles sus presas. En estas ocasiones, el águila calva monta la guardia en algún lugar que sea de paso obligatorio para las pescadoras cuando llevan sujetas en las garras las capturas a sus nidos. Cuando el águila calva descubre desde su observatorio un pez volador sobre el agua, un conejo o una rapaz con una presa, iniciará un rápido vuelo, con fuertes aleteos y cuando se aproxime al objetivo se verá obligada a maniobrar con destreza para seguir los movimientos evasivos de la víctima. Al final tendrá que hacer uso de sus poderosas garras capaces de sujetar pesos de 2 a 3 kilogramos y ejercer una presión de unos 30 kilogramos por centímetro cuadrado, unas diez veces mayor que la de la mano humana. La maniobrabilidad que exigen estos vuelos es similar a la que poseen los gavilanes, aunque las águilas calvas no se adentran a gran velocidad en zonas muy boscosas.

La capacidad de visión de las águilas calvas es extraordinaria. Sus ojos son muy grandes, en comparación con el tamaño de su cabeza y la densidad de células de sus retinas es cinco veces la de los humanos. Poseen receptores sensibles a la radiación ultravioleta para descubrir rastros de urea, dos fóveas en cada retina y cuentan también con un mecanismo capaz de corregir el efecto de la refracción de la luz cuando pasa del agua al aire.

Lo más sorprendente es que estas águilas, expertas cazadoras, también son capaces de planear como los buitres carroñeros o los cóndores y saben remontar térmicas para alcanzar grandes alturas sin consumir apenas energía. Incluso, al igual que muchas aves marinas, han aprendido a usar gradientes de velocidad del viento en altura y cizalladuras para alargar casi indefinidamente los planeos. Así son capaces de establecer su atalaya de observación en el aire y vigilar, con muy poco esfuerzo, una amplia zona, en busca de alimento. Son habilidades difíciles de compatibilizar con la maniobrabilidad que les exige el vuelo de caza y muy útiles también durante las migraciones al permitirles efectuar grandes desplazamientos sin consumir sus reservas de grasa.

La velocidad de vuelo de aleteo de las águilas calvas es de unos 50 kilómetros por hora, aunque pueden llegar a alcanzar los 70 y en picado son capaces de descender a unos 200 kilómetros por hora. Para vigilar el territorio que consideran de su propiedad vuelan describiendo circunferencias sucesivas, cada vez de menor radio. Esta zona, en la que las parejas cazan y han construido su nido, la vigilan turnándose el macho y la hembra, y se abalanzan sobre cualquier intruso. Las hembras son de mayor tamaño, más agresivas que sus compañeros durante la crianza, con los que suelen formar parejas monógamas que perduran a lo largo de sus vidas.

Son aves grandes, cuyo peso oscila entre los 3 y 6 kilogramos. Las alas de las águilas calvas tienen una envergadura que oscila entre 1,5 y 2,4 metros; son relativamente anchas, con plumas que se abren en los extremos y dejan pasar el aire para reducir la resistencia al avance. Las articulaciones óseas de sus brazos y los dedos facilitan que las alas adopten formas variables para acomodarse mejor al tipo de vuelo que practican en cada momento. La estructura ósea de las águilas es extraordinariamente ligera y robusta, hueca y con refuerzos en el interior, está diseñada para soportar las cargas dinámicas que inducen el transporte de sus presas y los fuertes aletazos durante el ascenso y las maniobras de la caza. Las alas están recubiertas de unas 7000 plumas cuyo peso total apenas alcanza medio kilogramo. Estos animales poseen un cuerpo ligero y muy robusto, en el que más del 50% de su peso se debe a la poderosa musculatura que mueve las alas.

Pero quizá, el aspecto más sorprendente de las águilas calvas es la capacidad que poseen para adaptar su forma de volar a sus múltiples necesidades de ave planeadora como los halcones y cigüeñas, marinera como las gaviotas, cazadora como los gavilanes y carroñera como los buitres.

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