El libro del vuelo de las aves se encuentra disponible impreso y en edición electrónica, para localizarlo haga click en el siguiente enlace: libros de Francisco Escartí
El té pu-erh se producía en la en la región de Xishuang Banna, de la provincia china de Yunnan, para el consumo local hasta que empezó a exportase al Tibet. De la ciudad de Yiwu partía la Antigua Ruta del Té hacia el Norte y el producto se almacenaba para su distribución en Pu-ehr, la ciudad que le dio su nombre a la infusión. Desde allí la ruta seguía hacia Dali, Lijiang, Dequin, Chamdo, hasta llegar a Lhasa en el Tibet. También había otro ramal, que desde Ya’an, en la provincia china de Sichuan, se unía al anterior antes de adentrarse en las montañas. Lo más excepcional de la ruta es que se eleva a través de los picos más altos de nuestro planeta, en la cordillera del Himalaya.
El comercio se inició hace unos mil años y consistía, principalmente, en intercambiar té pu-erh con pequeños caballos tibetanos. El té era muy apreciado en el Tibet, como complemento a una dieta rica en carnes, y las milicias chinas valoraban los alazanes de las tierras altas, de escaso porte pero extraordinariamente fuertes. Caballos y té, dieron origen a una ruta que también se conoce con el nombre de la Antigua Ruta del Té y Caballos, por la que se podía acceder a China desde la India.
Hay un punto en el que se encuentran las provincias chinas de Yunnan y Sichuan con la Región Autónoma del Tibet, es el lugar en el que convergen los dos ramales de la Antigua Ruta del Té. Hace muy poco tiempo, en 2002, las autoridades chinas tuvieron la idea de rebautizar aquella zona con el nombre de Shangri-La, que en tibetano significa «el sol y la luna en el corazón». Las tierras de Shangri-La se asientan a más de 3000 metros de altura sobre el nivel del mar; un proverbio chino dice que «es el lugar donde primero se ve el amanecer». El Gobierno tuvo la ocurrencia de ubicar en aquella parte del mundo el edén que los pasajeros de una accidentada avioneta encontraron por casualidad. La historia la narró un escritor británico, James Hilton, en su novela Lost Horizon publicada en 1939. Hilton no dijo donde se hallaba el paraíso con la fuente de la eterna juventud con que se encontraron los protagonistas de su historia; se limitó a ponerle un nombre al lugar: Shangri-La. El gobierno chino decidió ponerle un lugar al nombre. Con la intención de promocionar un enclave turístico del país, que ya contaba con un espléndido monasterio, Songzanlin, decidió que Shangri-La estaba en aquel magnífico enclave de la Antigua Ruta del Té.
Pero, si el trasiego de los mercaderes de la Antigua Ruta del Té a través del Himalaya es casi inexplicable, los vuelos migratorios de los gansos asiáticos (ánsar indicus) que recorren aquellos cielos son igual de sorprendentes. La ruta que siguen estos voladores va de las planicies de la India hasta Mongolia, atravesando la plataforma tibetana. En 2009, un equipo de científicos de la Universidad de Bangor colocó transmisores que radiaban la posición (GPS) en 25 ejemplares, antes de que salieran de la India. El viaje de 8000 kilómetros lo hicieron a través del Himalaya ascendiendo hasta 6437 metros y cruzando la cordillera en unas ocho horas, sin parar, a una velocidad de unos 60 kilómetros por hora. El perfil de vuelo, en altura, muestra que siguieron el relieve del terreno, sin apartarse mucho del suelo. Según los científicos que han estudiado estos vuelos migratorios, los gansos no se aprovechan de las corrientes de los vientos, vuelan de noche y agitan vigorosamente sus alas. Con el frío nocturno disipan con mayor facilidad el calor que genera su terrible esfuerzo y el aire es más denso, lo que aumenta la sustentación.
Toda la información que se ha obtenido durante los últimos años acerca del ganso asiático, viene a echar por tierra la creencia de que estos pájaros, igual que hacen otros muchos, se aprovechan de las térmicas o las corrientes ascendentes para efectuar sus largos vuelos migratorios. Al parecer, son capaces de mantener un nivel de esfuerzo excepcional durante muchas horas de forma continuada. Según la doctora Lucy Hawkes, co-responsable junto con el fisiólogo Charles Bishop del estudio de la universidad de Bangor: «Estos pájaros mantienen un consumo increíble de oxígeno, unas 10 veces mayor que si estuvieran en reposo, y lo necesitan durante…horas hasta el final…establecen un nuevo nivel de ejercicio aeróbico…no está claro que pertenezcan a la misma clase atlética que los gansos…». Durante los últimos años, los investigadores han descubierto que los gansos asiáticos poseen pulmones más grandes, capilares más densos y hemoglobina especial; lo que facilita una gran aportación de oxígeno a sus músculos, comparativamente mayor que la de otras especies similares de pájaros.
Tal y como apunta la doctora Hawkes, el vuelo migratorio de los gansos asiáticos cuestiona algunos principios que hasta ahora se han dado por válidos. De acuerdo con los experimentos que se han realizado en túneles de viento con pájaros, para un ave de unos 2 kilogramos de peso (como el ganso asiático) la potencia mecánica que exige el vuelo, batiendo las alas, es del orden de unos 25 vatios. Se acepta, por lo general, que para producir potencia mecánica útil los músculos necesitan quemar del orden de cuatro veces más energía. Eso quiere decir que los músculos del ave deben producir unos 100 vatios de potencia para suministrar los 25 que precisa el vuelo. La energía muscular la genera el animal quemando sus reservas de grasa (38 kilojulios por gramo de grasa, aproximadamente). El viaje de 8000 kilómetros, de la India a Mongolia dura unas 133,3 horas, a 60 kilómetros por hora de velocidad media. Los 100 vatios de potencia consumirán 48 millones de julios (133 x3600x100) para completar el trayecto, por lo que se tendrán que quemar 1,2 kilogramos de grasa; eso equivale a más de la mitad del peso del animal. En realidad haría falta más energía porque las aves ascienden a unos 6000 metros de altura y aunque la velocidad ascensional es relativamente pequeña (unos mil metros por hora) la demanda energética se incrementa por este motivo en unos 5 vatios (20% adicional), durante el ascenso.
El experimento, o al menos la información que tengo del mismo, no describe en qué condiciones llegan los gansos a Mongolia, aunque parece muy poco probable que aterricen tan escuálidos y bastante difícil que por el camino puedan ingerir suficiente alimento para recuperar, de forma significativa, la pérdida de peso. Es muy posible que el rendimiento muscular (porcentaje de energía metabólica que se transforma en energía mecánica útil) sea mayor, en vez del 25% podría alcanzar el 30-40%. Aún así, sigue siendo difícil de explicar el vuelo de los gansos asiáticos, batiendo las alas de forma continuada, a través del Himalaya.
Shangri-La es una tierra de misteriosos esfuerzos. Dicen que los porteadores de la Antigua Ruta del Té acarreaban sacos cuyo peso igualaba al suyo y que sus paticortos y robustos équidos los superaban. Al parecer, las aves que remontan aquellas alturas también poseen una extraordinaria energía.